Shaun Tierney vive con un agresivo cáncer de riñón desde hace 12 años, una duración inimaginable en el momento del diagnóstico, pero posible gracias a la investigación reconocida con el Nobel de Medicina.
Su caso ilustra cómo el trabajo de investigación se traduce, en la vida real, en terapias para tratar pacientes.
El Premio Nobel de Medicina 2019 fue otorgado en octubre a los estadounidenses William Kaelin y Gregg Semenza, y al británico Peter Ratcliffe, por sus descubrimientos, desde la década de 1990, sobre cómo las células del cuerpo se adaptan a los niveles variables de oxígeno. Las primeras aplicaciones terapéuticas de esas investigaciones surgieron a mediados de los años 2000. En 2007, cuando Tierney supo que tenía cáncer, le dijeron que tenía una probabilidad de 3% a 5% de vivir cinco años. Que no se cumplieran los malos pronósticos se debe a un tratamiento llamado Sutent, derivado directamente del trabajo de los investigadores.