¿Quieres ver la bota izquierda de Diego Armando Maradona, con la que marcó su doblete a Bélgica en las semifinales del Mundial-1986? ¿El sofá de su apartamento napolitano, en el cual también se sentó Julio Iglesias? ¿El contrato original de su traspaso del Barcelona al Nápoles? Entonces ven aquí abajo, todo está en el sótano.
El museo de Massimo Vignati es único en su especie. No figura en ningún mapa de Nápoles, no está tampoco en las guías de viaje y la entrada es gratuita. Y, sin embargo, todo Maradona está ahí, en el sótano de un edificio normal y corriente de Secondigliano, un barrio duro del norte de la localidad.
Este increíble caos de fotografías, banderines, brazaletes, camisetas -lavadas o no, dedicadas o no- contiene algunos objetos de culto.
Aquí encontramos el banco donde se cambiaba Maradona en el vestuario del estadio de San Paolo o la mítica chaqueta de K-Way con la que bailó e hizo malabares al ritmo de Live is Life durante un calentamiento antes de enfrentarse al Bayern de Múnich.
Pero esta cueva del tesoro es testigo también del vínculo único entre el genio argentino y una familia que estuvo a su lado durante sus siete años napolitanos, cuando era el mejor jugador del mundo. “Tuve la suerte de que mi padre fuera durante 37 años el conserje de San Paolo y de los vestuarios del Nápoles. Y mi madre fue la única cocinera de Maradona”, explica Vignati.
Su hermana también fue la niñera de Dalma y Giannina, las dos primeras hijas del N.10, y él, Massimo, primero de niño y luego como adolescente, frecuentó a diario al ídolo de su cuidad.
“Estábamos con Diego de lunes a domingo. Él y su mujer nos ofrecieron todas estas cosas porque sabían que éramos muchos hijos, cinco niños y seis niñas”, cuenta mientras mira las fotos de la época, cuando el apartamento del argentino en lo alto de Posillipo, un barrio elegante de la ciudad, era como su segunda casa.
“Estuve las siete temporadas de Maradona como recogepelotas. Los lunes, iba a jugar al ‘calcetto’ con él, no iba a la escuela. Y los martes, a veces, me llevaba al entrenamiento del Nápoles”.
Durante mucho tiempo, las maravillas expuestas hoy en el sótano de los Vignati se quedaron en el estadio de San Paolo. “Mi padre tenía dos habitaciones. Una para todos estos recuerdos y otra para beber un buen café napolitano. Luego de su muerte, lo traje todo aquí. Pero el club sabe que este lugar existe. Si hacen un museo, siempre estaré disponible. Espero que todo pueda volver al estadio, era el sueño de mi padre”, explica Massimo.
Mientras las cosas no van bien esta temporada en el Nápoles, él tiene otro sueño: que regrese Maradona, un “napolitano nacido en Argentina”. “Con todo lo que está pasando, haría falta un Maradona, que cargue con todo y detenga las polémicas. Es un niño de Nápoles, es del pueblo. Nos reconocemos en él”, opina.
“Si viene, habrá 90 mil personas en el estadio. Maradona... Aunque hables con los niños de hoy, lo saben. Está en el ADN de los napolitanos. Maradona es San Gennaro, el santo patrón, una figura inmortal”.
Durante su nuevo paso por Nápoles, en 2017, el ‘Pibe de Oro’ se abrazó con Lucia, la madre de Massimo, a la que presenta como su “mamma napolitana”. “La última vez, prometió a mi madre que a su vuelta, vendría para una buena comida, como en los buenos viejos tiempos. Siempre le gustó eso, mi madre cocina muy bien. Y él también dijo que vendría a ver este sitio”.







