Armada con un cepillo, Carolyn McCrea frota agresivamente el mármol gris. Alguien escribió “Las vidas de los blancos importan” en la única estatua de un hombre negro en esta avenida en Richmond, Virginia, y ella intenta borrar la afrenta.
Consignas similares son un grito de guerra para los indignados por la explosión de apoyo que el movimiento contra el racismo y la brutalidad policial “Black Lives Matter” (la vida de los negros importa) ha visto desde el 25 de mayo, cuando George Floyd se convirtió en el último de una larga lista de afroestadounidenses asesinados por policías blancos.
Las manifestaciones por la muerte de Floyd -que se replicaron en varios países- llevaron a muchos estadounidenses a cuestionarse el pasado racista de su país, poniendo en la mira a estatuas de hombres blancos que defendían la esclavitud, en ciudades como Richmond.
La ciudad fue la capital de la Confederación, los 11 estados del sur que lucharon contra el norte principalmente para defender la esclavitud.
Con más de 600,000 muertos, la Guerra Civil (1861-1865) fue “probablemente la experiencia más traumática de la nación”, dice Ryan K. Smith, profesor de historia en la Virginia Commonwealth University.
A muchos sureños blancos se les enseñó a valorizar la Confederación e incluso a celebrarla como parte de su identidad, señala el experto.
Pero otros han cuestionado durante mucho tiempo por qué una sociedad que buscaba oprimir a una raza debería ser venerada, y el asesinato de Floyd llevó a un punto de inflexión.
Solo en Richmond, tres estatuas de figuras de la Confederación fueron derribadas por los manifestantes desde el 25 de mayo.
