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ARTE LOCAL

Una flor para Miriam

Una flor para Miriam
Una flor para Miriam

En los ratos febriles de la madrugada, Miriam Espinoza se dedica a dibujar. A veces invisible, en otras, sagaz como pocas en el ping-pong de las palabras, pasada la medianoche, esta productora artística se diluye y plasma su dolor hecho de silencios y de rabias. En su última terapia pudo retener en un solo cuerpo a los que ya partieron, a varios amores de laberinto, en los 15 cuadros de la serie titulada Amanecer del florerío.

Son las flores del dolor y del placer. La impronta de una mujer que se atrevió a saltar de su propia sombra. Y son los pétalos que se desvanecen, el capullo firme aunque presto a desflorarse, los dorados que anuncian una decadencia. El pasado capturado por Miriam. “Estas flores me hablan del sentimiento de calma. Conllevan la nostalgia, el dolor, los días buenos y los tristes. Ellas me fueron anunciando sus dobleces, sus zonas oscuras, su felicidad de hacerse definitivas”, describe la artista.

Quienes vemos todos los días a Miriam en la sala de redacción de este diario, quienes miramos a nuestros compañeros sin que ellos lo sepan, la observamos a ella camino a su puesto sin hacer bulla. Sentada durante horas produciendo otras maneras de contar las noticias. Con una sonrisa para el que la necesite, o entre un mutismo quién sabe si en medio de las ensoñaciones de sus cuadros. “Pienso en la manera en que alguien me pueda amar mejor”.

Criada entre personas mayores, una de ellas una abuela casi nonagenaria, Miriam se desmarcó desde hace años de sus absorciones con un sentido del humor acorde a las circunstancias. Nada de chistes prefabricados. En ocasiones son comentarios sueltos, propios de un diplomático. Pero si la puyan, entonces suelta flama. ¡Qué miedo! “Andar con personas de más edad me enseñó a reírme de mí misma, a contestar según venga la baraja”.

De vuelta a sus flores deslumbrantes, revela que se dieron porque sí. Porque un día en el trabajo tenía unos cartoncitos inanes que se volvieron receptores de unas primeras siluetas de pétalos. “No son trazos duros. Se soltaron solos. La rabia estuvo en el pulso. Me tomó semanas llegar a donde quería llegar. Cerré un ciclo, no sin antes juntar todas las flores el día siguiente de la última trasnochada. Fue bello”.

Fue tan sublime el momento, tan ajeno al dolor y tan lleno de victoria, que Miriam Espinoza anuncia una nueva búsqueda de ese sentimiento. La misión próxima de una artista de pulso rudo y trazos tan suaves como los del ballet. Todo ello en la madrugada. No antes…


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