El guardarropa femenino de los años de la década de 1930, en el que triunfaron diseñadores como Madeleine Vionnet y Coco Chanel, vuelve a la actualidad a través de la exposición “Glamour”, que acoge el Museo del Traje y el Encaje de Bruselas hasta el 15 de febrero de 2015.
Vestidos de día, de media tarde, de coctel o de noche formaban parte de la larga lista de vestidos que guardaba el armario de las mujeres de la década de 1930, donde el código de vestimenta era complicado y variaba en función del momento del día y de sus ocupaciones.
Por primera vez se expone en Bruselas la moda que vestía a las mujeres belgas de aquella década y da a conocer sus tendencias y los cambios que sufrió respecto a los años de 1920.
Los locos años de 1920, marcados por la prosperidad económica, dieron lugar a modelos frívolos y extravagantes donde las mujeres buscaban una figura “unisex” hasta que estalló la Gran Depresión en 1929 y la sobriedad y la discreta elegancia se impusieron, de acuerdo con los restrictivos tiempos económicos.
“Glamour es el título de esta exposición y se refiere a la sofisticación de la ropa, ya que los vestidos estaban confeccionados con diferentes y complejas piezas”, explicó la responsable del museo, Caroline Esgain.
La exposición reúne 97 piezas que exhiben ropa interior combinada con los trajes de tarde, ropa deportiva, accesorios, vestidos de novia, ropa infantil y vestidos de noche con vertiginosos escotes en la espalda, todas prendas sofisticadas y llenas de detalles, pero a su vez discretas, en coherencia con los años de crisis económica.
“Los modelos que componen esta exposición proceden de París, como el modelo de Coco Chanel, que se puede ver en la exposición, el de Madelein Vionnet, Paquin o Worth, y el resto fue creado por firmas bruselenses, de las que se desconoce sus diseñadores, o son vestidos que llevaban las mujeres de esos años, pero no se sabe cuál es su procedencia”, dijo la responsable del museo.
Bélgica no tenía realmente creadores de moda, como había por ejemplo en París o en Londres, pero “existían casas de costura en Bruselas cuyos directores artísticos iban a París y utilizaban las telas de la ciudad francesa para reproducir las piezas”, explicó.