Las calles empiezan a recuperar el bullicio con transeúntes enmascarados. Por mandato o elección, el uso de tapabocas se ha expandido en las ciudades latinas, convirtiéndose en esperanza para algunos y exclusión para otros.
Artesanos de trajes mexicanos estampan sus diseños en estas prendas. Una fábrica de medias argentina adapta su producción para subsistir. En Bolivia, un grupo feminista imprime sus mensajes sobre los barbijos, para que la tela no amordace reclamos. Y mientras inventores chilenos democratizan tecnología para crear máscaras, personas hipoacúsicas y sordas proponen tapabocas con transparencias para evitar barreras.
Aquí, algunas historias de mascarillas.
Tradición y actualidad. La pandemia puso entre la espada y la pared a la fábrica y distribuidora mexicana Trajes Típicos Jimy, nacida en Guadalajara en 1950.
Miguel Castillo, encargado de la empresa familiar, cuenta que dudó “100 veces” antes de incorporar los tapabocas por el temor a no alcanzar los estándares de los quirúrgicos. Pero cuando el estado de Jalisco comenzó a confinarse, 140 familias que integran la cadena productiva de la empresa entraron en pánico. Fue cuando aceptó la propuesta de una costurera de Puebla que había fabricado tapabocas con partes de un vestido. Ese ejemplar mantenía lo tradicional de los productos que Trajes Jimy vende a Estados Unidos y otros países.
Así, quienes hacían vestimenta típica y de charros empezaron a hacer cubrebocas de manta de algodón y fibra natural reutilizables. La demanda de los diseños con iconografías aztecas, flores y muñecas los rebasó: “Tenemos miles de órdenes en espera”.
Grito feminista, sin bozal. El 8 de marzo miles de mujeres marcharon en Bolivia, uno de los países con más feminicidios de la región. El 22, llegó el confinamiento.
El movimiento feminista Mujeres Creando reaccionó a la doble emergencia -y a la falta de recursos ante el cierre de sus comedores en La Paz y Sucre- con tapabocas y otros productos.
En los denominados “bozales para humanos” imprimieron mensajes como “Quédate en casa no es lo mismo que cállate en casa”, para que no se acalle el grito ante la violencia machista, dice María Galindo, referente del movimiento.
Transparencias inclusivas. “Me siento discriminado”, dice Daniel Ouanono, quien califica los tapabocas de “barrera comunicacional” para quienes son hipoacúsicos, como él, y para las personas sordas, al impedir la lectura de labios o gestos.
Este abogado argentino difundió junto a la Asociación Civil Fordes una petición que advierte sobre el ‘deterioro en la calidad de vida’ de las personas con estas dificultades y solicita adecuar las normas, ya que los barbijos son obligatorios en Buenos Aires.
En Argentina, cerca de un millón de personas tienen deficiencia auditiva permanente. La solución para muchos son los barbijos con transparencia. Los confecciona, entre otros, Mariel Cingolani, de 22 años, una estudiante de lengua de señas y están a la venta online.