El caso Martinelli. Es la primera vez que un exjefe de Estado se halla en el banquillo de los acusados. Y bajo detención preventiva. En Latinoamérica, exgobernantes son llamados a explicar sobre su paso por el poder.
Es novedad el papel de la Corte Suprema como investigador y juzgador en un caso tan sonado y con tantas aristas, como el del exmandatario, que huyó por tres años de la justicia local. Preocupación legítima de la población es cómo actuará esa Corte, diseñada por Martinelli, quien colocó allí sus fichas.
El pleno de la entidad rechazó un recurso de la defensa del Capo y no ha impedido que uno de los magistrados, Jerónimo Mejía, de ese colegiado, dirija las audiencias.
Como si se tratara de un fetiche, antes, durante y después del traslado del Capo de Miami a Panamá, en vuelo especial pagado por el Tesoro estadounidense, los abogados defensores pronunciaron, con frecuencia, la palabra ‘pleno’.
Indicaba que ‘pleno’ sería varita mágica. Hasta que sobrevino la ratificación de la detención preventiva, que no hospitalización, a la Cucalón, o la legendaria casa o nación adolorida por cárcel.
El ‘pleno’ a plano segundo pasó, aunque merodea por el Palacio de los Ñeques, travestido de magistrados suplentes y padrinos poderosos. El factor ‘cueva de ladrones’ fue desechado/desechado, y siempre existe en el tejemeneje y la alquimia judicial el entresijo de que el balón se patee al campo de la justicia ordinaria, ordinariota, más bien, en el istmo carcomido por la impunidad.
Entra la Iglesia. Ha estado de vacaciones en estas materias, al menos en público. Qué positivo que regrese al ruedo del acontecer nacional, más allá de la fiesta venidera de la Jotaemejota. En crisis de los años ochenta la Iglesia católica desempeñó un papel estelar, que debe rescatar.
El propio José Luis Lacunza, navarro español, hoy naturalizado panameño y purpurado, comprometió su voz en la defensa de los derechos humanos. Esa defensa prosigue hoy, a través de muchos extremos, entre ellos la robadera del erario desde cargos oficiales y la violación del derecho fundamental de la privacidad, de los que es acusado en Capo enchirolado.
Reaparece Lacunza con su voz de denuncia. Hoy cardenal, cerca de Francisco. Advierte sobre eventuales triquiñuelas en caso Capo. Demanda que la justicia se ponga los pantalones de mayor de edad para afrontar factor decisivo para el futuro de ella. Excelente llamado.
La nación necesita una justicia valiente, independiente, justa, que no se acomode a los cantos de sirena que se convierten en indebido proceso, en una caricatura del debido proceso, y husmean lagunas y vericuetos para impedir el castigo y airear la serpiente venenosa de la impunidad.
Cardenal Lacunza exteriorizó el sentir de la Conferencia de Obispos, reunida la primera semana de julio. Ante eventuales triquiñuelas, demandó de los magistrados plena conciencia de su responsabilidad. “No para quitarse una papa caliente de las manos y tirar el oro a otro hombro. Que sea consciente de que tiene que jugar su papel y lo juegue pensando en el bien de toda la comunidad panameña”, sustentó.
El autor es periodista y filólogo.