Narrada a partir de las vías de comunicación, la historia adquiere ribetes fascinantes y relevantes a nuestra cotidianeidad. En Silk Roads (2015, seguido por The New Silk Roads, 2018), el historiador británico Peter Frankopan provee una nueva historia mundial alrededor de su estudio de las rutas que desde la antigüedad atraviesan el continente eurasiático.
Durante milenios, arguye Frankopan, la historia de la humanidad se ha desenvuelto a lo largo de caminos que trasladan artículos de consumo, personas, conocimientos, creencias, ejércitos y enfermedades.
Panamá también tiene su ruta, no tan vetusta ni extensa como las que aborda Frankopan, pero, sin duda, la más célebre y antigua del Nuevo Mundo. Su componente central es el canal interoceánico, a través del cual transita entre el 3% y el 5% del comercio marítimo mundial.
El ferrocarril transístmico, los puertos y aeropuertos, y la red vial contribuyen a configurar un sistema de transporte que, ciertamente, podría mejorarse. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), al 31 de marzo de 2020 el sector de transporte, almacenamiento y comunicaciones aportó el 14.5% del producto interno bruto panameño.
La historia de nuestra ruta interoceánica se remonta a los primeros contactos entre el Viejo y Nuevo Mundo protagonizados en nuestro territorio. Alfredo Castillero Calvo sobresale entre quienes se han dedicado a recuperar y poner en valor esta historia, que conmemora este mes dos de sus hitos más célebres.
El 15 de agosto de 1519 fue fundada, según las formalidades exigidas por la corona de Castilla, la ciudad de Panamá, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción por coincidir la fecha de su establecimiento con la solemnidad agostina en honor de la Santísima Virgen. Su fundación forma parte del proyecto de integración entre dos mundos visualizado por quienes acometieron el sometimiento del istmo a la monarquía española.
Panamá fue la primera ciudad sobre el litoral Pacífico americano, establecida en respuesta a un nuevo criterio de organización espacial. Castillero Calvo explica la orientación de dicho criterio “hacia una economía de mercado a grandes distancias”. La dominación ibérica puso nuestra geografía “al servicio del naciente capitalismo comercial”, indica el historiador en su capítulo de la Nueva historia general de Panamá titulado “Reorganización económica y política del espacio: 1519-1581” (pág. 227).
El primer circuito internacional de transporte tuvo dos ramales a través del istmo: el camino Real, un itinerario terrestre desde Panamá hasta Nombre de Dios (luego, Portobelo); y un trayecto mixto: por tierra hasta la venta de Cruces, sobre el río Chagres y por agua desde ese punto hasta su desembocadura en el mar Caribe. El camino Real mantuvo su vigencia mientras el tesoro del rey, procedente de las minas peruanas, utilizó la ruta de Panamá para llegar a España.
A mediados del siglo XVIII, la corona ordenó que el tesoro real usara la ruta del río de La Plata, en reemplazo del circuito panameño. Pero el camino de Cruces siguió empleándose hasta mediados del siglo XIX, cuando se construyó el ferrocarril de Panamá —el primer megaproyecto en suelo istmeño— entre 1850 y 1855.
Pocos años después, una nueva etapa de modernización se pone en marcha en 1880, a cargo de la Compañía Universal del Canal Interoceánico, dirigida por Ferdinand de Lesseps. Tras su estrepitoso fracaso, a finales de la década y la creación de la segunda República de Panamá, en 1903, Estados Unidos acomete la terminación de la obra, propósito que alcanza el 15 de agosto de 1914, 395 años después de la fundación de la ciudad de Panamá.
La historia de nuestra ruta interoceánica ha sido narrada en muchos libros y desde diversas perspectivas. Por su rigurosidad y amena lectura merecen especial mención The Path Between the Seas, de David McCullough (1977) y Panama Fever, de Matthew Parker (2007).
El Museo del Canal Interoceánico, creado en 1997 sobre el guion preparado por Alfredo Castillero Calvo, constituye, además de las fuentes antes mencionadas, un extraordinario recurso para aproximarnos a esta historia tan interesante y significativa para nuestra nacionalidad.
Inaugurado en 1997, el museo fue dirigido durante sus primeros 22 años por Ángeles Ramos Baquero, quien estudió Historia del Arte en las universidades de Navarra (maestría) y Sevilla (doctorado). Cuando nadie en Panamá creía en los museos, la Dra. Ramos Baquero instituyó uno desde cero, forjó una cultura museística y nos proyectó internacionalmente en ese ámbito.
Logró la primera asociación entre el Instituto Smithsonian, de Estados Unidos y una entidad extranjera, en este caso, nuestro Museo del Canal Interoceánico, a cuya promoción contribuyó a través de conferencias en la UNESCO, American Association of Museums y otras prestigiosas organizaciones académicas. La confianza que inspiró su liderazgo condujo a la donación de miles de piezas a la institución, que hoy aportan a una mejor y más ilustrada comprensión de nuestra ruta de tránsito, cinco veces centenaria.
(El autor es politólogo e historiador y dirige de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá).