Víctor Manuel Ramos Rivera (Honduras) y Carlos Rubio Torres (Costa Rica) comparten cómo fue que se hicieron, primero lectores, y luego pasaron a ser escritores.
Ambos autores participan en el II Encuentro de Escritores Centroamericanos de Literatura Infantil y Juvenil, que se celebra en las ciudades de Panamá y Penonomé hasta el 22 de octubre.
La mejor maestra
El hondureño aprendió a leer “solo porque mi madre era maestra y yo me iba a la escuela tras de ella y me metía en las aulas. Tenía 5 años. En cuarto grado nos invitaron a un concurso escolar de cuentos, que yo gané, pero no fue sino hasta que ya me había graduado de médico que escribí Acuario, mi primer libro”.
Eso sí, Víctor Manuel Ramos Rivera compraba y leía libros para niños en cantidades industriales. “Luego gané premios y eso me estimuló mucho más”.
El público perfecto
Carlos Rubio Torres siempre quiso escribir para los más chicos de la casa, aunque tomó conciencia de cumplir este sueño hace 32 años, “cuando trabajaba como maestro de un grupo de niños”.
Se trataba de estudiantes de alrededor de los 10 años “que sentían tanto gozo cuando les contaba una historia o les recitaba un poema, como cuando veían la televisión. Con ellos forjé mis primeros cuentos y ya son adultos. Yo no termino mi proceso de aprendizaje”.
Títulos indispensables
Los libros que indujeron a Ramos Rivera a escribir para niños fueron Los cuentos de antaño, de Perrault; una versión de El Quijote para niños y una biografía de Isaac Albéniz.
“Me impresionaron grandemente y me estimularon a seguir leyendo y a amar los libros. Eran textos muy fáciles de leer y muy divertidos. Más tarde leí Tartarín de Taarascón y Tom Sawyer que también marcaron mi trayectoria”, recuerda.
Mientras que Rubio Torres lo reduce a una sola obra clave: “definitivamente Cuentos de antaño, de Charles Perrault, heredados de la tradición popular y la magia que se encuentra en las voces anónimas”.
Reglas
¿Hay reglas particulares para escribir para los muchachos?
“Ante todo, el escritor adulto debe encontrar el niño que lo habita. Saber que su compromiso es la ensoñación, el juego, el disfrute, la travesura, y que nunca debe poner atención a los prejuicios que le han cargado los años”, dice Carlos Rubio Torres.
Lo importante, indica por su lado Víctor Manuel Ramos Rivera, es que los textos “atraigan a los niños, que cuando los empiecen a leer no los dejen y que no se convierta su lectura en una pesadilla. El énfasis especial es que, siendo literatura, debe enfatizarse en el uso del lenguaje que debe contener formas que resalten la belleza de la expresión y la originalidad motivadora del argumento”.
Biblioteca
Ambos opinan que es esencial tener una biblioteca en casa para que de ella salgan posteriores lectores.
“No puede haber un escritor serio sin su biblioteca. Una de las recomendaciones del II Encuentro de Escritores Centroamericanos de Literatura Infantil y Juvenil sería que cada escuela de nuestros países, públicas y privadas, tengan una biblioteca con un listado básico que incluya a creadores centroamericanos”, anota Ramos Rivera.
Para Rubio Torres, cada niño merece tener una biblioteca personal, “única e íntima como parte de sus derechos fundamentales y como uno de los detonantes de su formación humanística. La lectura, mucho más allá de contribuir a su aprendizaje, va a formar concepciones estéticas, que por lo tanto también son éticas. Esa biblioteca tiene que estar formada por los volúmenes que los pequeños amen y puede integrar álbumes ilustrados, novelas gráficas, libros de cuentos, poemarios y todo aquello que el menor sienta le necesidad de leer”.