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‘LA PILETA DE LAS GARZAS’

Una leyenda del oficio periodístico

Una leyenda del oficio periodístico
Una leyenda del oficio periodístico

Alfredo Wilfi Jiménez Vélez recorrió con gallardía y fortaleza los senderos creativos establecidos por el primer maestro de la caricatura nacional, Eudoro Lolo Silvera.

Ambos fueron permanentes defensores de la libertad de expresión, del periodismo en general y, sobre todo, de la democracia.

Wilfi, quien falleció ayer en la ciudad de Panamá a los 85 años, ejerció el periodismo en La Prensa en tiempos de sombría inseguridad y fue también nuestro más veterano caricaturista con su famosa y letal “La pileta de las garzas”.

Sin olvidar que fue uno de los fundadores del Colegio Nacional de Periodistas, y que ofreció su talento a la radio y a la televisión.

Fue, además, el artífice de otro baluarte de la comunicación social impresa: el semanario Quiubo.

Aunque su bregar por el universo de las noticias y los dibujos los comenzó en diarios como La Estrella de Panamá (cuando era estudiante de secundaria en el colegio La Salle) y El Mundo (donde en 1967 salieron por vez primera sus filosas garzas).

Con sus famosas garzas, y con pocos y precisos trazos, puso en su lugar a todas las acciones de la dictadura militar que asoló Panamá por más de dos décadas.

Esa posición crítica, contundente, directa y sincera la mantuvo luego con los presidentes elegidos en las urnas tras la invasión militar estadounidense ocurrida en diciembre de 1989.

Una leyenda del oficio periodístico
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Hombre sin quiebres

Migdalia Fuentes, profesora y periodista, trabajó hombro a hombro con Wilfi por 10 años en La Prensa como jefa de Redacción. “Siempre estuvo abierto a todas las corrientes políticas. Donde había una noticia, estaba allí, no importa quién la daba o la producía. Era un batallador, un periodista completo. No tenía reparo con nadie, ni con ninguna fuente de información. Era un hombre sin quiebres y sin ataduras”.

En la redacción de La Prensa, en tiempos en que la bota militar era quien tomaba todas las decisiones del país, “Wilfi fue un monstruo como subdirector. Para él no había horario ni suceso que se le resistiera a su pluma”, recuerda Fuentes.

Señala que la presencia de este periódico dentro de la sociedad, su participación como medio impreso en la recuperación de la democracia, y que esta empresa se ganara el título de diario libre de Panamá se debe, entre otras personalidades, a la labor constante de Alfredo Wilfi Jiménez Velez. “Él consiguió que la redacción hablara un mismo idioma”.

Como caricaturista, Migdalia Fuentes destaca su permanente línea independiente, la tenacidad en su parecer y su versatilidad en los temas que desarrolló.

Nuestro Quino

Para Julio Rac Briceño, Wilfi era más que un hermano y mucho más que un amigo; fue su mentor en toda regla y en buena medida es el responsable de que hoy Rac sea caricaturista y periodista. “Ha sido un golpe duro. He perdido una parte del alma con la pérdida del viejo”.

Wilfi le enseñó a construir historias desde el dibujo más certero y el sentido del humor más hondo y que dé en el blanco, siempre con una ética y una responsabilidad a prueba de balas.

Por ejemplo, le inculcó a Rac que no debía atacar nunca a la familia de ninguna figura de la política o del área que fuera a criticar, que no podía tomar nada desde el plano personal y que siempre estuviera acorde a la opinión que iba a dar. Wilfi lo inspiró y le enseñó cada una de las reglas y el alcance del oficio periodístico, agrega el también pintor.

Comparó la influencia de Wilfi en más de una generación de caricaturistas y su ingenio incuestionable en cada viñeta, con el argentino Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino, el papá de Mafalda.

“Wilfi, con sus garzas, no necesita nada más para ser recordado por la eternidad. Con las garzas se inmortalizó, y sus garzas son hoy el ícono político de Panamá”, opina Rac, quien conocía al maestro desde 1986, cuando Rac tenía unos 18 años y comenzó a colaborar como freelance en La Prensa y tiempo después cuando fue uno de los caricaturistas de planta de este diario.

Rac opina que los homenajes y las medallas que recibió Wilfi en vida no fueron ni serán suficientes por todo lo que hizo por el devenir de un Panamá justo e igualitario para todos.

Lamenta que ninguna universidad le brindó la ocasión de que moldeara a los jóvenes periodistas desde sus aulas. “Imagínate, lo que nos enseñó en el periódico hubiera tenido el efecto multiplicador si los estudiantes universitarios lo hubieran tenido en sus clases”.

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Balance

El caricaturista Joaquín Carrasquilla tenía 15 años cuando conoció a Wilfi. “A esa edad entré a La Prensa. Hice algunas caricaturas como freelance, las vio, le gustaron y las publicó. Siempre me daba ideas. Para que el gobierno militar no acusara al periódico de explotación laboral infantil [ríe], al poco tiempo me dijo Wilfi: ‘regresa cuando tengas 18 años’ y así lo hice”.

Para Carrasquilla, actor y director, Wilfi fue un mentor. “Fue mi jefe por 10 años. Fue mi mentor en la caricatura, en el campo publicitario y en lo cinematográfico. Aprendí mucho de él. Me enseñó a decir mucho con poco en mis caricaturas. Dejaba a la gente para que sacara sus propias conclusiones de sus garzas. Sus caricaturas eran geniales. Su humor lo podía entender el panameño común, y al mismo tiempo esa misma caricatura tenía un subtexto intelectual que lo entendía otro tipo de panameño. Él sabía balancear bien eso. Fue muy original en convertir en personajes a la garzas de la Presidencia de la República”.

Como periodista, era profesional y excepcional, opina. “Tenía una visión clara del trabajo y tenía una enorme capacidad investigativa. Fue un periodista que venía del mundo publicitario y que también aplicaba su experiencia de publicista en su forma de transmitir sus ideas. Siguió adelante a pesar de que recibió amenazas de muerte. Nunca tuvo aspiraciones de ser un magnate, que parece que ahora esta sociedad quiere tener como su meta. Su honradez fue inquebrantable. Sus aspiraciones eran hacer bien su trabajo y escribir sobre los valores que pensaba que debía tener este país”.

Un pionero

El caricaturista Hildebrando Hilde Sucre conoció a Wilfi como lector fiel de “La pileta de las garzas”.

“Tenía un humor fino y a la vez mordaz. Era una tira cómica que no perdonaba a nadie; las garzas picotearon a dictadores, presidentes, ministros y personajes de la vida pública por igual”, indica.

A Wilfi lo conoció en persona en 2015 cuando a este se le entregaron las Llaves de la Ciudad Capital. “Me sorprendió que conocía mi trabajo y me felicitó. Eso fue algo grande para mí. Me hubiera gustado tener un mentor como Wilfi, estoy seguro de que hoy sería mucho mejor caricaturista”.

Califica a Wilfi como un pionero. “Se atrevió a hacer algo diferente como lo fue ‘La pileta de las garzas’. No es fácil caracterizar como una garza a los personajes políticos y que la gente los reconozca, eso fue algo de verdad genial. Su humor, crítico y satírico, daba siempre en el clavo y sacaba ronchas”.


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