Javier Cercas, uno de los invitados de lujo de la Feria Internacional del Libro de Panamá 2020, se describe, “en el mejor de los casos”, como un tipo común y corriente. Y, según se mire, podría ser también un “farsante o un impostor”.
Es que cuando se conversa con el autor español “no esperen encontrar al tipo que escribió Terra alta” o cualquier otro de sus libros. Ese, su especie de alter ego, “está en los propios libros y es mucho mejor que yo”. Dicho esto, prosigue, “ruego que no me dejen solo” cada vez que llega el momento de intercambiar comentarios en conferencias y presentaciones, como la que realizó ayer en la primera feria literaria digital de Panamá, sobre Terra alta, su reciente obra.
Un poco antes, el ganador del Premio Planeta 2019, compartió algunos detalles de su andar por el oficio de contar historias y de los estragos de la pandemia.
“ Los escritores somos recicladores de basura: nos alimentamos de lo malo, no de lo bueno; de la infelicidad y el dolor, no de la dicha. En un mundo feliz no habría literatura, o al menos no habría novelas...”.
Javier Cercas, escritor español
Reseñas de ‘Terra alta’ la definen como una obra fiel a su estilo, en lo profundo, pero radicalmente opuesta en muchos sentidos al resto de sus historias. ¿Qué́ detalles puede compartirnos de ese proceso interno de reinvención que, según parece, practica para crear nuevas rutas para sus relatos?
Ojalá esta novela sea una reinvención de mí mismo como escritor; yo me conformaría con que fuese una renovación. Sea como sea, un escritor que no es capaz de renovarse o reinventarse está condenado a repetirse, a convertirse en un imitador de sí mismo, que es lo peor que le puede ocurrir, porque significa que ya no podrá decir nada nuevo. Eso es la muerte de un escritor, y yo tengo la intención de morirme bien vivo.
En cuanto a qué clase de reinvención ha sido la mía, creo que la mejor respuesta es la novela: una novela en la que me he servido de algunos elementos de un género popular (el thriller) para, por decirlo como Baudelaire, intentar ir al fondo de lo desconocido y encontrar lo nuevo.

Comparta detalles del trabajo de investigación que aplicó́ para ‘Terra Alta’, que si bien es un relato de ficción, siempre hay una fuerte impronta de realidad.
La ficción pura no existe -es un invento de los que no saben lo que es la ficción- y, si existiese, no tendría el menor interés, o simplemente sería ininteligible. La ficción tiene interés precisamente porque parte de la realidad, porque es una transfiguración de la realidad, que es su carburante, una transfiguración que convierte lo particular en universal.
Esta novela parece un thriller o tiene elementos de thriller y, aunque a su modo todas mis novelas anteriores los tenían, en este caso el protagonista es un policía que investiga un crimen atroz, así que tuve que documentarme muy bien sobre los procedimientos policiales, que son muy complejos y que yo desconocía por completo. También tuve que documentarme sobre otros asuntos; aunque en definitiva todo esto tiene poca importancia, porque en una novela la cuestión no es lo que investigas, sino qué es lo que haces con lo que investigas.

Desde su perspectiva ¿qué́ efectos cree que tendrá́ (o está́ teniendo) la crisis mundial por el coronavirus en los diferentes componentes de la industria editorial: lectores, escritores, editoriales...?
No lo sé. Yo sé un poco de literatura, pero nada o casi nada de la industria editorial. Sobre la industria editorial tendría que preguntar a los editores, los libreros, los distribuidores y demás, que son los que saben.
En cuanto a la literatura, digo lo mismo que digo cada vez que me preguntan sobre este asunto, y es que, para ella, la crisis será buena. La razón es que los escritores somos recicladores de basura: nos alimentamos de lo malo, no de lo bueno; de la infelicidad y el dolor, no de la dicha. En un mundo feliz no habría literatura, o al menos no habría novelas (poesía tal vez, pero poca y muy mala).
Los escritores, digamos la verdad, somos animales carroñeros, lo peor de lo peor, en el mejor de los casos somos como los alquimistas, que intentaban convertir el hierro en oro; nosotros –los mejores de nosotros- convertimos lo malo en bueno, las crisis y la desdicha y el dolor en belleza y sentido. Por eso la literatura es útil, siempre y cuando no se proponga ser útil; en el momento en que se lo propone, se convierte en propaganda o pedagogía, y deja de ser literatura. Y deja de ser útil.
¿Cómo ha pasado estos meses de encierro? ¿Fue posible aislarse mentalmente de la situación para gestar o avanzar algún proyecto literario?
Para mí, si esto no hubiera sido una catástrofe colectiva, hubiera sido una bendición personal. Lo de la catástrofe colectiva es evidente: baste recordar que, en España, en los peores momentos de la crisis, la ratio diaria de muertos era mucho mayor que durante la guerra civil. En cuanto a la bendición personal, baste decir también que he suspendido un montón de viajes promocionales y he podido dedicarme a hacer lo que de verdad me gusta: estar encerrado en mi casa, leyendo, escribiendo y pensando en las musarañas.
¿Qué́ detalles nos puede adelantar de su próxima historia?
En cuanto terminé de escribir Terra alta sentí que, aunque era una novela en sí misma, también era la primera parte de una novela mayor, así que en estos momentos estoy terminando de escribir su segunda parte. Terra alta abre para mí un territorio literario nuevo, que me encanta poder colonizar por completo. En ello estoy.

