“Por más libros que se escriban desde lo estrictamente científico e histórico, comprender a este país se cruza con una insistencia en olvidar lo que no vende, lo que no favorece a los grandes intereses económicos”, dice Lucy Chau (Panamá, 1971), en La oveja negra de mi familia. Una biografía de Vielka Chu, publicado por la Editorial Descarriada (2021); un libro que fija el legado de una de las mujeres más influyentes en el panorama cultural panameño en las décadas de los 1970 y 1980, la bailarina Vielka Chu, fallecida en febrero de 2020.
Pero La oveja negra de mi familia, no es sólo, como su título indica, una biografía de Vielka Chu, es además una biografía de la danza moderna en Panamá, del ambiente cultural panameño de los años 1970 y 1980, y es también el viaje de reconstrucción de la vida y la memoria de una mujer cuyo legado se ha querido etiquetar de olvido.
Lucy Chau acepta el reto de tomar distancia de su hermana para reconstruir a una mujer apasionada por la danza, que se fue de su casa en busca de un lugar en el mundo, que no se conformó con su pasión, sino que la interrogó, que quería buscar su significado profundo. Desde esa pasión decide cuestionar lo hegemónico, romper con lo establecido para dar voz y movimiento a la parte silenciada de nuestra cultura: los afrodescendientes y nuestros pueblos originarios. Vielka construyó puentes para volver al centro de quienes somos.
También se retrata a la mujer que vio en la colaboración mutua la mejor manera de acercarse al público con propuestas estéticas y reflexivas: “No le conocí otra forma, sino la de la colaboración mutua. Una coreografía partía de un trabajo conceptual, en el que participaban artistas plásticos, músicos, escritores y otros intelectuales, indistintamente de que estuvieran directamente involucrados o no. Eran trabajos de la colectividad y en los programas de mano se dejaba ver todo el concepto que había detrás de un movimiento” (p.58). Son estas visiones de conjunto cultural, no de bloques ni unanimidades, las que más necesitamos volver a practicar, y en esta biografía tenemos la oportunidad de ver el movimiento funcionando.
Vielka Chu es también una mujer culturalmente versátil y muy cosmopolita en la mirada sobre su oficio. Pinta, hace cine, monta escenografías, aprende en cada uno de sus viajes, trae lo que aprende en Cuba, Estados Unidos, Ecuador, República Dominicana y lo pone al servicio de su búsqueda de nuestras raíces. Es una profesional de carácter, de voz de trueno, acción de torbellino, que conecta sus saberes, que rumia su arte, que guarda registro de todo lo que ocurre en su carrera, intuyendo quizás lo que constató en su momento: quisieron que su legado no fuera recordado.
Lucy Chau no solamente fija la memoria de su hermana y la sitúa donde corresponde, nos deja la tarea de volver a una de las épocas más efervescentes y creativas de nuestra historia cultural. Si en Madrid hubo una “Movida madrileña” en los ochenta, saliendo de una dictadura, en Panamá, nuestra “Movida” fue desafiando una dictadura, fue venciendo olvidos, fue disfrutando de pensarnos, creando, contribuyendo, y, aunque hubo sus desavenencias, la vida intelectual parió grandes colectivos, como DEXA, Teatro Callejero Oveja Negra, Ballet Moderno Haiku y tantos otros. En Panamá, no existía más independencia que la del arte, pero había una conciencia cultural mucho más firme.
Este es un libro fundamental, que debe darse a leer a nuestros estudiantes de secundaria, para que debatan, conozcan su historia y se apasionen. Un libro poderoso, que cuestiona el racismo, el clasismo, el olvido institucional. Un libro que emociona, porque al final, con el cuadro completo, como dice Lucy, “podemos entender lo que es capaz de hacer una niña que siente que no encaja en su entorno, que se pregunta por qué la excluyen, por qué tiene que esconder sus rizos, el color de su piel y sus deseos” (p.123).
“La oveja negra de mi familia” es un motivo para la ilusión y la acción. Lucy Chau ha escrito un libro que se convertirá, sin duda, en un clásico de nuestra literatura y de nuestra historia cultural, derrotando la vieja insistencia en olvidar.