¿Merecen sus chanclas ser expuestas en un museo? Muchos grandes centros de cultura en el mundo consideran que sí y, en plena pandemia del nuevo coronavirus, están recogiendo objetos y testimonios para documentar este extraño período de la historia mundial.
“En cuanto supimos que iba a haber confinamiento, discutimos qué guardar para el futuro. Es una experiencia tan extraordinaria”, dice Beatrice Behlen, conservadora del Museo de Londres, dedicado a la vida de la frenética capital británica.
Así que hicieron un llamamiento a los londinenses para que donasen los objetos que para ellos simbolizan el confinamiento.
Puede ser algo reconfortante, como sus pantuflas favoritas, dice, o reflejar nuevas aficiones como “tejer o cocinar o incluso fabricar mascarillas”. No se trata tanto del objeto en sí como del “significado que tiene para su propietario”, explica la comisaria.
Respondiendo al llamado de otra institución cultural londinense, el Home Museum, una familia cuenta haber colocado una pantalla de ordenador sobre la mesa de su comida de Pascua para compartirla con familiares en vivo. Otra convirtió su sala de estar en un taller de costura para hacer trajes de protección para el personal sanitario.
En muchos países han surgido iniciativas similares.
En Suecia, el Nordiska Museet de Estocolmo recoge las reflexiones de los niños sobre su vida diaria, lo que piensan sobre la situación y su visión del futuro.
Ya sea una foto de una fiesta de cumpleaños confinada o un beso a través de una ventana, el Museo de la Ciudad de Viena ha recibido unas 1,800 contribuciones sobre el vuelco que la pandemia dio a la vida de los habitantes de la capital austríaca.
“Tenemos que llevar un registro de este evento para poder explicar lo que sucedió dentro de 100 años. Si no lo hacemos ahora, corremos el riesgo de perder toda esa memoria”, afirma Sarah Lessire, coordinadora de otro proyecto, los Archivos de Cuarentena en Bélgica.