La propagación del coronavirus ha ido a la par con una multiplicación del porte de mascarillas y guantes por parte de la población, una medida no necesariamente eficaz, que además pone en jaque el abastecimiento al personal médico.
El lunes en París, justo antes de la entrada en vigor de un confinamiento sin precedentes, algunas personas en la calle llevaban mascarillas quirúrgicas o bien las de alto nivel, llamadas FFP2. Sin embargo, las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son claras: lo más importante es lavarse las manos, evitar tocarse la cara y mantener las distancias.
La mascarilla está pensada, además, para los enfermos y para quienes se ocupan de una persona contagiada con el virus.
Las mascarillas deben reservarse al personal médico: la OMS, que estima que harían falta 89 millones de unidades al mes en la lucha contra el Covid-19, recientemente alertó de un “agotamiento rápido” del material de protección en el mundo. Pero el mensaje no parece llegar a las personas.
Llevar una mascarilla también puede ser contraproducente, puesto que las reglas de uso son estrictas: lavarse las manos antes, colocarla y no tocarla una vez en la cara, pero “la gente está todo el rato tocando su mascarilla (...) y es así como nos podemos contagiar puesto que el virus estará sobre la mascarilla”, explica el director de Sanidad en Francia, Jérôme Salomon.
Y el riesgo es similar para los guantes.
“Si la gente no para de tocarse la cara, (los guantes) no sirven de nada”, explica a la AFP el doctor Amesh Adalja, del Centro de Seguridad Sanitaria Johns Hopkins, en Estados Unidos.
El virus no se transmite a través de la piel sino cuando la mano o el guante transfiere las gotitas infectadas a la nariz o la boca.
Según un estudio publicado en 2015 en la revista American Journal of Infection Control, como promedio nos tocamos la cara unas 20 veces cada hora.
Además, "llevar guantes puede dar una sensación falsa de seguridad", insiste el doctor Adalja, apuntando que los de hospital, que no están destinados a la vida diaria, pueden romperse fácilmente.
Y “si se llevan guantes, uno ya no se lava las manos”, agrega Véran.