Mientras que algunos individuos pueden “tener la sensación de que no pueden escapar a su riesgo genéticamente predeterminado de infarto de miocardio, nuestros hallazgos indican que seguir un estilo de vida saludable puede reducir el riesgo genético de una forma muy poderosa”.
Así lo manifestó el médico, científico y genetista humano Sekar Kathiresan, en una conferencia en la que daba alusión a resultados del estudio “Genetic Risk, Adherence to a Healthy Lifestyle, and Coronary Disease”, del cual fue partícipe y que fue publicado en noviembre pasado en la revista científica The New England Journal of Medicine.
El análisis encontró que el estilo de vida puede influir más que la predisposición genética para no padecer una enfermedad cardiaca de tipo hereditario.
ES CUESTIÓN DE ‘ESTILO’
Existe evidencia científica que también hace referencia a que las probabilidades de desarrollar diabetes se pueden reducir notablemente aunque se tenga predisposición genética a padecerla.
Por ejemplo, si una persona con prediabetes (es decir, si sus niveles de glucosa en la sangre son más altos de lo normal) logra disminuir su peso en un 10%, esto logrará reducir en un 58% su riesgo de padecer diabetes tipo 2, manifestó el endocrinólogo Enrique Caballero, docente de la Universidad de Harvard, en el XIV Seminario Latinoamericano de Periodismo de Ciencia y Salud, realizado en Boston, Estados Unidos, en septiembre pasado.
De acuerdo con el médico, aunque la persona tenga el factor genético de desarrollar la diabetes, practicar un estilo de vida activo le disminuye el riesgo significativamente.
EL ADN, POR DENTRO
La doctora en genética del envejecimiento Yila De la Guardia, bióloga e investigadora clínica del Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología, explica que entre más genes ligados a una enfermedad se hereden, se incrementa el riesgo a sufrirla.
“Es por esto que es importante observar qué enfermedades corren en la familia para tener algún indicio de que puede haber predisposición. En ese caso, lo ideal sería realizarse una prueba genética y así determinar si es imperativo hacer cambios en el estilo de vida y evitar que la enfermedad pueda desarrollarse”, comparte.
Cada persona al nacer obtiene la mitad de su material genético de su padre y la otra, de su madre.
“El ADN de cada individuo viene 50% de mamá y 50% de papá. Científicos han encontrado que algunos genes están ligados a enfermedades específicas como hipertensión, cáncer de mama, diabetes, etc. Por ello, tener aquellos genes predispone e incrementa el riesgo de padecer estas enfermedades”, indica De la Guardia.
Lo explica de la siguiente manera: por medio del ADN, “heredamos de nuestros padres ‘un libro de instrucciones de cómo crear un individuo único’. Pero los genes que tenemos no se expresan en todas las células de manera constante. El genoma es como un libro de recetas para hacer proteínas, y como tal, no se ‘cocina’ lo mismo todos los días. Ciertos genes se expresan cuando la célula recibe señales del ambiente. Por ejemplo, se han encontrado genes asociados a la obesidad. Sin embargo, si se mantiene una dieta balanceada y se hace ejercicio moderado, estos genes que podrían causar la enfermedad no ejercen su efecto”.
PARA VIVIR MÁS Y MEJOR
¿Cuál es el secreto para vivir más y mejor? “Lo que nadie quiere escuchar porque ya lo sabe, y conlleva sacrificio: dieta moderada y ejercicio. El envejecimiento está muy ligado a la nutrición. Hay muchos estudios en animales que demuestran que el consumo excesivo de azúcar acelera el envejecimiento”, relata De la Guardia.
Añade que aunque en términos estrictamente científicos “no tenemos aún una dieta específica para vivir más”, es importante disminuir las comidas altamente procesadas y el azúcar. “¡Todo tiene azúcar añadida, está escondida en todos lados!”