Nueva edición de ‘Tengo miedo torero’, de Pedro Lemebel

Nueva edición de ‘Tengo miedo torero’, de Pedro Lemebel


Sin lugar a dudas Pedro Lemebel (Santiago de Chile, 1952), es uno de los escritores latinoamericanos que hay que leer más que nunca. Y no sólo por su compromiso y militancia, si no, sobre todo, por la belleza de su manejo del lenguaje, por su capacidad de elaborar metáforas hermosísimas, por el poder y el rigor de su mirada sobre la marginalidad y la marginación sistémicas de nuestro continente. Porque Lemebel no narra sólo a Chile, nos narra a todos todo el tiempo.

La editorial barcelonesa Las afueras publica, veinte años después de su primera aparición, la que quizás sea una de las mejores novelas que se hayan escrito en América durante el siglo XX: Tengo miedo torero, una historia ambientada en Santiago de Chile, aquel aciago septiembre de 1986, en el que se perpetró el atentado contra el dictador Augusto Pinochet, y que se sitúa sin pretenderlo como una lección de abordaje de la historia contemporánea desde la ficción.

La Loca del Frente es la protagonista absoluta de esta historia en la que un apuesto Carlos, que participa en la elaboración de los planes del atentado, seduce a la Loca para que guarde en su pequeño apartamento la literatura subversiva, armas, y ceda el espacio aquel para reuniones clandestinas. La pasión que despierta el joven en el viejo homosexual le hace ceder, colaborar y hasta militar en una subversión que le lleva a levantar su voz en un autobús para decir: “todos los seres humanos somos iguales y merecemos respeto”, una frase bajo la que podemos leer toda la obra de este cronista de la diversidad y la integración.

Tengo miedo torero es música. Constantemente, La Loca canturrea, recuerda y cita viejas canciones por las que discurre, narra y emociona al lector a partes iguales. Lemebel nos arrastra a los suburbios maltrechos y grises de un Santiago de Chile bajo la dictadura, y lo hace con las letras de viejas coplas, La Piquer, Sara Montiel y otras que el protagonista reconoce que son viejas, pero que para la acción de esta historia son un sustrato en el que crecen muy bien las emociones y las reflexiones.

La poesía de esta novela es otra de sus profundas virtudes. No se equivocaba Roberto Bolaño cuando decía que Lemebel es el mejor poeta de su generación sin escribir poesía, “porque nadie llega más hondo que él”, y lo hace, no sólo con el ritmo del fraseo, sino con las imágenes tan hermosas que es capaz de construir, dominando su prosa poética que te lleva a leer con lágrimas en los ojos muchos pasajes, que son pura belleza y hondura de nuestra lengua: “Nada es ideal, insistió para sentir el vidriado calor de la pena humedeciéndole la mirada, descorriendo apenas la acuarela azul de las flores marchitas que esperaban el rocío amargo y teatrero de su llanto”.

Esta novela de Lemebel, que cumple veinte años con esta edición de Las afueras, es una pequeña obra maestra de la ficción histórica sin serlo. Queda claro que lo que impulsa a los personajes principales de esta historia es el amor, el de La Loca hacia Carlos, que lo hace transigir con todo, pero se sostiene sobre los hechos de un suceso histórico: el fallido atentado contra el dictador en septiembre del 86. Es una clase magistral la que nos ofrece Lemebel, tomando la historia, trabajando a sus personajes para que la protagonicen y explicando a la vez los sentimientos, motivos y aspiraciones de un país que quería cambiar el rumbo de su circunstancia.

Pedro Lemebel nos saca del closet del encorsetamiento, de la oscuridad y estrechez de miradas. Nos expone a la belleza de las palabras, la profundidad de la ilusión del amor más allá o pese a todo, nos confronta con nuestras realidades para que nos levantemos a voz en cuello para decir basta. Tengo miedo torero es la gran oportunidad de adentrarnos en la obra de uno de los mejores escritores latinoamericanos, hermanado, como dice Monsiváis, con Sarduy, Puig y Arenas. Pero no se dejen etiquetar la mirada, ni las lecturas: escriben desde la luz, fuera del closet, con la belleza en la pluma, con la belleza en la mirada.

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