Lia, Adrián y David nacieron hace menos de una semana, de madres panameñas. Lia es italiana de la ciudad de Pisa, y David y Adrián son chiricanos, y al llegar a este mundo vulnerable encarnan la proclamación en Twitter del papa Francisco del sábado, cuando escribió que los niños que nacen hoy son un signo de gran esperanza.
Francisco amplió en otro tuit el tamaño de la esperanza al mencionar “a las jóvenes madres que afrontan comprensibles miedos”. Y añadió un mensaje de sosiego para quienes “las sostienen con afecto y con competencia”, es decir el personal de la salud que por estos días se juega la vida con los dados del Covid–19 en la atención de las embarazadas.
El tuit del papa Francisco apareció a los pocos días de que al norte del Vaticano, Yisalex Carrera tuviera a Lia en el Ospedale Felice Lotti, de Pisa; y de que al otro lado del Atlántico las chiricanas Melissa Quintero y Edlin Ríos dieran vida, en tal orden, a Adrián y a David en el Hospital José Domingo de Obaldía, de David.
“Es una enfermedad nueva y lo que diga hoy puede cambiar en una semana. Se desconoce si es posible una transmisión vertical madre a hijo en el útero”.
Adolfo Tinker, médico ginecólogo obstetra
Y más de 48 horas después de la reunión internacional por video–conferencia del doctor panameño Adolfo Tinker con sus colegas de la Federación Latinoamericana de Ginecología y Obstetricia para abordar asuntos esenciales de una enfermedad con la que el mundo volvió a hacerse ancho y ajeno.
“Es una enfermedad nueva y lo que diga hoy puede cambiar en una semana: todavía se desconoce si es posible una transmisión vertical madre a hijo en el útero”, sostiene Tinker. El concilio virtual de los ginecobstetras ocurrió al otro día de nacer y morir el primer bebé con Covid–19 en Estados Unidos.
Los expertos expusieron casos en varios países igualados en afrontar a tientas esta pandemia y se plantearon inquietudes como qué tan oportuna es la presencia de los padres en los partos; o la conveniencia de la transmisión virtual. “Lo que sí sabemos es que la atención con el paciente de Covid–19 lleva otro tratamiento, luego esa embarazada debe aislarse y el personal paramédico que la atienda debe usar todo un equipamiento de protección individual”.
Señales
Yisalex sintió las primeras contracciones en la madrugada del martes 31 de marzo, en su casa de Terricciola, un pueblito de las afueras de la provincia de Pisa. Edlin recuerda que el lunes 30 de marzo “expulsó el tapón mucoso”. Es la señal del inicio de la labor de parto. Y Melissa acumuló ese mismo día dos semanas de hospitalización solitaria por causa de una preclampsia. Si todo salía según la pauta de los médicos, David nacería en la mañana.
Yisalex esperó con paciencia de centinela hasta el mediodía para ir al hospital. Prefirió soportar el dolor para sentir contracciones de 45 segundos cada 5 minutos según la instrucción médica impartida a ella semanas atrás, cuando debió internarse en el Felice Lotti durante cuatro días porque su cuerpo registró 39 grados de temperatura como resultado de una influenza.
Para desgracia de la panameña, ese viernes 21 de febrero se extremaron los cuidados sanitarios en Pisa y el pánico sacudió esta provincia de montañas dormidas desde la Segunda Guerra Mundial, con el registro oficial del primer caso de Covid–19.
“Sentí pavor al llamar por teléfono al médico de cabecera de Terricciola, que es un servicio gratuito de cada municipio italiano. A él se le notaba que no quería tener contacto conmigo”. El doctor la interrogó sobre la posibilidad de un contacto con un chino o si había ido a Asia. “Pero la fiebre no bajaba y por mi embarazo, me dijo que pidiera una ambulancia”., narró.
Llevada de urgencia al hospital, en un principio no quisieron atender a la panameña, segura ahora de que en esa provincia, como en ninguna parte del mundo, “nadie estaba preparado para la pandemia”.
Yisalex se conformó con esperar en la ambulancia, donde un médico le repitió las preguntas hechas con rigor por vía telefónica, y le tomó los signos vitales. “Pese al tapabocas, vi el terror en los ojos del doctor. Mis síntomas se parecían a los del Covid. Al final me admitieron y me dejaron sola en una sala hasta el 25 de febrero”.
Practicados los exámenes, los doctores detectaron una influenza. Le bajaron la temperatura con medicamentos inyectados mediante una venoclisis. Objeto de varias revisiones, los ultrasonidos revelaron el semblante panameño de Lia con su corazón palpitando y sus trazas de buena energía. En la salida, los médicos le recordaron a Yisalex que solo la recibirían para el parto si acusaba “las contracciones como ellos dicen”.
Edlin tenía el martes una cita “normal” de control de embarazo. “El doctor me examinó y vio que tenía cuatro centímetros de dilatación y me ordenó ir al hospital”. Madre que cría por sí sola a sus otros dos hijos, aunque la ayudan sus padres, primero pasó por su casa a recoger las maletas. Pidió por teléfono el servicio de un taxi y sobre las cinco de la tarde llegó “solita” al hospital.
“Estaba aterrada porque uno ya no sabe quién está contagiado o dónde está el virus. La verdad es que me dio temor de traer a mi bebé en estos tiempos”. Apenas se bajó del taxi la recibieron en el cuarto de urgencias del Obaldía, y pasó a la sala de parto. “A las 7.30 de la noche me pusieron el medicamento, porque tenía seis centímetros de dilatación”.
Melissa tenía temor pero también alivio de estar hospitalizada. “Si uno está afuera, la atención es más difícil”. La tranquilidad de esta chiricana en la mañana del 30 de marzo reposó en el derrotero trazado por el nosocomio. Estuvo siempre informada de las razones de su ingreso, y sabía que la hospitalización de dos semanas fue por el bien suyo y el de Adrián.
En la sala de labores de parto, donde le iban a realizar una cesárea, Melissa tuvo la convicción de que en un rato conocería a su primer hijo, sano y libre de virus, y de que luego se lo presentaría a su esposo, quien esperaba en casa las noticias de su paternidad.
Dice Tinker que antes de la pandemia los partos eran “todo un acontecimiento social”. La gente sacaba un tiempo generoso para visitar a las madres y conocer a sus bebés. “Hoy todo eso está bloqueado” y las habitaciones de los hospitales, que hasta hace un mes anunciaban la llegada de los panameños con bombas y carteles, ahora solo lucen el número de la puerta.
“Únicamente se permite una visita muy breve. Se acabaron las caminatas de las madres y se redujo su tiempo de permanencia tras haber dado a luz”. Si es un parto, la estancia será de un día como máximo, y en caso de una cesárea sin imprevistos, dos días. En ocasiones, las salidas suceden a las 12 horas.
En Terricciola no son muy diferentes las medidas para atajar la pandemia. Hasta el 29 de marzo, este pueblito registró 12 casos positivos, 5 de ellos atendidos en el Hospital donde nació Lia y donde una semana antes murieron dos pacientes de Covid–19. “Mi primera hija nació acá en 2017 y estuve días en recuperación y con la compañía de mi esposo”, dice la panameña madre de dos pisanas.
¡Llegaron!
Yisalex cumplió el veredicto de volver al hospital una vez las contracciones aumentaran su ritmo, y al mediodía del martes fue atendida por el equipo médico. “Pero ellos solo te admiten si estás segura de que vas a dar a luz, porque no quieren tanta gente acá”.
La devolvieron a su casa y le autorizaron el regreso si sentía dolores más fuertes. Aguantó los espasmos y las dolencias hasta las nueve de la noche. Su esposo Maximiliano llamó al hospital y la obstetra lo instruyó para hacerle un baño con agua. Y le recordó, una vez más, que las contracciones de 45 segundos cada cinco minutos querían decir que “eran verdad esos dolores de parto”.
Maximiliano llevó a su esposa al hospital rozando la media noche. La dejó en la puerta de la sala de urgencias. Los médicos examinaron a Yisalex y corroboraron su dilatación de tres centímetros. “Me informaron que debía quedarme. Mientras que Maximiliano esperaba afuera” en un Oppel aparcado en el estacionamiento. Un funcionario le avisó que podía presenciar el parto. Pero optó por ir a su casa a recoger las maletas que su señora preparó con esmero panameño antes del cierre de las tiendas y de la aparición del virus en Pisa.
Lia nació a las 2:05 de la madrugada. Vino al mundo con un peso de 3.1 kilogramos y 51 centímetros de cuerpo después de un parto natural, como son en el 90% de los nacimientos en Italia. “Los doctores consideran que no hay por qué comercializar la cesárea”.
Temerosos de propagar el virus, solo una persona del equipo médico tuvo contacto con Lia, que por el aleteo enervado de sus bracitos y piernas parecía un colibrí. Su padre sujetó a la madre de los hombros durante el trance, siempre guardando cuidado de no tocar a la bebé. “Me la pusieron en el pecho y me la pegaron a la teta. Desde una distancia prudente, la pediatra me dijo cómo limpiarla con agua tibia, sin jabón”. Le puso un vestido de tipo boddy.
La panameña y la pisana se quedaron dos horas en la sala de parto. Una hora antes de aclarar otro día de pánico en Italia, fueron a la habitación y luego les dieron salida. En el momento de esta entrevista por teléfono, Maximiliano aún no se atrevía a cargar a su bebé.
Melissa tuvo a Adrián a las 9:50 de la mañana. Es un bebé grande que el día de su nacimiento pesó 5 kilos y midió 47 centímetros. Apenas repuso sus fuerzas, ella se tomó un selfi con Adrián y se la enviaron al papá más angustiado de todos, pero que no cabía de la dicha en la puerta del nosocomio para recoger a su familia.
A las 9:10 de la noche, Edlin tuvo a David por parto natural. Es otro gigante chiricano de 5 libras y 48 centímetros. Su mamá salió al otro día, sin embargo, a él le detectaron azúcar baja y lo trasladaron al cuarto de neonatología. Le balancearon la glucosa, pero ahora le nivelan la bilirrubina. “Se puso amarillo”, dijo ayer su mamá. Hoy le dan de alta al pequeño gran David.
En Pisa y en Chiriquí, tres bebés panameños de la era del Covid-19 llegaron al mundo a jugarse la vida ante el poder letal de la pandemia. Cabe esperar que ganen la partida para que se cumpla la premonición del Papa.

