¿Cómo sabemos si estamos viendo una buena comedia teatral? Yo soy de los que piensa que por medio de chistes, situaciones absurdas y acciones exageradas podemos entender mejor dinámicas sociales complejas y sus efectos en nuestros comportamientos.
Algunas obras de Oscar Wilde son conocidas por su trivialidad y ligereza. Sin embargo, el uso hábil del lenguaje de este dramaturgo irlandés nos hace entender los valores sociales de la clase alta británica del siglo XIX, invirtiéndolos y cuestionando las virtudes de la razón.
Locas de remate, en el Teatro ABA hasta el 26 de febrero, es una de esas comedias que utiliza la estructura del poder existente para proponer que en muchos casos los únicos razonables son los locos.
Antoñita (Sandy Correa) y Rosa (Mónica Lauri) son internas de un hospital psiquiátrico en busca de amor. Al principio de la obra, han tramado una cita con dos internos del psiquiátrico de enfrente (Ángel Ramos y Gianni Bianchini) para una noche de baile, tragos y mucho amor. Pero un cuchillo ensangrentado y una mujer vestida de novia interrumpen los planes de nuestras protagonistas, que sin saberlo se montan en una montaña rusa de líos policíacos, terapias de shock y elecciones corruptas.
El público es testigo de un mundo invertido donde nada es lo que parece ser, excepto el razonamiento de Antoñita y Rosa.
Para poder transportar al público a la lógica de lo irrazonable, este tipo de obras necesita de la energía inextinguible del elenco. Ramos y Bianchini irrumpen en cada escena con saltos y bríos que nos ayudan a adentrarnos más en la trama desaforada de la obra. Gracias a la evidente química entre Correa y Lauri, podemos apreciar la inmensa ternura y fragilidad de sus personajes. Es esta fragilidad lo que pone en evidencia el juego de poder del director del hospital (Eric de León) que utiliza su posición y conocimiento para amedrentar a los más débiles y consolidar su autoridad.
La obra pudiese ser más impactante con un uso más diestro del espacio para representar diferentes lugares y estados mentales de los personajes. El diseño de sonido en muchas ocasiones interrumpe y hasta distrae al público, presentando un tono diferente al que los actores están exteriorizando.
El texto fue escrito hace ya casi 30 años y su abordaje sobre la salud mental refleja los conocimientos de ese entonces y una diferente sensibilidad a la que tenemos ahora. A pesar de esto, entre risas, Locas de remate nos recuerda cómo pequeños actos de corrupción afectan la vida de los que más ayuda necesitan.

