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A romper el silencio de la violencia

El 35% de las mujeres del mundo ha sido víctima de violencia física o sexual por parte de su pareja, o agredida sexualmente por terceras personas.

A romper el silencio de la violencia

La mujer —por su condición de género— es violentada en diversos rincones del mundo, y de varias formas.

Y es que la violencia “lesiona la calidad de vida” y viola el derecho a vivir sin esta, sembrando así en sus víctimas temor, tristeza, culpa, desconfianza, baja autoestima, problemas de comunicación, e incluso conlleva a intentos suicidas.

Este tema fue abordado por la trabajadora social Dora Isabel Arosemena, especialista en orientación familiar, en el XVI Congreso Nacional de Ciencia y Tecnología, organizado en octubre pasado por la Asociación Panameña para el Avance de la Ciencia, y la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Su ponencia la dictó en el panel “Violencia basada en género, un problema social y de salud pública”.

Los agresores de la mujer pueden ser tanto su propio cónyuge (actual o expareja), como parientes de primer grado (padres, abuelos, hermanos) y segundo grado (tíos, cuñados, etc.), así como personas externas a su entorno familiar, enunció Arosemena, quien actualmente es analista de programas en el Fondo de Población de las Naciones Unidas.

REALIDAD MUNDIAL

El 35% de las mujeres que viven en el planeta ha sido víctima de violencia física o sexual por parte de sus parejas, o   agredida sexualmente por terceras personas, al menos una vez en su vida, expuso Arosemena, basándose en datos recientes de la Organización Mundial de la Salud.

Las niñas y adolescentes también son víctimas de la violencia de género. Un informe reciente de ONU Mujeres recopiló que el 60% de las agresiones sexuales reportadas en todo el mundo es cometida contra menores de 16 años, mencionó la expositora.

Algunas mujeres también son violentadas desde el momento de su debut sexual. La trabajadora social señaló que el 30% de las mujeres fue forzada a tener su primera experiencia sexual, y esta cifra se incrementa hasta el 45% entre las jóvenes que tenían menos de 15 años cuando tuvieron sexo por primera vez, de acuerdo con estadísticas de la OMS de 2013.

Incluso, la especialista recalcó que la evidencia mundial existente sobre la materia ha encontrado que la mutilación genital, el acoso, la intimidación, el sexo forzado y el matrimonio infantil son otras prácticas nocivas que agreden la vida tanto de mujeres adultas como de niñas de 10 años.

FAMILIA PATRIARCAL

El núcleo familiar puede estimular la violencia hacia la mujer si en él se establecen reglas rígidas donde la mujer está en una posición inferior, o si sus miembros socializan de forma machista y utilizan la violencia como “forma normal para la solución de conflictos”, explica Arosemena, quien agrega que el consumo excesivo de alcohol y el uso de armas entre los varones, así como el “deficiente cumplimiento de la legislación”, “la débil institucionalidad” y la publicidad sexista que se ventila en los medios de comunicación son algunos facilitadores para que esto ocurra.

Además, existen diversas “actitudes de género” latentes en la región latinoamericana y del Caribe, dijo Arosemena.

En Jamaica, por ejemplo, la Encuesta sobre Salud Reproductiva realizada en 2008 encontró que el 27.2% de los varones participantes, con edades entre los 15 y 24 años, manifestó estar de acuerdo con la afirmación “es una obligación de la esposa tener sexo con su esposo, incluso si ella no quiere”, mientras que el 24.5% de las mujeres encuestadas dijo estar a favor.

En Guatemala, donde el 67.6% de los varones —sujetos de estudio de una encuesta nacional del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, realizada en 2011— consideró que “una buena esposa debe obedecer a su cónyuge o compañero aunque no esté de acuerdo con él”, y el 49.2% de las mujeres de ese país centroamericano manifestó estar de acuerdo con la afirmación “el hombre tiene que demostrar que manda en casa”.

Ecuador no escapa de esta realidad. Un estudio local encontró que una de cada cinco mujeres piensa que no debe salir a la calle sin decirle a su pareja primero, “no hacer las tareas de cuidado o domésticas justifica el uso de violencia” hacia ella, y casi un tercio de las participantes considera que “la sospecha de infidelidad también justifica su uso”. Estas conclusiones fueron presentadas en la Encuesta Demográfica de Salud Materna y Infantil que realizó el Centro de Estudios de Población y Desarrollo Social en el país suramericano en 2005.

‘ALTO’ AL CICLO VIOLENTO

La evidencia mundial refleja que las mujeres que son violentadas tienden a “minimizar lo sucedido al punto de racionalizar, negar y dar por olvidado el hecho como mecanismos para enfrentar la agresión”, apunta la trabajadora social. 

Como la violencia es una especie de ciclo que se tiende a repetir de generación en generación, Arosemena aboga por empoderar a la sociedad a poner un “alto” a la desigualdad de género.

Para detenerlo, aconseja a la mujer dejar de justificar el acto ocurrido, y en su lugar “romper el silencio social” y hacer la denuncia, y al resto de la sociedad le recomienda escuchar a la víctima sin juzgarla, y servirle de guía para brindarle ayuda profesional.



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