Anécdotas, confesiones, reflexiones, críticas, recuerdos y canciones. Un concierto “Íntimo” de Rubén Blades es mucho más que compartir sus principales éxitos con su público.
Los encuentros del autor de Buscando América con sus fans tienen cero de convencional. Otros cantantes brindan sus temas más populares (más alguno de su nuevo material, nada más), bailarines versátiles y atractivos, una puesta en escena impresionante, algunos más se escudan en sus coristas para evadir que sus mejores años han pasado porque ya no tienen voz y sus pulmones están para jubilarse, otros alargan lo más que puedan cada pieza para que al final su repertorio no pase de las 15 canciones, mueven sus caderas una cantidad estudiada de veces para deleite de la platea, un par de palabras para dejar creer que interactuaron con sus espectadores y uno que otro agradecimiento para poner contento a los patrocinadores. Hora y media después (a lo sumo dos horas) todo el mundo para su casa.
Está lejos que esa sea la dinámica que cada año ofrece el responsable de Siembra en sus presentaciones, en especial los “Íntimos” que ofrece en su Panamá.
El que asiste a uno de estos conciertos de Rubén Blades hace un pacto implícito con el también actor y abogado: va a escuchar más de 30 canciones (tanto las más icónicas como aquellas que por distintos azares no lograron ser conocidas) y mucha conversa de quien te invita a que conozcas cómo nacieron sus canciones, cuáles fueron sus influencias en lo artístico (músicos, escritores, actores) y el valor que tienen para él la familia y los amigos: tanto los de su juventud como aquellos otros inmortales de las artes: de Cheo Feliciano a Gabriel García Márquez, de Roberto Roena a Leonardo Padura (estaba entre el público), de Bob Dylan a Derek Walcott a Tite Curet Alonso…
Lo suyo es una autobiografía musical, una clase maestra de creación, más algo de monólogo teatral y las bondades del stand up comedy, todo en formato tipo concierto como quedó demostrado en su magnífica presentación del pasado 7 de diciembre en el Teatro 784.
Rubén Blades, cautivante en sus relatos y con un sentido del humor a flor de piel, demostró lo que ha sido evidente desde hace décadas: que es un narrador oral extraordinario, que posee el don de ser fabulador nato y un actor capaz de seducir con su presencia y su verbo, además de lo que ya todos saben (hasta sus detractores lo admiten a regañadientes y en silencio) que es un genio a la hora de escribir cuentos que son canciones y cuando demuestra que a sus 71 años tiene una voz y una presencia física que más de un muchacho quisieran poseer.
Este concierto fue del disfrute no solo de los panameños y de los extranjeros que residen en el país sino que hubo público que vino expresamente a ver a Blades en acción y lo hicieron desde Perú, Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos y Brasil.
El concierto comenzó a las 9:30 p.m. del 7 de diciembre y terminó a las 2:45 a.m. del día siguiente. Sí, 5 horas y 15 minutos. La fantástica banda de Roberto Delgado y el propio Blades demostraron durante ese largo período de tiempo que tienen una energía fuera de serie.
De Plástico a Ligia Elena, de Las Calles a Pedro Navaja, de Patria a Plaza Herrera, de Juan Pachanga a Todos vuelven, de Amor y control a Paula C, de El cantante a Buscando Guayaba.
Encima, el público le aclamó piezas que no estaban planeadas tocar, lo que evidencia que hay mucho material de alguien que va rumbo a 50 años de carrera musical e interpretativa. Encima, habían quienes le pedían otra porque la sensación de plenitud y de seguir disfrutando era más fuerte que las ganas de irse a dormir.
Ese entusiasmo fue claro en una audiencia de todas las edades. Habían espectadores que podrían ser los nietos de Blades, otros de mediana edad y unos mayores que el propio creador de Medoro Madera.
Por todas estas razones, los “Íntimos” de Rubén Blades en Panamá son como un documental cinematográfico, donde comprendes el por qué de sus canciones y el momento histórico, personal, nacional e internacional en que fueron concebidas.
El que nació en el Santo Tomás y residió en San Felipe, Santa Ana y Carrasquilla, el que era penoso en sus pininos (le pidió a Ray Barreto ponerse una máscara para poder salir a cantar), el que ganaba 35 dólares por función cantando en Nueva York a mediados de los 1970 (38 dólares si lo contrataban un sábado), el que ha compuesto canciones de indiscutible belleza, ese estuvo de pie por 5 horas y 15 minutos demostrando lo que es y será: una leyenda viviente.