Durante mucho tiempo, Aziz Mustaffa ha saqueado los nidos de tortugas de una playa de Malasia para vender los huevos. Ahora se gana la vida como guardián, protegiendo a esta especie en peligro de extinción.
Una reconversión exitosa, pero la batalla para proteger a este reptil, que migra del mar de China Meridional a las playas de este país del sudeste asiático para enterrar sus huevos en la arena, se anuncia ardua y larga.
Varias especies de tortugas marinas, como la verde, la carey o la laúd hacen sus nidos en el litoral de Malasia, donde los turistas pueden ver los huevos eclosionar y las crías precipitándose hacia el mar.
La población de tortugas se ha reducido mucho debido a la contaminación marina, el desarrollo costero y la recogida de los huevos, muy apreciados en la gastronomía de Asia.
“Las tortugas y los huevos son nuestro tesoro nacional”, afirma Aziz, de 44 años, viendo cómo, en medio de la noche, una veintena de hembras emergen del mar y ponen huevos en una playa de la isla de Redang, en el estado malasio de Terengganu.
“Me siento como su padrino y quiero protegerlas para las generaciones futuras. Me alegra ver a las tortugas grandes volver aquí para poner huevos”, declara.
Las tortugas cavaron agujeros en la arena y pusieron miles de huevos antes de regresar al mar. En la misma playa de Chagar Hutang, de 350 metros de largo, los huevos eclosionan y las crías se apresuran a llegar al agua.
Los seres humanos no son la única amenaza para las tortugas. Los huevos son una presa para los varanos (un lagarto grande) y los tiburones y otros peces devoran a las crías tan pronto como entran en el agua.
Aziz, de una familia de pescadores pobres de la isla, recuerda que se escondía entre los arbustos, cerca de la playa, para recoger los huevos en cuanto los ponían. No era el único, tenía rivales interesados en el tesoro.
Vendían los huevos a los comerciantes o se los comían. Con el tiempo Aziz se dio cuenta de que salía más rentable proteger los nidos, debido a los turistas.
Empezó a colaborar con un equipo de investigadores de la universidad de Terrengganu, lo cual le aporta unos 400 dólares al mes.
Se asoció con otros dos guardianes y un grupo de voluntarios para proteger los huevos de los cazadores furtivos y de depredadores como los varanos. “Los habitantes de la isla Redang reciben ingresos estables del turismo gracias al creciente número de visitantes que vienen a ver cómo las tortugas verdes ponen huevos”, cuenta.