Teatro, ¿para qué?

Teatro, ¿para qué?
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Edwin Cedeño se emociona al informar sobre los 9 mil espectadores de una función, a lo grande, sobre la historia de Panamá, en un lugar de historia, el conjunto monumental de Panamá La Vieja.

Nos reunimos para celebrar el Día Mundial del Teatro, junto con Maricarmen Sarsanedas, por dentro de este arte multifuncional.

No es común una megafunción de sesiones continuas, en una ciudad de piedra, Nuestra Señora de Asunción de Panamá, cuya fundación está por completar los 503 años. Proyecto grandioso, interesante, donde Panamá Viejo pondera su carácter patrimonial con las complicaciones propias de un montaje de esa naturaleza. Cobra vida la ciudad de la que el pirata inglés Henry Morgan se encargó hace 350 años.

De mil en mil, hasta las 9 funciones, viernes, sábado y domingo, por 40 minutos, el público disfruta de esa historia singular, llevado de la mano del equipo dirigido por Cedeño.

El escenario: en las afueras de la torre de la catedral, hermoso entorno, con los personajes históricos, en tarimas diversas, y la música. El tránsito de una tarima a otra, y codearse con el circunspecto general oriundo de Segovia, pero apellido Arias de Ávila.

“Es una experiencia maravillosa”, trata de convencerme Edwin, cuando ya estoy más que convencido del valor educativo, emocional, identitario y cultural de este espectáculo masivo. Espectáculo que no es un adiós al virus, con el que tendremos que convivir, pero sí en legítima defensa plantarle cara sin sacarle la lengua.

Una composición de Rey Ramírez en el minuto 37 muestra el sentimiento de esperanza, de compromiso y voluntad, en el canto, de que “jamás volveremos a caer”.

¿Qué identifica al teatro propio de otros? Nuestro director no titubea: “Nuestro teatro mayormente es un teatro de comedia. Nosotros somos un país con un humor muy particular”.

A foráneos les llama la atención la participación del público en la puesta en escena. Interviene, habla en voz alta. Representantes se expresan a medida que evoluciona la obra.

Maricarmen Sarsanedas revela que desde niña visitó las salas del Teatro Nacional, que actuó y pudo ver las obras dirigidas por su hermano Pepe Sarsanedas y conoció al padre Condomines, uno de los pioneros, y a muchos actores de primera fila. Ella produjo la obra que su hermano dejó escrita para llevar a cabo su funeral.

La pandemia –explica ella– es un divisor de aguas. Antes había muchos grupos activos y hoy sobresale la inacción. “Muchos están tratando de sobrevivir como pueden”. El público no está respondiendo ante los proyectos más pequeños.

“El teatro siempre ha sido como el hijo menor y el que menos ha heredado de la familia”, razona. “Pero siempre hemos salido adelante”, concluye.

¿Qué puestas en escena recuerda más Edwin Cedeño? Divorciadas, evangélicas y vegetarianas, enredo de autor argentino, que desternilló de risa a muchos espectadores. También el clásico Fausto del clásico Goethe (alemán).

¿Qué debe hacerse para realzar el teatro en nuestra sociedad? Depende de qué tipo de ciudadanos quieren la sociedad y líderes. Ese empuje debe llegar desde un programa del Estado, precisa el Maestro. A la gente del teatro, no obstante, hay que darle un espaldarazo, ya que mantiene viva la profesión y el interés del público por asociados más cultos y con mayor sensibilidad.

El autor es periodista y filólogo.


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