Todas las mañanas, Sidney Kramer, de 92 años, se coloca un medidor de presión en su brazo y se pesa, y los registros son transmitidos a un equipo de enfermeras y al teléfono de su hija, que se encuentran a kilómetros de su residencia en Maryland.
Si hay algo inquietante, una enfermera lo llama de inmediato, en una variante de la telemedicina que ayuda a Kramer a seguir viviendo en forma independiente con gente que controla permanentemente sus deficiencias cardíacas.
“Es una tranquilidad desde el punto de vista tanto físico como psicológico. Es como tener una cita médica todos los días”, dijo Miriam Dubin, la hija de Kramer.
La gran mayoría de los ancianos de Estados Unidos y de las personas que están pendientes de ellos se muestran dispuestos a ensayar la medicina virtual: 9 de cada 10 adultos de 40 años o más se sentirían a gusto usando al menos una forma de telemedicina, ellos mismos o sus seres queridos mayores, según una nueva encuesta de la Associated Press y el Centro NORC para la Investigación de Asuntos Públicos.
Pero quieren asegurarse de que una visita virtual o cualquier otra forma de atención remota es tan efectiva como una visita en persona y que la información sobre su salud es privada, de acuerdo con el estudio.
La medicina es considerada desde hace algún tiempo como una opción para las zonas rurales donde no abundan los médicos y es bastante popular entre los jóvenes con conocimientos de tecnología, que hacen consultas con sus médicos mediante mensajes de texto o vía Skype. Para los ancianos con problemas para moverse o enfermedades crónicas que hacen que ir a al consultorio resulte una odisea, las consultas virtuales podrían ser algo más que una conveniencia.
Entre el personal médico, el 87% indicó que le interesaría emplear algunas formas de telemedicina.
“Sospecho que los pacientes se sentirán mejor en sus casas en lugar de tener que esperar una hora para ver al médico por 15 minutos”, dijo Don Withey, de Cortland, Nueva York, que acompaña siempre a su padre, de 92 años, y a su madre, de 89, en sus visitas médicas.
Solo el 12% de los adultos dijo que no usarían ninguna forma de telemedicina.
Más del 30%, por otro lado, expresó preocupación respecto a su privacidad y la seguridad de la información. La mitad teme que la telemedicina ofrezca un servicio de menor calidad.
Cuando los monitores de Kramer registraron un aumento de peso durante una semana, las enfermeras inmediatamente supieron que estaba acumulando fluidos, un síntoma de posibles fallas cardíacas que requiere atención inmediata.
Dubin, la hija de Kramer, dijo que la telemedicina le da una tranquilidad tal que no tiene problemas en pagar los 250 dólares mensuales que cuesta ese servicio.