Corría 1915 cuando Albert Einstein presentó el 25 de noviembre, en la Academia Prusiana de Ciencias, una teoría revolucionaria, con la que reformuló las bases de la física estableciendo una nueva relación entre el espacio, el tiempo y la materia: La Teoría General de la Relatividad.
Antes había sido un experto técnico de la Oficina suiza de Patentes de Berna, donde en 1905 había realizado, en sus ratos libres, una serie de publicaciones clave, entre ellas la Teoría Especial de la Relatividad; en 1908 ejerció la docencia en Zúrich y, tras una estancia en Praga, recalaría en Berlín.
Europa vivía tiempos oscuros, inmersa en la I Guerra Mundial, cuando Einstein volvió a Alemania en 1914, donde había nacido 35 años antes, y se instaló en Berlín como profesor y miembro de la Academia Prusiana de Ciencias.
En Berlín, el físico se centró en el proyecto más importante de su vida, generalizar la Teoría Especial de la Relatividad, con la que postuló que, en el vacío, la velocidad de la luz es constante (300 mil kilómetros por segundo), un límite cósmico que nada puede superar y describió cómo se percibe el espacio y el tiempo en función de un observador no acelerado.
Y es que con el tiempo y el espacio pasan cosas extrañas cuando nos acercamos a la velocidad de la luz: el tiempo pasa más despacio y el espacio se contrae.
Con la Teoría General de la Relatividad Einstein extendió los conceptos de la Relatividad Especial para explicar la gravedad que, según había enunciado Isaac Newton, es una fuerza que afecta a los objetos instantáneamente, pero con eso se saltaba el límite de la velocidad de la luz, lo que no era posible, según el físico alemán.
En la Teoría General, Einstein planteó que la gravedad viaja a la velocidad de la luz y además estableció que está unida al espacio y tiempo (unificados en el tejido espacio-tiempo).
Einstein había llegado a la meta y presentó sus resultados ante la Academia Prusiana de Ciencias, en varias sesiones, y estos fueron publicados en las memorias de la institución.
Mientras otros dedicaban su talento a la I Guerra Mundial en la producción de gas venenoso, Einstein había dado un paso en la ciencia, aunque habría que esperar hasta 1919 a que se hiciera la primera comprobación experimental de su teoría, durante un eclipse de sol.