Entre el sonido de la trompeta, el clarinete y demás instrumentos, se escucha la gammu (flauta guna). Ella suena a sol, a mar y trae consigo historia, arte y la cultura de un pueblo orgulloso que no quiere dejar morir sus orígenes. Y es que desde 2015 la Orquesta Dule de Panamá ha tenido como propósito “realzar la identidad guna”, como explica su director Marden Paniza.
Mañana 4 de marzo tienen un concierto en el Teatro Nacional de Panamá, un logro tanto profesional como personal para sus alrededor de 30 integrantes cuyo camino ha estado lleno de esfuerzo, descubrimientos y acercamiento a su pueblo.
“Cuando comencé este proyecto con la profesora Iguandili López, directora de la Escuela Nacional de Danza de Panamá, dudé que hubiesen tantos músicos gunas como para armar una orquesta. Pensé que seríamos cinco gatos. Hoy tengo tantos músicos en frente que estoy asustado, porque es colosal”, confiesa Paniza, quien redefine su agrupación como “más que una orquesta, un producto de una explosión de raíces hablando el idioma de la música”.
Y son precisamente sus raíces la base más importante de este árbol del cual cosechan frutos dulces. Para muchos de sus integrantes, la mayoría jóvenes, la orquesta ha significado la oportunidad de reencontrarse con sus orígenes. Rosa García y Yabindili Smith, voces dentro la agrupación, recuerdan que el crecer en la ciudad de Panamá las mantuvo por mucho tiempo distanciadas de su cultura, aunque ambas confiesan que sus familias siempre trataron de mantenerles el sentir.
“En estos cinco años dentro de la agrupación he notado la diferencia, conozco más de la historia, idioma, costumbres y música de mi pueblo. Esto ha sido una escuela para todos los jóvenes gunas que nacen en la ciudad y desconocen de qué se trata nuestra cultura”, dice García.
Smith refuerza que la música crea conexión hacia la cultura. “El tener que cantar en nuestro idioma, aprendernos las letras, comprender su significado, nos hace entender lo rico de nuestro legado”, dice.
Temas como Somos o Cantamos para no morir, entre otros compuestos por el maestro Paniza, hablan sobre “la visión y cosmovisión del mundo guna”. “Sobre nuestro quehacer diario, forma de vida o nuestra memoria histórica”, explica Paniza, quien en parte encuentra inspiración del libro guna Babi Gala, el cual contiene la historia de la comunidad desde los inicios de la tierra, cuyo primer nombre fue Ologwadule hasta los días actuales en que se le conoce a la tierra como Nabgwana.
De esa creación comienzan las fusiones, no solo de ritmos sino también cultural. “La música es un idioma tan universal, que nuestros temas pueden combinar el blues, rap, y pop. Una canción como Igarmar (Camino) comienza con tamborera, le metemos salsa y tiene danza tradicional. Si no te importa o no te llama la cultura guna como tal, la música te va a jalar”, apunta.
“Inclusive hay canciones con ritmos congo. La idea es esa, que en algún lado de las canciones los panameños puedan sentirse identificados y pueda decir: ‘eso es mío”, agrega Olaideginya Benitez, intérprete de la gammu. “La idea principal es la parte indígena como tal, pero nuestra propuesta también es hacer esta mezcla para que el público pueda entender sus raíces, porque este un país multicultural, multiétnico, y de esa forma el público pueda empoderarse de quién es como panameño”.
Precisamente para reforzar ese compás abierto de sentires y participaciones, para la presentación en el Teatro Nacional, la orquesta contará con la colaboración de artistas gawa (no gunas), entre músicos y bailarines, en un show que mezclará lo tradicional con lo contemporáneo.