Variaciones sobre la biblioteca

Variaciones sobre la biblioteca
Una niña disfruta de la lectura dentro de un bibliobus o biblioteca móvil que forma parte de la Red de Bibliotecas Públicas. Archivo


Carlos Fong hablaba los otros días, en un artículo, de las bibliotecas como parte de la necesaria acción política que dé acceso al conocimiento y la cultura a los ciudadanos.

También lo hacía Nelva Reyes, en otro artículo, denunciando el deterioro que están sufriendo los libros y demás material de la Biblioteca Pública Carlos L. López de Las Tablas, cuyo Consejo Municipal no da solución a esta penosa situación.

Lo cierto es que el grado de abandono de las bibliotecas da una medida del nivel cultural y humano de quienes gobiernan.

Me sorprendió gratamente que el diputado Juan Diego Vásquez presentara un anteproyecto de ley que establece un marco jurídico para las Bibliotecas públicas en Panamá: cuando alguien tiene interés en que los demás tengan acceso al conocimiento, demuestra seguridad en sí mismo y una voluntad de transformación social que debe tenerse en cuenta para futuras citas electorales. Me fío siempre de una persona que no teme al crecimiento intelectual de los que lo rodean, que muestra interés por los libros.

Una biblioteca es también una casa donde dar forma a la memoria. La independencia que se pretende practicar del hábito de la lectura es siempre una suerte de suicidio crítico y creativo. El que opina sin leer es sólo un papagayo cautivo de su propia ignorancia, es un atrevido que sólo quiere mantenerse en su posición, no busca mejorar su perspectiva, pretende tener razón porque sí. El que escribe sin leer, el escritor independiente de la lectura, es peor que el opinante desleído: pretende fundar en sí mismo y su “escritura” (el entrecomillado significa que lo escrito no suele tener apenas valor literario) toda la literatura que existe, obviando para su oficio (si es que lo pretende) toda la enseñanza de los grandes escritores.

Las bibliotecas también deben existir como salvaguardas de esa memoria que ya citamos.

Variaciones sobre la biblioteca
Sala Extranjera dentro de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero, en la ciudad de Panamá. Archivo

Si es peligrosa la independencia de la lectura, lo es más la pérdida del patrimonio físico de nuestra cultura. Ante la excesiva dependencia de los medios digitales, tener la garantía de poder acceder a nuestro patrimonio material (periódicos, revistas, los propios libros), nos permite comprobar la veracidad de lo que se consulta virtualmente. En el viaje, en la búsqueda por los vericuetos de nuestra memoria, siempre hay paisajes que no esperábamos, siempre hay momentos que son un regalo.

Las formas de leer pueden variar, pero el leer no puede ser sustituido. Quizás, la desidia que se está practicando en Las Tablas sea la tónica en muchas localidades panameñas.

Los que tienen bibliotecas no las cuidan y, los que no las tienen, no quieren tenerlas porque da mucho trabajo, retratándose así el deseo vigoroso y ruin de cerrar por todos los medios públicos posibles, el acceso del ciudadano al conocimiento. Apostar por la “cultura del libro” (como decía el escritor Carlos Fong) es apostar por el desarrollo.

Una biblioteca, la propia o la pública, es un espacio para la curiosidad y un multiplicador de vidas. Buscar un libro en las estanterías es un gesto de curiosidad. Cuando dejamos de ser curiosos, cuando ya no queremos saber, estamos listos para ser manipulados. Es en la visión de otras vidas, de otras posibilidades a través de la lectura, que podremos resistir contra las adversidades que nos plantea la vida. Ojalá que podamos transmitir la necesaria alegría que acompaña la lectura.

Ahora que vuelven los muchachos a las clases, es el momento de relanzar la necesidad de más y más bibliotecas, tanto en las propias escuelas como en las comunidades: que nadie se quede sin tener cerca ese espacio para la defensa y salvaguarda de la memoria, para la curiosidad. Si no promovemos la lectura desde el principio, repetiremos el error del pasado: educar (si es que eso es posible) a otra generación de ciudadanos sin inquietud por su Historia ni su Literatura, es decir, una generación de desmemoriados que se creerán los cuentos que otro venga a narrarles.

Una biblioteca es un espacio para la libertad. Sonará ingenuo en tiempos como estos, pero no, eso es precisamente lo que los entusiastas de la ignorancia quieren que creamos.

La libertad se construye con conocimiento: no saber es siempre peligroso, y es el recurso de los cobardes.


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