A bordo de su velero, el navegante francés Fabrice Amedeo se prepara para zarpar en solitario. Pero su próxima vuelta al mundo no será solamente deportiva: también recogerá microplásticos para los científicos, ávidos de información sobre la contaminación de zonas marítimas recónditas.
Como otros regatistas, este experiodista ya participa en campañas de medición del CO2 y de la temperatura del agua.
Pero para la próxima Vendée Globe, la famosa vuelta al mundo en solitario y sin escalas que este año partirá el 8 de noviembre del oeste de Francia, su velero Imoca “Newrest - Arts et fenêtres” fue dotado de un captor más original.
El agua será bombeada por la quilla antes de atravesar tres filtros de 300, 100 y 30 micrones para retener los microplásticos. Los filtros deberán cambiarse cada 12 horas y almacenarse durante los 85 días que Amedeo estima necesitará para concluir su periplo mundial.
Habrá momentos “en que me dedicaré a otra cosa que a la competición, claro que afectará [la carrera], pero vale la pena”, asegura este amante de los océanos que quería “comprometerse con el medioambiente” y “navegar siendo útil a la ciencia”.
A bordo de su velero, este día se encuentran reunidos una quincena de investigadores del proyecto. Preparan la partida el sábado de la regata “Vendée-Arctique-Sables d'Olonne”, que servirá de ensayo general de la Vendée Globe.
En concreto, esperan obtener nuevos datos de temperatura y salinidad.
“No es habitual”, comenta Thierry Reynaud, investigador del Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar, expresando su respeto por estos navegantes que se comprometen con el planeta.
Aunque ya hay cargueros equipados con captores desde hace tiempo para apoyar la investigación científica, los “veleros tienen menos impacto medioambiental y van a lugares donde los navíos mercantes no van”, según Reynaud.
El interés por estudiar los microplásticos en los océanos es también creciente. Muchos estudios comprobaron su presencia en organismos vivos, incluido los que habitan en las profundidades de la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico, la más profunda del mundo.
Pero los investigadores confían en saber más de las zonas donde se concentran estas partículas, que proceden de la degradación de los ocho millones de toneladas de plástico que cada año acaban en el mar.
Algunas regiones ya fueron parcialmente estudiadas gracias a expediciones específicas, como la famosa “gran zona de basura del Pacífico”, en la zona norte.
Pero existen “zonas casi vírgenes de datos”, como en el Ártico, y en el hemisferio sur, donde hay una falta flagrante, sobre todo en el océano Índico y en el Atlántico sur, subraya Christophe Maes, físico oceanógrafo del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia. “Estas grandes competiciones nos permitirán contar con prácticamente una fotografía instantánea del conjunto de la circulación” de plásticos y saber más sobre las corrientes oceánicas que los transportan, según Maes.
El objetivo es identificar las grandes categorías de plástico, como el poliestireno, la poliamida o el polietileno, y cuantificarlas. También se examinará los elementos contaminantes, químicos y de metal.