El fiscal Caraballo y el silencio en las oficinas de Mossack Fonseca

El fiscal Caraballo y el silencio en las oficinas de Mossack Fonseca


Desde su ingreso a las oficinas de Mossack Fonseca, no se ha sabido nada de Javier Caraballo, el agente a cargo de la nueva Fiscalía Segunda Contra la Delincuencia Organizada, quien desde las 2:00 p.m. de ayer inspecciona los documentos que han dado pie a una investigación global sobre la participación de la firma en complejos entramados con sociedades offshore.

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Usualmente, las autoridades llegan al lugar, decomisan información y la revisan en sus oficinas. En Mossack Fonseca, el equipo se ha internado en los millones de documentos. No han abandonado el inmueble ni para dormir o tomar sus alimentos. En la mañana, ingresaron a las oficinas varias bolsas, algunas con el desayuno.

El secretismo ha provocado que los medios, nacionales y del exterior, reaccionen ante cualquier movimiento: un automóvil que sale de los estacionamientos en el sótano, algún agente uniformado del Ministerio Público, el personal de la firma que se acercó a cumplir con sus tareas cotidianas... A algunos se les negó el acceso.

Los turistas también han aprovechado el momento, pues han sacado fotos de todos los ángulos posibles. Hasta un dron sobrevuela el lugar. Una brasileña de 60 años de edad aprovechó su visita al istmo para venir a conocer el bufete del que todo el mundo habla. Casi una atracción turística más.

Quienes no esconden su inconformidad por tanta exposición son los vecinos.  La oficina que está frente al edificio de Mossack Fonseca retiró su cartel y ordenó a sus empleados que se abstuvieran de llevar el uniforme con el logo de la empresa. Hasta quitaron sus tomacorrientes externos. No quieren a los periodistas ni cerca.

Sobre el mediodía,  unas 30 personas del Suntracs llegaron a manifestarse. Piden justicia y sanciones, pues dudan que los cofundadores de la firma -Jurgen Mossack y Ramón Fonseca Mora- respondan por sus actos. El primero fue miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y el segundo, asesor presidencial hasta marzo pasado.

Una mujer treintañera se sostenía con fuerza al brazo de un hombre. Se tambaleaba. La batería de periodistas se abrieron para permitir el paso de la pareja, que con lentitud llegó a su automóvil.

La chica fue uno de los tantos pacientes que se atendieron hoy en la clínica dental Arango Orillac, que comparte el edificio en Marbella con Mossack Fonseca.

Decenas de clientes sortearon las cámaras para atenderse. A sus vecinos de Mossack Fonseca, sin embargo, no les fue igual. En todo el día apenas apareció un motorizado. "No están atendiendo hoy", le advirtió uno de los policías en la entrada del edificio que custodia el allanamiento que realiza el fiscal Caraballo.

Al parecer, no se cumplió la profecía de Mossack, quien la semana pasada vaticinó que su negocio continuaría.

Cuando se retiraron los quejosos del Suntracs, la calma de apoderó del edificio. Nadie entraba ni salía. Sólo un servicio de catering subió hacia las oficinas de la firma. Allanamiento o no, igual hay que comer. Sobre las 5:00 pm salió el puñado de colaboradores que trabajó. Salieron con prisa, y al igual que la noche de ayer, cargaban varios sacos de naranja.

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