Feliciano Padilla era un hombre de fe y convicciones firmes. Como pastor, su misión consistía en llevar un mensaje de esperanza y redención a quienes más lo necesitaban: los reos. Durante su labor, visitaba las prisiones para compartir la palabra de Dios con aquellos que, en medio de sus vidas criminales, buscaban una razón para cambiar.
Fue en una de estas visitas que conoció a Franklin José Quintero, un hombre que, en ese entonces, cumplía una condena por asesinato. A pesar de su historial, Quintero prometió a Padilla que dejaría atrás su vida de delincuencia y encontraría un camino hacia la redención. El pastor, siempre dispuesto a creer en las segundas oportunidades, aceptó la palabra de quien estaba tras las rejas.
Sin embargo, esa promesa nunca se cumplió. Cuando Quintero salió de prisión, en lugar de seguir el camino de la transformación, pidió hospedaje a Padilla en Changuinola, Bocas del Toro. Con la bondad que caracterizaba su misión, el pastor lo acogió en su hogar. Fue allí, en la tranquilidad de la vida cotidiana, donde Quintero cometió el acto más cruel: le quitó la vida a quien le había tendido la mano.
Este hecho ocurrió en octubre de 2005. Dos años después, en 2007, el Tribunal Superior de David, en la provincia de Chiriquí, llevó a cabo una audiencia en la que Quintero, tras confesar su implicación en el crimen, fue sentenciado por el homicidio agravado de Padilla, un pastor conocido por su labor altruista con los más necesitados.
El proceso legal
La magistrada Carmen Luz De Gracia, quien siguió de cerca el caso, manifestó su satisfacción por la condena dictada: 20 años de prisión por homicidio agravado. “Todos los hechos indicaban que Quintero era el culpable”, expresó en aquel momento.
Según la jueza, no solo la confesión del acusado, sino también las pruebas presentadas durante el juicio, confirmaron su responsabilidad en el crimen.
El caso de Feliciano Padilla resultó ser una de las investigaciones más complejas en la región. Inicialmente, la teoría de un suicidio fue planteada por Quintero, quien dejó una carta falsa imitando la letra del pastor. En esta, supuestamente, Padilla explicaba las razones de su decisión de quitarse la vida. Sin embargo, los investigadores pronto descartaron esta hipótesis, revelando que el crimen era mucho más oscuro de lo que se imaginaba.
Otros crímenes
La muerte de Feliciano Padilla, un hombre de 42 años, no fue un caso aislado. Las autoridades comenzaron a vincular a Quintero con una serie de homicidios que mantenían en vilo a la comunidad de Bocas del Toro. En 1998, había sido condenado a 12 años de prisión por el asesinato de Martín Araúz, un buhonero, aunque solo cumplió seis años por buen comportamiento.
Además, se sospechaba que Quintero era responsable de otros crímenes, como la desaparición y muerte de Dionisio Martínez Monroy en 1994, su hermano Humberto Monroy en 1996 y Maximiliano Ábrego en el mismo año.
Aunque la captura y condena de Quintero representó un alivio para los familiares de Padilla, quedó pendiente esclarecer las demás muertes relacionadas con el asesino.
El regreso del asesino
Tras cumplir su condena por el asesinato del pastor, Quintero reapareció en Changuinola con otro acto de violencia. El pasado lunes, atacó a Elías González, un hombre de 85 años. Ganándose la confianza del anciano al ofrecerse como jardinero, Quintero aprovechó un instante de distracción para golpearlo en la cabeza con una llave de tubo. El ataque ocurrió a las 6:30 a. m.
Un vecino, alertado por los ruidos, acudió al lugar y encontró al anciano ensangrentado en el piso. Quintero intentó convencer al testigo de que González había sufrido una caída, pero no logró escapar. Fue detenido por otros vecinos y entregado a las autoridades.
La Fiscalía de Homicidio y Femicidio de Bocas del Toro ordenó su detención preventiva por el delito de tentativa de homicidio, argumentando la gravedad del crimen y el peligro que representa para la comunidad, especialmente considerando sus antecedentes.