A las 9:34 de la mañana de hoy viernes, 17 de enero, aterrizó un helicóptero de la Policía Nacional en El Terrón, la comunidad de la comarca Ngäbe Buglé, que está en la escena pública luego de que siete de sus pobladores fueran asesinados en un extraño rito.
Tres miembros de la Policía descendieron de la aeronave, bajaron provisiones, y anunciaron que estarán custodiando el pueblo desde hoy, por tiempo indefinido. Se espera que en las próximas horas lleguen más efectivos.
Fue una petición de los pobladores, quienes después de la masacre del pasado fin de semana, temen por sus vidas. Temen que los actos se repitan. Que vuelvan los machetazos, los golpes, y las quemaduras en el cuerpo. Temen que los seguidores de la secta que acabó con sus vecinos, lleguen al pueblo a vengarse por haber delatado a los líderes.
Noches en vela, desasosiego, tristeza, impotencia, ansiedad, son algunas de las palabras que podrían definir los estados de ánimo de una comunidad que hoy está forzada a cargar un luto.
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Pacifico Blanco, de 33 años, cuenta que si hay algo que les puede dar el Gobierno en este momento, es seguridad. En los últimos días han introducido una nueva costumbre a su rutina: poner un machete al lado del sitio donde duermen. El miedo los carcome.
La explicación es sencilla: los seguidores del culto que segó la vida de siete personas, son de otras comunidades cercanas al área, y ellos creen que pueden pasarles factura por haber avisado a las autoridades.
Pacífico y varios de sus familiares y vecinos narran que en El Terrón la secta que lideraba Mario Plátano González”, no tenía adeptos en la comunidad . No era popular.
¿Por qué? Según narran, Plátano González es una persona difícil, y conflictiva. Era una especie de disidente en el pueblo. El que rompía la armonía, el de las peleas, el que amenazaba a todos.
“El agrandado”, como le llaman algunos. Tanto así que tenía una añeja rencilla con Josué González, esposo de la mujer asesinada y padre de los cinco niños.
La historia de la matanza de El Terrón no se limita al cuento de una secta bizarra. Aquí hay una de mezcla de viejas disputas, resentimientos, y hasta conflictos legales internos.