Tras un mes de la explosión en Obarrio, afectados piden transparencia y celeridad en las investigaciones

Tras un mes de la explosión en Obarrio, afectados piden transparencia y celeridad en las investigaciones


Era el primer día del mes de noviembre, el inicio del mes de la patria en Panamá. Desde tempranas horas de ese día, muchas entidades públicas, organizaciones de la sociedad civil y empresas privadas habían programado distintas actividades para marcar el inicio de las festividades.

Sin embargo, la jornada diaria de los residentes de la calle 54, en Obarrio, en pleno corazón de la capital, se vio abruptamente interrumpida. A las 7:30 a.m. ocurrió una potente explosión en el piso 12 del PH Urbana, un edificio de 33 pisos. Se rompieron ventanas, se destruyeron muebles y la calle terminó llena de escombros que afectaron a ciudadanos y vehículos. El saldo fue de 20 personas heridas y 600 personas evacuadas, tanto del PH Urbana como de edificios cercanos.

Hoy, cuando se cumple un mes de la explosión, algunos propietarios del PH Urbana y otros residentes afectados recuerdan el lamentable suceso y avivan los reclamos de lo que esperan de las investigaciones en curso. Sobre este último punto, piden mayor celeridad. Todavía hace falta la entrega de un informe preliminar de las causas de la explosión, con lo cual no solo se sabría quién es el responsable sino que se evitaría que situaciones de este tipo se vuelvan a repetir.

‘Esta incertidumbre como seres humanos nos afecta’

Roritza Marciaga es propietaria de un apartamento en el nivel 8 del PH Urbana. Las llaves de este bien se las entregaron a finales de septiembre pasado. En fiestas patrias programaba arreglarlo para mudarse, pero desde los hechos del 1 de noviembre, todos sus planes han dado un giro de 180 grados.

El día de la explosión iba camino a su oficina por el corredor Sur cuando en la radio escuchó los primeros reportes del incidente en Obarrio. “Cuando iban dando más información, sola en el carro decía: ‘Dios mío, que no sea en calle 54, que no sea el PH Urbana”, rememora.

Ya en la oficina, empieza a buscar más detalles en redes sociales. Llama a su madre para preguntarle del tema y es ella quien finalmente le confirma que la explosión sí ocurrió en el PH Urbana. “Yo me desplomé, empecé a llorar”, relata.

Al llegar al área de Obarrio, pudo ver las escalofriantes escenas de lo ocurrido. “No nos podíamos acercar, pero desde la calle se puede ver mi unidad, con los vidrios rotos”, agrega.

“Han habido explosiones en este país, sin embargo, la magnitud de los daños ha sido sin precedentes tanto del Urbana como de terceros. Lo que más llama la atención es que es un PH nuevo. Gracias a Dios no estaba totalmente ocupado”, afirma.

Similar al caso de Marciaga eran los planes de Celeste* (la entrevistada pidió la reserva de su nombre completo). Su vida se ha visto trastocada a causa de esta “tragedia”. También se encontraba en planes de mudanza, pero “como cosas de Dios” toda programación se atrasó por fuertes quebrantos de salud.

Pensaba poder mudarse en un par de meses, pero dice que ya ha asimilado que esto no podrá hacerse realidad. “Mi salud no estaba en un buen momento y ahora con esta angustia todo se empeoró”. “He decidido atender los asuntos de salud, confiando en que las investigaciones den resultados”, manifiesta Celeste.

Se trata del mismo clamor de Marciaga, quien pide que el Ministerio Público (MP) y los entes involucrados hagan su trabajo, con la mayor fluidez y prioridad posible.

Marciaga espera que con toda la transparencia del mundo –y si las autoridades declaran habitable el PH Urbana– se den todas las garantías posibles que de en efecto podemos volver con la mayor seguridad del mundo. Quieren dormir en paz.

“Esta incertidumbre como seres humanos nos afecta. Hay que pensar que muchas familias no tendrán la Navidad como esperan en su casa”, señala.

‘Esto es una inversión y tenemos compromisos’

Mabel Guerra estaba próxima a ocupar uno de los apartamentos que adquirió en el piso 18 del PH Urbana. Hasta antes de la explosión se encontraba comprando la línea blanca, en labores de pintura... aspectos regulares en toda mudanza.

Sus planes de vivir en el Urbana se han atrasado, pero se mantienen en pie. Su apartamento queda del lado contrario del piso 12 donde ocurrió la explosión, es decir, que no sufrió mayores afectaciones.

Aun así, Guerra hace un llamado a que se le dé celeridad a las investigaciones, considerando que han pasado 30 días del suceso y aún no se conocen las causas preliminares de la explosión.

“El MP ya nada más tiene los pisos 11, 12, 14, liberó el resto del edificio y hemos tenido más posibilidad de entrar y no estar privados del bien. Seguimos teniendo nuestros planes y regresar al edificio”, añade. “Esto es una inversión y tenemos compromisos con el banco, no podemos decir que no lo queremos y que no queremos habitar más en él”, expresa. Pero admite que, sin los informes preliminares, “estamos sujetos a suposiciones y en este tipo de casos no puedes suponer”.

‘UNA GUERRA NUCLEAR’

Esa mañana del 1 de noviembre, Carolina Fonseca Vera, se despertó, tomó una taza de café y decidió volver a acostarse. Quería tomar el día con calma. No obstante, lo que sucedería un poco tiempo después cambiarán estos planes.

“Desperté en medio de la explosión, el caos, todas las ventanas de mi cuarto se rompieron, al igual que la puerta, todo a mi alrededor desbaratado”, dice esta abogada independiente, residente en el PH Millenium, el que está justo al lado del PH Urbana.

Pensó que se trataba de una “guerra nuclear”. Rápidamente se levantó de la cama, se puso una bata y salió corriendo a la escalera del edificio. “La gente gritaba, lloraba en la escalera”, recuerda sobre aquel día.

Cuando los residentes del PH Millenium llegaron al lobby decidieron buscar refugio en las escaleras; habían vidrio por todos lados. No sabían si entrar al edificio o salir. Decidieron abandonar el inmueble, pero las imágenes que se encontraron no eran confortantes.

“Había gente ensangrentada, cubierta de vidrios, una escena terrible (...) me fui a una tienda cercana ya que esperaba lo peor [refiriéndose a muertos] y no quería ver eso lo que iba a ir saliendo de allí”, cuenta.

Aturdida, en shock y sin celular. Así permaneció buena parte de ese día. A las 6:00 p.m. se les anunció a los residentes que podían buscar algunas cosas en su apartamento... lo esencial. “Nos acompañaron los bomberos, con cascos, tapados, como en una zona de desastre”, precisa. Al subir, pudo ver, con una linterna, los destrozos en el apartamento. “La realidad te cae encima y te das cuenta que no vas a volver pronto y las cosas no serían igual”, expresa.

“Esto ha sido una pesadilla. Despertar y ver que no tienes puertas ni ventanas, que se dañaron los aires acondicionados, daños que no ocasioné”, dice. “El sofá me lo botaron, los muebles, las sábanas, almohadas, por estar llenas de vidrios Yo no fui la responsable del siniestro”, insiste.

Fonseca Vera cuestiona la falta de una ayuda gubernamental para los afectados por la explosión. Pese a ser un barrio de clase media alta –aclara– la mayoría no estaba para enfrentar un golpe económico de 10 mil a 20 mil dólares.

A su juicio, la mejor forma de arreglar esto “en paz” es que nos arreglen nuestros hogares y que en las investigaciones participen peritos internacionales.

‘No se veía la calle, era puro vidrio’

La comunicadora social Alexandra Ciniglio reside junto a su familia en el PH Sophia Tower, el que está enfrente al Urbana. Recuerda que ese 1 de noviembre, a eso de las 5:00 a.m. se levantó, asustada, porque escuchó varias detonaciones.

Se dijo a sí misma “Putin se volvió loco”, pero luego al escuchar los cohetes y fuegos artificiales cayó en cuenta de que se trataba del inicio de los festejos por el mes de la patria.

Sin embargo, a las pocas horas efectivamente iba a darse una detonación particular, con sonidos ensordecedores, muy diferente cuando explota un transformador eléctrico. Ubicada en un escritorio frente a una ventana vio caer vidrios y objetos.

Tras corroborar que sus familiares dentro se encontraban bien, ahora tocaba ver cómo estaban sus padres, que viven en el mismo edificio, pero del lado contrario. Sus padres, afortunadamente, estaban dormidos cuando ocurrió la explosión. No les pasó nada, pero el apartamento estaba lleno de vidrios, los objetos fuera de su lugar original. Es más, frente al apartamento de sus padres se encuentra el piso 12 del PH Urbana, el foco de la explosión. “Era como ver las imágenes de la guerra en Ucrania”, dice.

El segundo gran impacto fue llegar a la calle y ver el lobby del edificio totalmente destruido. “No hay palabras para describir ese momento, no se veía la calle, era puro vidrio”, cuenta.

Ciniglio admite que le sorprendió la rápida reacción por parte de los distintos estamentos de rescate y el hecho de que no hubo una histeria colectiva, a pesar de que la población panameña no está acostumbrada a este tipo de sucesos.

“Sentimos que era un milagro que estábamos bien. Mis padres, que estaban dormidos, a pocos metros de la explosión porque los separa la calle ya que están al mismo nivel, no tenían un rasguño”, afirma Ciniglio, quien, pese a los daños materiales, insiste en que “estamos vivos e ilesos”.

¿Qué lección le ha dejado esta experiencia? “Para mí significa que uno se debe replantear las prioridades en la vida, lo único que necesitas es tener a tus seres queridos (...) hay que quejarse menos y enfocarse en lo positivo”, concluye.

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