Nicolás Ardito Barletta era presidente de Panamá en 1985, cuando ocurrió el asesinato de Hugo Spadafora. Su elección, un año antes, estuvo empañada por acusaciones de fraude, tras obtener solo 1,713 votos más que su rival, Arnulfo Arias Madrid, derrocado en 1968.
Barletta fue el candidato oficialista, apoyado por los militares y por el Partido Revolucionario Democrático (PRD).
Economista de la Universidad de Chicago, Barletta fue el negociador por Panamá de los aspectos económicos de los tratados Torrijos-Carter. Era vicepresidente del Banco Mundial cuando fue convocado a los primeros comicios generales del país en 17 años.
Cuenta cómo su decisión de nombrar una comisión investigadora para esclarecer el crimen le costó el puesto y puso al país en una deriva antidemocrática, que solo culminaría tras la invasión estadounidense el 20 de diciembre de 1989.
“Conocía a Hugo porque fue viceministro de Salud en la época de Torrijos. No tenía mayor contacto con él. Cuando nos enteramos de su cruel asesinato, me llamó desde Chitré su padre, Carmelo Spadafora, quien me apoyó en la campaña y llorando me dijo: doctor, hay que hacerle justicia a mi hijo”.
“Procedí a nombrar una comisión de tres notables panameños: Roberto Alemán Zubieta, Carlos Alfredo López Guevara y Jorge Fábrega”, cuenta.
Poco después, Barletta viajó a Nueva York para participar del aniversario 40 de las Naciones Unidas. La noche del jueves 26 de septiembre, mientras atendía una recepción, recibió una llamada del coronel Marcos Justine, miembro del Estado Mayor, que le pedía regresar de urgencia al país.
“Llegué a Panamá a las 7:00 a.m. del día siguiente. Me llama entonces el coronel [Roberto] Díaz Herrera, muy cordial, y me dice “Nicky, quisiéramos hablar contigo, por favor ven a la comandancia”. Al poco rato, me llama [Manuel Antonio] Noriega y me dice más o menos lo mismo”.
Al llegar a la comandancia, los tres jefes del Estado Mayor lo encierran en el despacho de Noriega. “El coronel Justine comienza diciéndome: mira, por razones de seguridad nacional es necesario que dejes la Presidencia. Te nombramos embajador o lo que tú quieras”.
“Yo dije: ¿por qué?”. Le insistieron. “Mira –dijo uno de ellos– tú has querido nombrar una comisión para investigar el crimen de Spadafora. Yo me molesté y dije: miren, mejor aceptan la comisión, porque si no el país entero va a creer que ustedes lo mataron”.
Uno de ellos me contesta: “El diario La Prensa nos está atacando, ¿por qué no lo cierras? Señores, dije, estamos en democracia”. “¿Te das cuenta? Tú eres demasiado demócrata. Te tienes que ir”, le dijeron.
Barletta vio que había caído en una emboscada. Trató de salir y no lo dejaron. Las horas pasaron.
“Convoqué a diputados y miembros del CEN del PRD y me lo permitieron. A ellos les dije, señores: los comandantes me están pidiendo esto y yo no estoy de acuerdo, ¿qué opinan ustedes?”.
Recuerda que le dijeron: “Presidente, usted mejor se va”. Barletta pidió razones. “Presidente, usted quiere poner en práctica lo que diga el FMI y el Banco Mundial”, dijo otro.
Barletta contestó: “La única razón por la que quieren que me vaya es porque he querido nombrar una comisión para investigar el crimen del doctor Spadafora”. Uno de ellos le dijo: “Presidente, si usted no se va, nos vamos a tener que ir todos”.
Tratando de ganar tiempo, Barletta pidió una reunión con todo el Estado Mayor y les invocó la figura de Torrijos y su compromiso de un retorno a la democracia. Todos callaron.
Luego le insistieron en que tenía que redactar su renuncia.
Pudo almorzar a las 5:00 p.m. Y siguió pidiendo tiempo. Cerca de las 9:00 p.m. le permitieron hablar con su esposa, que le dijo que en la televisión anunciaban su renuncia.
“Traté de irme de nuevo. Me dijeron: no puedes salir de aquí hasta que no redactes tu renuncia”.
Como a las 11:00 p.m. “le dije a Noriega, mira, esto se va a convertir en un problema nacional e internacional. No cometan un grave error”.
“En un momento dado llama a Noriega un funcionario de alto nivel de la CIA (Agencia Central de Inteligencia estadounidense) y ellos conversan. Y Noriega dice: “Sí fulano”, “No fulano”, “Que sea constitucional”.
Barletta no cree que en el asunto estuviese involucrado el Gobierno estadounidense, que, dice, lo apoyaba. “Era como un consejo de un amigo de él”, matiza.
Pasada la medianoche, Barletta accedió a redactar la carta, pero en vez de renuncia habló de “separación”, “como un último recurso para poder regresar”.
“Cuando llego a la Presidencia, ya todo lo tenían arreglado. En la Asamblea estaba todo listo para posesionar al vicepresidente [Eric Arturo] Delvalle”, recuerda.
A las 3:00 a.m., Barletta recogió sus cosas y se fue para su casa. El hostigamiento no cesaría hasta que pudo irse a Estados Unidos.
“Antes de irme le dije a Noriega: recuerda mis palabras, te vas a arrepentir de lo que estás haciendo”.