UN CRIMEN QUE CONMOVIÓ AL PAÍS

Hugo Spadafora: una lucha sin fin

Hugo Spadafora: una lucha sin fin
Hugo Spadafora: una lucha sin fin


Es julio de 1969. Menos de un año atrás, la Guardia Nacional, liderada por Boris Martínez y Omar Torrijos Herrera, se ha tomado el poder. Las prisiones están llenas de disidentes.

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En la cárcel Modelo hay dos jóvenes que han resistido a los golpistas. Se reconocen y se saludan de lejos. Uno es el colonense Floyd Britton, dirigente del Movimiento de Unidad Revolucionaria. El otro es un médico chitreano, egresado, al igual que Britton, del Instituto Nacional. Su nombre es Hugo Spadafora Franco.

“A Floyd lo traté poco, pero siempre existió entre nosotros una corriente recíproca de simpatía y respeto”, cuenta Spadafora en su libro de memorias: Experiencias y pensamiento de un médico guerrillero.

No sabe entonces que un par de meses después a Britton lo van a matar a golpes en la isla prisión de Coiba. De alguna manera esa muerte le anuncia su propio martirio.

VIDA

Hugo Spadafora Franco fue el tercer hijo del matrimonio formado por Carmelo Melo Spadafora Abate y Rebeca Franco. Había nacido en Chitré, Herrera, el 6 de septiembre de 1940.

Tras estudiar la primaria en la escuela pública de su ciudad natal, partió a la capital a seguir la secundaria en el Instituto Nacional.

Luego fue a Italia e ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Bolonia. “En nuestra facultad contábamos con algunos catedráticos socialistas y comunistas, respetadas figuras políticas. El ambiente político de la ciudad sirvió de caldo de cultivo para mis ideales revolucionarios”.

La frustrada invasión de Bahía de Cochinos (1961) en Cuba, por milicianos exiliados apoyados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, “encontró en mi espíritu terreno fértil para una toma de conciencia irreversible”.

En enero de 1965, tras graduarse de médico en Italia, regresó a Panamá en una nave que atracó en el puerto de Cristóbal, en la Zona del Canal. “Rehusé mostrar mi pasaporte y abrir mi equipaje a las autoridades norteamericanas”, contaba.

Ese año trabajó en el Hospital Santo Tomás en Panamá. Decepcionado por las divisiones de los grupos de izquierda en el país, decide partir a luchar a otra parte. Viaja a Egipto como estudiante becado. Allí contacta a los rebeldes que luchan por la independencia de la Guinea portuguesa.

Así conoce a un personaje que marcará su vida: el líder revolucionario Amilcar Cabral. Spadafora se une a la lucha. Se vuelve médico de campaña. En la hoy independiente República de Guinea Bissau, existe una avenida con el nombre del médico panameño.

Spadafora regresa a Panamá en 1967. En octubre de 1968 ocurre el golpe militar que derroca a Arnulfo Arias. En noviembre se casa con María Elena Acevedo, la madre de sus hijos: Hugo y Afrique Marie. No se da tregua. “Comencé a conspirar contra el régimen golpista, pues pensé que se trataba de un cuartelazo más”.

Spadafora trata de colaborar con las guerrillas arnulfistas en Chiriquí, pero falla la coordinación. Poco después lo contactan combatientes que planeaban resistir en Cerro Azul. Hugo presta ayuda médica a los rebeldes. El 15 de julio de 1969 lo detiene la Policía.

Estando preso, lo llevan a la comandancia de la Guardia Nacional. Allí, Omar Torrijos se reúne con él. Hablan de la revolución, de inquietudes sociales. Se entienden. Dejan de ser enemigos.

Torrijos lo libera y lo envía como director del Centro Médico de El Real, Darién. Tras un tiempo lo trasladan a la capital. Lo invitan a participar en la creación del Departamento de Riesgos Profesionales de la Caja de Seguro Social (CSS). En 1973, le encargan la Dirección del Sistema de Salud en Colón.

Spadafora no deja de ser crítico, aunque optimista: “Cierto, se habían cometido excesos y hasta crímenes; la corrupción no ha dejado de ser un vicio, pero el balance histórico es positivo”.

En agosto de 1976, Spadafora es nombrado viceministro de Salud. Pero otra revolución lo llama.

En septiembre de 1978, Spadafora renuncia a su cargo y decide irse a combatir la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua. Anuncia su decisión a Torrijos y conforma con voluntarios la llamada Brigada Victoriano Lorenzo, que luchará junto al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Aquello no es un paseo al campo. Se combate con fiereza. “La lucha va bien, pero es muy dura”, dice Spadafora a la agencia noticiosa AP en junio de 1979. Poco antes Somoza había anunciado que el médico panameño había muerto en combate.

El FSLN entra en Managua el 19 de julio de 1979. La brigada panameña ha vuelto y Spadafora y los voluntarios son recibidos como héroes.

Un año más tarde muere Omar Torrijos al estrellarse la aeronave en la que viajaba. Todo cambia.

Hugo ha luchado en el Frente Sur de Nicaragua, junto con Edén Pastora, quien se ha alejado de la junta sandinista. Pastora no comparte el giro marxista de la nueva cúpula. Viaja a Panamá y luego a Costa Rica, y decide combatir a sus antiguos camaradas. Spadafora lo acompaña.

El ambiente se enrarece. Estados Unidos, ahora gobernado por el republicano Ronald Reagan, ha declarado una cruzada anticomunista. Tienen un plan para armar a las fuerzas antisandinistas (“Contras”). Pastora y su grupo, la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), no apoyan el plan de Estados Unidos y luchan por su cuenta. Eventualmente Pastora aceptará ayuda de las agencias norteamericanas, pero se rehusará a seguir sus parámetros.

Hugo rompe con Pastora. Ahora apoya la lucha de los miskitos, una etnia nicaragüense. Cree que en la guerra entre sandinistas y “Contras” son los únicos que no se han corrompido.

El nombre de Manuel Antonio Noriega empieza a resonar. Panamá se ha vuelto un centro de confluencia de narcotraficantes y espías. Y Noriega es el jefe de inteligencia panameña.

El 30 de mayo, en el poblado nicaragüense de La Penca fronterizo con Costa Rica, Pastora sufre un atentado con bomba. Él no muere, pero sí otras 11 personas. El perpetrador es el guerrillero argentino Vidal Roberto Gaugine. Se dice que fue encargo de los sandinistas.

Pero el libro Hostile acts: US Policy in Costa Rica in the 1980’s, de Martha Honey, señala que de acuerdo con una fuente de inteligencia panameña, el atacante “viajó a Panamá, donde Noriega le dio un pasaporte y una identidad”. Luego viajó a Miami, donde supuestamente vivía entre la comunidad del exilio cubano. Y “presumiblemente” estaba vinculado con la CIA y la inteligencia israelí.

Ya Spadafora ha enfilado baterías contra Noriega. Vive en Costa Rica, con su nueva esposa, Ariadne Bejarano. Un año más tarde, para confrontar a Noriega y sustentar sus acusaciones de complicidad con el narcotráfico y corrupción, viajará a Panamá y sellará su destino.

MUERTE

El 13 de septiembre de 1985, Spadafora sale de San Francisco de Goicoechea, Costa Rica, con destino a Panamá. Entra por Paso Canoas, donde almuerza y toma un autobús a David.

En Concepción de Bugaba, un miembro de las Fuerzas de Defensa vestido de civil: Francisco Eliécer González Bonilla, alias Bruce Lee, lo baja del bus y lo lleva al cuartel del pueblo, según la Comisión de la Verdad.

Por donde pasaba, Spadafora decía: “Soy el doctor Hugo Spadafora y he sido detenido por las Fuerzas de Defensa”. González relata que luego se fueron al área de Varital, en Boquerón.

Allí se encontraron con otro militar, Julio César Miranda Caballero, alias Muñecón, Según un testigo, González dijo que en un camino apartado Miranda le pegó a Spadafora con la cacha del revólver en la nuca. Lo creyeron muerto y huyeron. González regresa a buscar el maletín de Spadafora y al darse cuenta de que aún vivía, forcejea con él y lo estrangula con una cuerda.

Miranda y González se acusaron mutuamente de la muerte de Spadafora. Surgirían otras versiones. Se hablará de las torturas de las que fue objeto Spadafora antes de morir.

González habría vuelto después al cuartel, donde contó lo ocurrido a Demetrio Palé Rodríguez y al jefe de la Zona Militar de Chiriquí y cercano a Noriega, Luis Papo Córdoba. Este último habría dado la orden de iniciar un operativo para ocultar el crimen.

En Costa Rica, en el puente de El Roblito, sobre el río La Vaquita, arrojaron el cadáver. Antes, González le habría cortado la cabeza “por órdenes superiores”. Luego lo negaría.

Según versiones posteriores, la cabeza fue enterrada en el cuartel de Corozo, donde habría ocurrido la decapitación. Sería desenterrada después y su paradero último es aún hoy un misterio.

Un campesino halló el cuerpo de Spadafora el 14 de septiembre de 1985. Las autoridades ticas se hicieron cargo.

Fue el periodista Guillermo Sánchez Borbón quien en La Prensa publicó los primeros detalles del homicidio y los presuntos verdugos.

La muerte de Spadafora indignó a Panamá. Marchas y manifestaciones se sucedieron y Noriega se vio expuesto como nunca antes.

Hugo Spadafora: una lucha sin fin
Hugo Spadafora: una lucha sin fin

El Ministerio Público abrió una investigación, pero desestimó a los principales testigos. El Órgano Judicial dicto sobreseimiento a los acusados en 1986.

El deterioro del régimen culminó con la invasión estadounidense de 1989.

La Sala Penal de la Corte Suprema ordenó, en marzo de 1990, la ampliación del sumario. El 23 de abril se creó la Fiscalía Primera Superior Especial para investigar el homicidio de Spadafora y otros casos.

Noriega regresó a Panamá en 2011, luego de estar prisionero en Estados Unidos y Francia, a cumplir, entre otras, la sentencia por el asesinato de Spadafora.

El escritor de origen cubano Amir Valle, radicado en Alemania, publicó en 2013 Hugo Spadafora, bajo la piel del hombre, un libro en el que se reconstruye su vida.

EL PERDÓN

Alida Spadafora, hermana de Hugo, dijo en el año 2019 que, para la familia, esa muerte marcó un antes y un después. “Nunca nos deja de sorprender cuando descubrimos más sobre su vida, la intensidad con que vivió”, dice.

“Luchaba por una mejor salud, por los derechos de los más pobres, de los oprimidos. Hoy persisten muchas de esas injusticias que no se han resuelto”, dice.

“Cosas como la muerte de Hugo no pueden repetirse. Por eso estamos muy preocupados hoy con lo que ha pasado con Vernon Ramos”.

En el caso de su hermano señala que “mientras no sepamos la verdad de los hechos, es muy difícil sentir que se ha hecho justicia”.

Sobre el “perdón” que pidió Manuel Antonio Noriega en julio de 2015, dice: “Es un teatro, una declaración fría sin ningún vestigio de arrepentimiento o de querer decir la verdad”.

“De la muerte de Hugo lo peor, lo más inhumano fueron las torturas que le infligieron. Eso es muy difícil de perdonar”.

Esta nota fue modificada el 13 de septiembre de 2022...


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