María Fábrega, la exviceministra de la Presidencia que fue parte de la junta directiva del Programa de Ayuda Nacional (PAN), nunca albergó dudas sobre la calidad de la comida deshidratada que esa dependencia repartió a niños y jóvenes de extrema pobreza que estudiaban en planteles públicos.
Tan segura estaba, que el pasado 15 de abril, en medio del escándalo de este programa, afirmó: “Se nos presentó un buen proyecto. No hubo envenenamientos ni intoxicación con esta comida. Yo lo volvería a aprobar por el bienestar de los niños”.
Pero, justamente, fue el bienestar de los niños lo que se puso en peligro cuando el PAN decidió comprar esta comida, que muy poco tenía de nutritiva, y más bien su consumo era desaconsejado y hasta peligroso, según análisis practicados a estos alimentos.
Ni una sola carta, nota, inspección, informe –escrito o verbal–, ni uno solo, refleja una buena opinión sobre la comida que consumieron los niños de las zonas más remotas del país. El rechazo era unánime... O casi unánime, porque los ministros responsables de esta compra, los comerciantes que se hicieron millonarios de la noche a la mañana y sus fabricantes, tienen otra opinión... que no es otra que la de Fábrega.
ARROZ Y FRIJOLES
Antes de que llegara a Panamá la comida deshidratada existían programas de nutrición que, aunque imperfectos, tenían buena cobertura, acogida y precios razonables.
Uno de ellos era el Programa Nacional de Nutrición Escolar del Fondo de Inversión Social (FIS), hoy PAN.
En 2005, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) pagó una consultoría sobre los programas sociales con componentes alimentarios y/o de nutrición en Panamá, en el que fue evaluado el del FIS, cuyo presupuesto para ese rubro en 2009 era menor a 5.3 millones de dólares.
El programa –antes de ser reemplazado– estuvo vigente 18 años consecutivos, “sin que se tenga conocimiento de quejas en cuanto a su aceptabilidad por parte de la población escolar beneficiaria”.
Ofrecía un almuerzo diario a niños, consistente en arroz, lentejas y frijoles, así como aceite y sal. Según el informe de Unicef, “la combinación de la merienda y el almuerzo del FIS se acerca al 50% y 70% de las necesidades diarias de calorías y proteínas, respectivamente”, de los menores.
Así, “1 de cada 3 niños recibiría almuerzo a través del FIS, y 1 de cada 4, por medio del Ministerio de Educación, lo que determina que casi el 60% de los niños recibiría almuerzo (270 mil aproximadamente). A ello se agrega la cobertura prácticamente universal de las meriendas escolares, que atiende aproximadamente a 470 mil niños”, precisa el informe.
Pero en 2009, las cosas cambiaron... y para mal. Con objetivos carentes de bases científicas, el almuerzo escolar del FIS fue reemplazado por comida deshidratada, a un costo exorbitante, con pésima aceptación y con graves consecuencias en la cobertura y salud de los niños.
LA DEGUSTACIÓN
El proyecto vio la luz pública el 5 de enero de 2010. Ese día, el entonces ministro de la Presidencia, Demetrio Jimmy Papadimitriu, convocó una conferencia de prensa, acompañado de sus colegas Lucy Molinar (Educación), Franklin Vergara (Salud) y Guillermo Ferrufino (Desarrollo Social).
Poco antes, en noviembre de 2009, el entonces director del FIS, Giacomo Tamburrelli, llevó al despacho de Dayra Fábrega –secretaria de Asuntos Sociales del Ministerio de la Presidencia– muestras de la comida deshidratada, diciendo que era un buen producto que se podía utilizar en labores sociales.
La funcionaria declaró que Papadimitriu le pidió que se comunicara con Rubén De Ycaza –en representación de la empresa brasileña fabricante de los alimentos (Prativita)– para hacer una degustación de los alimentos deshidratados, junto a los ministros del área social, y del propio De Ycaza.
Ese día las viandas fueron presentadas y degustadas con éxito, a juzgar por los elogios atribuidos a la comida por Janete Fries, de Prativita. Pero la verdad fue que los ministros apenas la probaron.
En el papel, el objetivo de reemplazar los granos por comida deshidratada parecía encomiable y hasta inocuo: brindar una comida caliente al día a los alumnos de niveles preescolar, primaria y premedia de la escuelas públicas ubicadas en los corregimientos con los índices más altos de pobreza y pobreza extrema.
Esa comida brindaría a los niños “calorías y proteínas suficientes que les permita un mejor aprovechamiento y rendimiento educativo, minimizando la deserción escolar... con principios de solidaridad y justicia social”.
Hasta ahí, todo bien. Pero las especificaciones técnicas del proyecto eran perturbadoras. El FIS pedía, por ejemplo, que la comida “debe contener” glutamato monosódico –utilizado para potenciar sabores– cuyo uso era polémico entonces y ahora porque se sabía que era peligroso para la salud.
Otro ingrediente que el PAN exigió en estas comidas era la proteína de soya, a la que se le atribuye también contenidos de glutamato monosódico.
Un estudio de la Universidad Johns Hopkins sugiere que el glutamato monosódico puede inducir el asma. Otros estudios han demostrado que , incluso, podría afectar las células cerebrales y el sistema nervioso. Los efectos secundarios –aunque pueden variar– producen, por ejemplo, dolores en el pecho, palpitaciones, debilidad, somnolencia, y en personas que sufren de asma, puede empeorarlos.
LAS QUEJAS
Con estas exigencias en la comida, el primer contrato para comprar los alimentos deshidratados se firmó en mayo de 2010. Poco después comenzó el reparto de cinco tipos de comida: tres de ellos de arroz (con carne, con pollo y con lentejas) y dos sopas: de pollo y de carne, todas ellas con legumbres y “fortificadas” con vitaminas y minerales.
Pero los elogios a favor de la comida deshidratada pronto se convirtieron en amargas quejas. La Prensa tuvo acceso a medio centenar de cartas de distintos centros escolares de áreas remotas de todo el país en las que no solo solicitan ponerle fin al programa de la comida deshidratada, sino que contaban los problemas de salud que causaba a los menores, por lo que clamaban volver a los antiguos programas de nutrición del FIS (ver cartas).
La mayoría de las notas iba dirigida a Ángel Famiglietti, jefe del Departamento de Nutrición del PAN, pero también a funcionarios del Ministerio de Educación.
Las misivas de padres de familia, docentes y estudiantes en las que se quejaban de los alimentos empezaron a llover desde agosto de 2010, es decir, a pocas semanas de haber comenzado su distribución.
La comida, en vez de solucionar, se convirtió en un problema grave. Deibis Otero, docente y dirigente magisterial de áreas comarcales en el occidente del país, explicó por qué “muchos, para no decir que todos los estudiantes que asisten a las escuelas de la comarca, eran enviados por sus padres a los centros educativos bajo la suposición de que tenían el desayuno y el almuerzo garantizados”.
Uno de los incentivos para asistir a la escuela en áreas rurales –como las comarcas– donde la pobreza usualmente es extrema, era la comida.
El programa de Nutrición del FIS, antes de la comida deshidratada, buscaba solucionar dos problemas: la deserción estudiantil y la desnutrición en las zonas remotas del país. Pero ahora que los niños se negaban a comer esta comida, por los problemas de salud que les causaba, sus padres ya no los enviaban a la escuela, con lo cual, también aumentó la deserción.
ARROZ 'LAVADO'
Los niños no disimularon el mal sabor y olor de la comida. Tampoco los padres de familia ni los docentes. Los ejemplos sobran:
Centro Escolar Básico General La Uva (San Carlos, provincia de Panamá), a la atención de la Dirección Regional de Educación de Panamá Oeste: “Los nuevos alimentos precocidos no son del agrado de la población estudiantil... y en la primera prueba que hicimos con los mismos, los niños presentaron efectos secundarios, como náuseas y vómitos” .
A Giacomo Tamburrelli, director del PAN, Escuela Río Tigre (en Chepo): “Con respecto a la nueva comida, el niño le dio alergia y se hinchó la cara y le produjo alergia, además, no le gustó y están sin ganas de comer”.
Escuela Santiago Bolaños Loaiza (Chiriquí), carta a la Coordinadora de Nutrición Escolar del Meduca en Chiriquí: “Un 70% de los estudiantes no tolera los alimentos, pese a que se ha conversado con ellos y se le ha motivado acerca de los nutrientes que contienen... Hemos tratado de combinárselos, agregándoles otros ingredientes para cambiar el sabor y color”... Es decir, que encima de malos, las escuelas tenían que gastar más dinero para que los niños consumieran esta comida.
Escuela Quebrada del Jagua (Veraguas); carta al Departamento de Nutrición, Dirección Regional de Educación: “Los estudiantes consumieron los alimentos, sin embargo, les ha causado diarrea y vómitos, ya que el sabor no les agrada... El 90% de los estudiantes bota la comida... y esto va en aumento... Exhorto a quien le corresponda tomar cartas en el asunto y haga lo necesario para que estos niños reciban un alimento más natural, que lo puedan consumir sin inconvenientes. Estos estudiantes viven en extrema pobreza y vienen a la escuela esperanzados en los alimentos o merienda que se les proporciona, sin embargo, el rechazo a estos alimentos es total”.
Carta a Ángel Famiglietti, de parte del Centro de Educación Básica General El Alto (Santa Fe de Veraguas): “En nuestra escuela tenemos el programa de alimentos deshidratados (ofrecidos por el PAN) el cual no es aceptado por los estudiantes. Cuando inició el programa la aceptación fue de un 86%, luego 52%, ha bajado a un 33%... los docentes asisten al comedor con sus estudiantes y no hay forma de que los estudiantes acepten en su totalidad el programa, cada vez disminuye su consumo, los estudiantes ya no quieren asistir al comedor”.
Centro de Educación Básica General El Cortezo, carta a la encargada del programa de Nutrición: “Algunos estudiantes de nuestra escuela han confrontado serios problemas de salud a causa del consumo de la nueva remesa de alimentos... razón por la cual le notificamos que vamos a suspender el consumo de dichos alimentos a partir de hoy jueves 9 de setiembre de 2010”.
Centro de Educación Básica General Víctor Pérez Flores (Pajonal, Penonomé); a la atención de la directora regional de Educación de Coclé: “Los alimentos deshidratados recibidos recientemente no están siendo consumidos por los estudiantes, a pesar de que son preparados de acuerdo a las instrucciones recibidas de sus fabricantes: A la sopa se les agrega verdura, carnes y legumbres frescas. Los arroces son lavados cuatro veces, se fríen, se les agrega vegetales y son acompañados de salchichas, pollo, carnes y ni con todo esto los estudiantes lo quieren comer... no lo consumen y su estado nutricional [el de los alumnos] afecta negativamente su rendimiento escolar”.
El 14 de septiembre de 2014, los padres de familia de este centro escolar decidieron suspender unilateralmente el consumo de estos alimentos.
Incluso, hay pruebas recabadas por el PAN del rechazo de la comida. En una de sus propias inspecciones, la funcionaria Yenigsia Gavarrete, enlace de Nutrición en Bocas del Toro, envió el 23 de septiembre a Famiglietti el informe de una gira que hizo a escuelas de Changuinola y Guabito.
En la escuela California, (Guabito, Bocas del Toro), narró su experiencia: “En esta escuela, desde el primer momento que llegamos nos pudimos dar cuenta de la falta de cooperación de parte del docente para que los niños consuman los alimentos”.
Dijo que cuando les preguntó a los maestros “¿con qué complementaban los alimentos?, la maestra le respondió: “cuando el FIS envíe el dinero para comprar la carne, complementarán los alimentos. Le expliqué que hay que buscar la manera de hacer atractiva la merienda para que los niños la consuman, pero en todo momento se mostraron negativas...”.
Esta funcionaria seguramente no asistió a la degustación de la comida deshidratada que convocó Papadimitriu y la ministra Molinar nueve meses antes, cuando no hubo otra cosa que elogios para esta comida. Entonces, ¿por qué presionar a los maestros para “complementar” los alimentos? ¿Por qué buscar la manera de hacer atractiva la merienda para que los niños la consuman?
¿BUENOS RESULTADOS?
Las quejas seguían llegando en octubre de 2010, cuando el PAN decidía la segunda compra –ahora por la vía directa– de comida deshidratada, por 45 millones de dólares, que se sumarían a los 14.5 millones de dólares del primer contrato.
¿Cuál fue el resultado de tanto reclamo, inspecciones y quejas de estudiantes y padres de familia? El efecto fue diametralmente opuesto al esperado. El 7 de octubre de 2010, el Consejo Directivo del PAN celebró una reunión extraordinaria en la que autorizó la contratación directa de Lerkshore (hasta el año 2014) para comprar alimentos deshidratados para el almuerzo universal de las escuelas públicas de todo el país.
La aprobación la firmó la viceministra de la Presidencia, María Fábrega –quien presidió la directiva– la viceministra de Desarrollo Social, Marta de Varela; el ministro Federico Suárez (Obras Públicas); el diputado de Cambio Democrático, Fernando Carrillo; Lucy Molinar (Educación) y Tamburrelli, estos dos últimos, al menos, conscientes de las innumerables quejas que existían sobre la comida.
La Prensa contactó por correo a Papadimitriu, a Molinar y a Tamburrelli para conocer su versión de estos hechos, pero ninguno respondió las preguntas.
¿Y LOS NIÑOS QUÉ?
Las razones de la contratación directa no podían ser menos descabelladas: “En vista de los buenos resultados que hemos tenido con el cuerpo administrativo y los docentes, ya que sería riesgoso nuevamente iniciar entre ensayo y errores una nueva contratación…”.
Así estamparon su firma, algunos de ellos conscientes de que el bienestar de los niños no era el motivo de la contratación, sino la excusa para para que otros se llenaran los bolsillos... Y todo a costa de la salud de esos niños.