Al finalizar el año 2007 en el cual Máximo Carrizo Villareal (q.e.p.d.) hubiera cumplido su centenario (100 años) de nacimiento no he podido detener mis deseos de expresar mis sentimientos acerca de la felicidad que me proporcionó Max durante todos los años de matrimonio en que nuestros corazones marcharon al unísono en pensamientos, sentimientos y emociones que, ni el tiempo, ni la ausencia han podido borrar.
Fue Max un destacado médico panameño quien cimentó una merecida fama en el campo de la Tisiología. Hijo mayor de una conocida y honorable familia formada por Don Maximino Carrizo Castillero y Doña María de los Santos Villareal de Carrizo, quienes se esmeraron por darle una excelente educación e inculcarle los mejores valores cristianos, que fomentaron en él una vida de apreciación, al prójimo y dedicación a su comunidad. Max se gradúo del Instituto Nacional de Panamá, para después ir a la Universidad de Tulane en Nuevo Orleans y obtener su doctorado. Más tarde viajó a Argentina a especializarse en Tisiología. Fue un doctor muy humanitario y consagrado que luchó para erradicar la tuberculosis en Colón y lo consiguió. Lo distinguieron con el sello de la OPAT por su trayectoria.
Perteneció al Club de Leones de Colón, donde fue electo 3 veces como Presidente. También fue Vice Gobernador Regional de Los Leones. Aunque no era político de carrera, fue electo diputado de la Asamblea Nacional en cuatro períodos. Ocupó la Presidencia de la Asamblea Nacional y fue presidente del Parlamento Latinoamericano, donde se distinguió por su genuino interés en mejorar las condiciones de nuestro país.
Como hijo, esposo, padre y amigo fue inmejorable. El mejor tesoro que pudo dejarme son sus cinco hijos Rosa María, Annie, Max, Salvador y José María, de quienes me siento orgullosa por ver en ellos el fiel retrato de su padre.
Escrito por Rafaela Vargas de Carrizo (1 de enero de 2008)
Sus hijos te recuerdan 40 años después…
Hace 40 años recibimos cada uno una llamada telefónica desde el Hospital M.D. Anderson de la ciudad de Houston, Texas, donde se encontraba nuestro padre en compañía de nuestra madre Fela y nuestro hermano Salvador. Que grata sorpresa aquella noche al escuchar la voz de nuestro papá, quien padecía en silencio su enfermedad por varios años para no mortificar a mi madre, hermanos, tíos y al resto de la familia.
Haciendo un tremendo esfuerzo por aparentar que se sentía mejor con el tratamiento que estaba recibiendo se quitó la mascarilla de oxígeno para decirnos que se sentía mejor, y que pronto estaría de vuelta con nosotros en casa.
En sus últimas reflexiones nos hizo saber que el tesoro más grande que Dios le había dado era su familia. En ningún momento demostró debilidad, no le escuchamos quejarse, ni lamentarse por su estado de salud, al contrario mantuvo una conversación llena de amor a pesar de la dificultad que presentaba el halar por la respiración entrecortada.
En nuestras mentes, recordamos hoy todos los hermosos momentos de felicidad que compartimos desde nuestra infancia. Hemos podido reflexionar y sentirnos enormemente afortunados de tener un padre que nos enseñó a diferenciar el bien del mal, a tener siempre de primero a nuestro Creador Todopoderoso Jesucristo seguido de nuestra familia y el prójimo… a mantenernos unidos y amarnos como hermanos que somos.
Con su disciplina nos enseñó a respetar no solamente a las personas sino a la madre naturaleza y todo aquello que nos brinda la vida, a disfrutar lo poco o mucho que tenemos y por supuesto compartirlo con los demás. Ese fue el legado y nuestra mejor herencia, de la cual nos sentimos honrados y felices de poder cederla a nuestros hijos y nietos: Max Bernard, Amber, Yarielita, Daniel, Carlos Alberto, Andrea, Ana Alejandra, Manuel, Mathew, Jessica, Ana Laura, Andre, Máximo III, Rafaela María, José María Jr., Ana Lucía, Mikaela, Daniela, Mar Susana, Ava Grace y Cruz Bentley.
Se unen a este homenaje su sobrina/hija Ana Gloria Carrizo de Torres y el Dr. Pablo Pinzón Carrizo.
Padre, siempre nos honraste y seguimos tratando de imitar y honrar tu gran ejemplo. Hoy como todos los días desde tu ida al encuentro del Señor te recordamos y elevamos una oración y ahora más que te encuentras con tu amada “Felita”. Que Dios los tenga gozando de la vida eterna. Amén
¡Te queremos mucho papá!