Sabrina Sin Censura: diplomacia en tiempos de Trump



El mismo día que Donald Trump escaló las amenazas contra Panamá, afirmando que no descarta acciones militares para tomar el control del Canal, quedó en evidencia la vergonzosa realidad de algunos nombramientos en el servicio exterior. Los dos temas tienen relación, pues son estos funcionarios, liderados por la Presidencia y la Cancillería, quienes deben implementar una estrategia diplomática integral ante la complicada situación en que nos ha puesto el mandatario electo de los Estados Unidos.

Las palabras iniciales de Mulino recordando que la soberanía del Canal no es negociable, fueron muy positivas, pero no son suficientes. La recurrencia y gravedad de las declaraciones de Trump no permiten esperar hasta la toma de posesión del 20 de enero para tomar más acciones. De seguro ya hay efectos en la imagen de Panamá, pues más allá de la solidaridad internacional, estar en la mira de la superpotencia no es un buen lugar para nuestro país. El excanciller Jorge Eduardo Ritter considera urgente entablar canales informales de comunicación para entender qué es lo que busca el futuro presidente estadounidense.

A la par de las importantes declaraciones que ha dado el administrador del Canal, se necesita una estrategia de política exterior robusta, coherente y efectiva, llevada adelante por profesionales que tengan los conocimientos, las habilidades y el compromiso de servir al país. En estos momentos nuestro servicio exterior requiere a los mejores. Esa es la teoría. ¿Y qué tenemos en la práctica?

Esta semana vimos un ejemplo difícil de olvidar y de defender. Me refiero, por supuesto, a la comparecencia ante la Asamblea del embajador designado en Reino Unido, Guido Juvenal Martinelli. No voy a entrar en las sustancias o circunstancias que generaron su bochornosa aparición, pues lo que trasciende es la percepción generalizada de nombramientos que no están a la altura de lo que Panamá necesita. Este no es el único caso, Alonso Correa, embajador en India, no conocía sus funciones. De hecho, solo dos embajadores de carrera han sido promovidos durante esta administración.

El gobierno de Mulino no el único en nombrar personas en el servicio exterior, cuyo principal atributo es provenir de los círculos sociales y económicos cercanos al poder. El problema es que la indignación ciudadana no parece haber hecho mella en la mente del Presidente o al menos matizado las justificaciones del Canciller. Tampoco parece haber conciencia del daño que estos nombramientos hacen a la imagen de nuestro país. Como muchos han dicho, un funcionario con discapacidad, pero con verdadera preparación y compromiso, nos representaría con mucha más dignidad en el exterior.

La antropóloga Ana Elena Porras argumenta que “la diplomacia patriótica” inspirada en las negociaciones que llevaron a los Tratados de 1977, debe inspirarnos en estos tiempos de peligro. La brecha entre ese ideal y la “República de amigos, primos y socios” es, hoy más que nunca, monumental.


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