El año comienza y nos sentimos llenos de energía para hacer lo que no hicimos antes. Los gimnasios están llenos, en la nevera hay más verduras que cervezas y hacemos fórmulas mentales para gastar menos y ahorrar más. El problema con estas resoluciones es que el año cambia, pero nosotros seguimos siendo los mismos. Los obstáculos externos y las debilidades internas se mantienen y, con el paso de los meses, los gimnasios, las neveras y nuestras finanzas vuelven a ser lo que eran.
Algo similar ocurre con las promesas de los presidentes, con el agravante de que sus incumplimientos afectan a todo el país. Sus verdaderas motivaciones, los intereses políticos y económicos detrás y la dinámica en esta sociedad de primos se mantienen, por lo que en Panamá todo cambia para que nada cambie. En este inicio de 2025, propongo tomar las propias declaraciones del Presidente como herramienta futura de rendición de cuentas. Solo el tiempo nos dirá, que tan amplia es la brecha entre lo que dijo y lo que logra hacer.
Sobre las principales instituciones de control -Procuradurías y Contraloría- escuchamos oraciones ambiciosas. Es cierto que la vara está muy baja con los funcionarios salientes (especialmente el excontralor Gerardo Solís), pero también es innegable que algunos de los que entran, lo hacen con una pesada mochila de cercanía al Ejecutivo. El Procurador General Luis Gómez, fue el abogado del presidente Mulino en el caso de los radares y el contralor Anel Bolo Flores, fue presentado por el mandatario como un amigo personal. Ambos llegan con un peso del que se tienen que deshacer, si quieren honrar la independencia de sus cargos.
En palabras de Mulino los nuevos procuradores son libres para “perseguir justicia y no solo cabezas” en “todas las administraciones, incluidas la actual”. Por su parte, el contralor debe “ser un controlador del despilfarro” y “tener la entereza de decir que no”. Solo el tiempo dirá si esos compromisos con una Procuraduría verdaderamente independiente y una Contraloría que cumpla a cabalidad con sus funciones, se hacen realidad o si fueron simplemente parte del ritual para ganar los aplausos de las barras. Por ahora hay que anotar, que el nombramiento de Ventura Vega - enlace del Ejecutivo con la Asamblea -como Secretario General de la Contraloría, no augura mucha autonomía para una institución clave en la lucha contra la corrupción.
Como gran sorpresa, el mandatario resucitó el proyecto de una Constituyente Originaria y la definió como “un imperativo ético y moral”. Declaró que el 2025 sería el año de la “alfabetización constitucional” y hasta sacó tiempo para comprometer al Tribunal Electoral con una modificación del Código Electoral que acabe con “aberraciones como el voto plancha” y “maleanterías”, cómo la que según él,estuvieron detrás de la demanda a su candidatura.
Son promesas de marca mayor y muchas de ellas no dependen solo del Ejecutivo. Para lograr la cacareada reforma del Estado, el presidente necesitará de un capital político que se sostenga tras la gestión de tres temas urgentes y muy delicados: la reforma a la Seguridad Social, la disponibilidad del agua del Canal y el plan para la mina de Donoso.
Curiosamente, en medio de tanta resolución de año nuevo, poco dijo Mulino de esas tres grandes responsabilidades. En el proyecto de ley que reforma la Caja del Seguro Social le tiró el bulto a la Asamblea. Les dijo a los diputados que no dilaten los tiempos, que sustenten las modificaciones y que dejen la demagogia.
Completamente ausente de su discurso estuvo el Canal y la necesidad de proyectos como el reservorio de Río Indio. Mientras medios internacionales como el New York Times analizan a profundidad que el agua es un problema mucho más real para la vía interoceánica, que China y que Trump, en la alocución presidencial el tema no fue ni comentado. Tampoco fue mencionada la mina de Donoso, una verdadera papa caliente que requiere de transparencia y defensa real de los intereses nacionales.
El ímpetu que esperábamos en tales asuntos, lo destinó el mandatario, a “la tanda de vagos que no puede botar el Estado”, en referencia a la necesidad de una nueva ley de carrera administrativa. Que yo recuerde, todos los mandatarios han hablado de eso y ninguno ha podido hacerle frente a la enorme maquinaria politiquera. Y es que si se ponen muy estrictos con aquello del Estado eficiente lo más seguro es que no puedan lograr la mayoría legislativa que requieren. En otras palabras, esos mismos diputados que Mulino regañó, son los que necesita para que aprueben sus proyectos, muchas veces a cambio de nombramientos.
En fin: resoluciones de inicio de año. Es fácil hacerlas, pero muy difícil mantenerlas.
El año cambió, pero nuestros políticos siguen siendo los mismos.