Cinco días después de que Colombia no lograra el apoyo para un debate en la OEA sobre la crisis en la frontera con Venezuela, el secretario general de esa organización, Luis Almagro, conoció in situ el drama de los colombianos deportados del vecino país y la tensión en la zona.
Almagro hizo una visita relámpago a dos albergues en Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander (noreste), y en el vecino municipio de Villa del Rosario, donde conversó con afectados, autoridades nacionales y regionales, y luego se asomó al puente Simón Bolívar, que conecta con San Antonio (Venezuela).
“Tenía que venir a corroborar una situación humanitaria in situ. Y era para mí importante verlo con mis propios ojos y escucharlo con mis propios oídos, y tener la posibilidad de intercambiar para conocer lo mejor posible la real dimensión de lo que estaba aconteciendo”, declaró Almagro en una rueda de prensa.
El diplomático, acompañado durante el recorrido por la canciller colombiana, María Ángela Holguín, y el ministro de Interior, Juan Fernando Cristo, tuvo tiempo para escuchar los relatos de niños, mujeres, hombres y ancianos que permanecen algunos desde hace ya 15 días en carpas acondicionadas con colchonetas y artículos de primera necesidad a la espera de un lugar donde rehacer sus vidas.
“Lo único que yo pido es que nos den una tierrita. Hay tanta tierra aquí donde nos puedan dar un lotecito de siete por siete metros y ahí nos ponemos a trabajar en Colombia”, le dijo a Almagro un hombre llamado John Jairo Beltrán, quien aseguró ser padre de siete pequeños.
Entre abrazos, gritos de “justicia” y diversas peticiones, Almagro escuchó las historias de expulsados del vecino país después del cierre de la frontera ordenado por el presidente Nicolás Maduro y también de otros colombianos e incluso venezolanos que llegaron a Cúcuta por temor a correr la misma suerte o en busca de sus seres queridos.