Michel Temer ocupará el sillón presidencial en Brasil. Aunque respaldado por los mercados, el nuevo presidente interino enfrenta una ola de problemas, casi los mismos que condujeron a la agonía del gobierno del PT y la traumática destitución de Dilma Rousseff.
Llega sin el aval que dan las urnas y con un bajísimo apoyo popular: apenas entre 1% y 2% de los brasileños votarían por él para presidente, según un sondeo reciente. Su gestión, coinciden hasta sus más cercanos aliados, debe ser certera desde el mismo día que llegue al tercer piso del Palacio de Planalto.
Considerado un hábil tejedor de relaciones políticas, Temer, es al mismo tiempo una pieza permanente del ajedrez del poder brasileño y una figura relativamente desconocida para el gran público.
Este abogado de 75 años ocupará la presidencia de Brasil durante los 180 días que Rousseff estará como máximo suspendida de su cargo, mientras espera la sentencia final del Senado. Pero podría quedarse hasta el 31 de diciembre de 2018 si Rousseff es destituida definitivamente.
Bombardeado de acusaciones de golpista por parte de Rousseff, Temer no podrá apoyarse ni en el carisma ni en la retórica habitual de los líderes fuertes de Latinoamérica, que no forman parte de su andamiaje personal.
“Es discreto, menos conocido que Rousseff, pero va a heredar buena parte de la insatisfacción que hay con la política tradicional que él representa.
No le va a ser fácil presentarse como un hombre nuevo sin relación con los que cayeron”, dijo Thiago Bottino, analista de la Fundación Getulio Vargas. Sus asesores proyectan un gobierno bien articulado con el Congreso y de perfil tecnócrata.
Para Lincoln Secco, historiador de la Universidad de Sao Paulo, tendrá una dificultad adicional e inédita: Rousseff. “Vamos a tener de cinco a seis meses a la presidenta, pero sin ejercer su cargo.
Temer tendrá la sombra de la presidenta como una presión para que su gobierno tenga resultados rápidos”, dijo el académico, para quien la falta de legitimidad que dan las urnas podría entorpecer su tarea (Rousseff cayó tras ser votada por más de 54 millones de personas).
Casado con una mujer que tiene menos de la mitad de su edad y autor de un libro de poesía vapuleado por la crítica, Temer representa el poder establecido del gran país de Sudamérica.
En contraste, el PT levantó banderas de derechos laborales, programas sociales y una robusta agenda de nuevos derechos, que incluyó la reivindicación de la libre elección sexual, una definición amplia de familia y permitió la adopción a parejas homosexuales.
“El asunto más complejo que tiene la perspectiva del nuevo gobierno es el posible retroceso de los derechos adquiridos”, dijo Debora Messenberg, especialista en sociología política de la Universidad de Brasilia.
“Hay un gran recelo de que una serie de avances de los últimos años de los gobiernos del PT, avances sociales, derechos laborales, vayan a retroceder” en un nuevo escenario donde los políticos evangélicos tendrán un importante lugar, añadió. Y la crisis política ha dejado a la sociedad brasileña muy dividida. “Los movimientos sociales van a ir a las calles. Temer no va a tener una vida fácil”, añadió.