Las 21 hectáreas del parque Blonia, en el este de Cracovia (Polonia), sirvieron de escenario para el primer encuentro de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) entre el papa y cientos de miles de jóvenes que, a pesar de la intensa lluvia, llegaron cubiertos con capotes ofrecidos por los voluntarios en los accesos al recinto.
Los jóvenes panameños, unos mil en total, se encontraban distribuidos en varias de las zonas habilitadas en este gran espacio verde, fundado en 1889 por el filántropo polaco, Henryk Jordan, pero reconstruido tras ser la Segunda Guerra Mundial. Se les identificaba porque todos los grupos estaban encabezados por la bandera panameña.
“Estoy contentísima. Anhelaba como todo joven viajar al viejo continente pero eso no es todo. Obviamente lo que buscamos es tener una mayor experiencia con Dios”, relata Carolina, de 27 años, a La Prensa.
No es su primera experiencia en este tipo de eventos porque participó en la JMJ celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 2013, pero esta vez otros siete jóvenes de su parroquia se animaron. Están alojados en casas de familias en sur de Polonia, en un pueblo a unos 40 kilómetros en tren de Cracovia donde tienen lugar la mayor parte de los actos programados para la JMJ.
“Los chicos estaban un poco con incertidumbre al tomar el tren, sin saber bien. Tuvimos que entrar empujando para poder entrar, pero eso nos permitió compartir el medio de transporte con gente italiana o francesa. Aprendí un par de palabras como “buongiorno”(buenos días) o “a presto” (hasta pronto). Hasta me regalaron una bandera de Italia", cuenta Carolina, quien sólo tiene elogios para definir sus peripecias compartidas con los polacos. “La experiencia con las familias es deliciosa. Son muy cercanos. Aprendimos mucho de ellos y nos dan muy bien de comer”, señala con una sonrisa. “Tuvimos la gracia de estar también en pre-jornada, una semana antes de que comenzara todo. Eso nos ha permitido también convivir más días con la familia de polacos. Tanto que ya los llamamos mamá y papá”, explica.
El idioma no supone un problema: “nos entendemos por gestos”, comenta.
Durante su estancia en este país, este grupo de jóvenes panameños ha podido visitar las minas de sal de la ciudad de Wieliczka, también llamadas "la catedral subterránea de la sal de Polonia", una de las más antiguas del mundo que todavía hoy continúan activas. “Aún por la logística no hemos podido visitar todo. Al estar un poco lejos de Cracovia nos cuesta movernos. Tenemos que estar en catequesis allá y luego tenemos que volver temprano porque no hay trenes con horario nocturno”, detalla.
Pero para ellos lo más importante era ver al pontífice argentino. Fiel a su estilo sencillo y sin temer por su seguridad, el papa Francisco llegó en un tranvía ecológico junto a un grupo de jóvenes discapacitados.