Su historia ocupó titulares. A los 38 años fue secuestrada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) junto con la entonces candidata presidencial Ingrid Bethancourt.
Ocurrió el 23 de febrero de 2002 cuando viajaban a San Vicente del Caguán, epicentro del frustrado diálogo del gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) con las FARC. Estuvo seis años en la selva. Tuvo un hijo en cautiverio, Emmanuel, al que la guerrilla le quitó a los pocos días de nacido.
En 2008, la guerrilla la liberó en medio de una mediática operación, luego de la mediación del Gobierno de Venezuela. Y como si se tratara del capítulo de una novela, también recuperó a su hijo. Desde entonces es uno de los rostros emblemáticos del conflicto colombiano.
Clara Rojas, ahora congresista por el Partido Liberal colombiano, es una de las defensoras del acuerdo que el gobierno de Juan Manuel Santos pactó con la guerrilla más antigua del continente. Perdonó a sus carcelarios, se reconcilió con Ingrid Bethancourt, con quien tuvo varios desencuentros luego de que ambas fueran liberadas. Es feliz al lado de Emmanuel, al que le ha hablado del conflicto y del secuestro. En esta entrevista habla sobre el momento político que vive su país por estos días.
¿Qué sintió la tarde del lunes cuando Santos y Timochenko firmaron el acuerdo?
Fue un momento muy emocionante, muy importante para Colombia, estamos entrando a entender lo que nos está pasando. Qué rico vivir en un país en paz. Lo más emocionante fue cuando Timochenko [Rodrigo Londoño Echeverri, conocido como Timoleón Jiménez] le pidió perdón, no solo a las víctimas, sino a todo el país, porque realmente todos hemos sufrido. Y bueno, se ha polemizado mucho si es sincero o no, pero el hecho de que ellos lo digan ya es algo. Colombia estaba esperando un gesto de esta dimensión.
¿Qué pensó en ese momento?
Me dio emoción porque eso es empezar a construir puentes, puentes de reconciliación, yo creo que eso es lo importante, y ojalá vengan más gestos de este tipo para casos puntuales, para personas que realmente han padecido tanto daño y dolor.
¿Lloró?
Sí, particularmente cuando tocaron esa canción en recuerdo de las personas que no estaban. Sentí un inmenso dolor porque sabía que hay muchos que merecían estar allí. Otros han muerto y eso me embarga un profundo dolor.
¿Pensó que este momento llegaría algún día?
Digamos que yo siempre he sido una persona que ha apoyado el proceso. Pero como las negociaciones se dilataban y se dilataban, uno empezaba a perder la confianza, porque decía: ‘Y ellos cuándo van a terminar. Nos dicen que ya van a terminar y no llega la fecha’. De manera que me siento muy feliz, felicito al presidente colombiano porque, sin duda, fue perseverante, se mantuvo a pesar de tantos obstáculos, de tanta oposición y el resultado es maravilloso para Colombia. A medida que los días van pasando vamos a digerir lo importante que es este hecho.
¿Cuáles son las lecciones que han dejado estos 52 años de guerra?
Nos faltó más conciencia. Este era un tema que no tenía por qué haberse demorado tanto. Faltó más voluntad política. Me siento contenta que nuestra generación le está entregando esta solución de paz a los colombianos. Pero hay que reconocer que faltó voluntad política de ambas partes, y que para llegar a un acuerdo se requiere la participación de ambos. Para el futuro, la gran lección es que los conflictos no se deben dejar salir de madre, como decimos coloquialmente, sino tratar de resolverlos cuando se presentan.
Estuvo seis años secuestrada por las FARC, tuvo un hijo en cautiverio, ¿cómo sanó, cómo perdonó?
Uno vive de las motivaciones. A mí lo que más me tenía emocionada era pensar en brindarle a mi hijo una niñez tranquila como yo la había vivido. Y bueno, eso me motivó y tuve muy buena asesoría. Mucha gente me dijo: ‘con ese dolor no vas a poder reconstruir tu vida, tu eres todavía una mujer muy joven’. Eso me hizo depositar todo ese dolor, toda esa rabia, todo ese coraje por lo padecido, en una cajita.
¿Cómo está Emmanuel, cuántos años tiene?
Doce añitos. Está divino.
¿Qué dice él de lo que pasa en Colombia en este momento, fue a Cartagena?
Está emocionado. Me acompañó a Cartagena.
¿Usted le ha contado lo que vivió?
Trato de mantener el criterio de transparencia con él. Él sabe que estuvimos secuestrados, sabe que nació en la selva. Obviamente no es una conversación del día a día nuestro, sino que tratamos de vivir lo que vive cualquier familia normal como para no volver atrás, como una estatua de sal. De manera que diría que él es un niño alegre.
¿En qué momento decidió apoyar el proceso de paz del gobierno de Juan Manuel Santos?
Desde el día uno. Mi voz fue de las primeras. Incluso escribí un libro en 2011 que se llamaba Cartas a Emmanuel que le ponía contexto al conflicto, y terminaba en eso: que la solución, sin duda, es el diálogo. Sueño con un país en paz, y qué delicia poder estar entregándole a esas nuevas generaciones un país de paz.
¿Cuáles son sus argumentos para votar por el sí en el plebiscito que se hará el domingo para saber si los colombianos apoyan la firma del acuerdo de paz?
Son varias razones. Primero, porque es un momento histórico para Colombia. Tenemos que pensar con dimensión de futuro, de grandeza, de país, por encima de cualquier interés político. Como víctima que fui, me parece que lo más valioso es que no existan 15 mil hombres al servicio de la muerte, del daño, del conflicto, y que estén 15 mil armas en la calle. Me parece eso muy valioso porque, de alguna manera, ya se está garantizando que no se repetirán estos hechos que nos tocó padecer. Lo demás todo es ganancia, tener a esta gente haciendo política me parece que es preferible a tenerlos causando muerte.
¿Ve usted a las FARC en el Congreso, en el poder? ¿Llegará ese día?
Ellos tienen un camino largo, un camino largo, entre rosas y espinas. Digamos que ya se les ha abierto una puerta: el presidente Santos les dio la bienvenida a la civilidad. Depende de ellos, de su compromiso con Colombia, con la civilidad, con la democracia. De si logran ganarse la confianza de la ciudadanía. La pelota está de parte de ellos.
¿Usted el pasado lunes, día en que se firmó el acuerdo, tuvo algún acercamiento con miembros de las FARC?
No, porque realmente a ellos los tenían como... encerrados, pero bueno, en algún momento supongo que tendremos esa oportunidad.
¿Desde que regresó de la selva no ha hablado con ellos?
Sí, tuve la oportunidad [de hablar] con el que fuera nuestro carcelero, que estaba en la cárcel. Se llama Martín Sombra, incluso tuvimos un gesto de reconciliación. Él me pidió perdón.
Descríbame ese momento.
Fue muy emotivo. Eso lo organizaron unos periodistas y él me hizo llegar el mensaje de que estaría dispuesto a reunirse conmigo, y a reconocer que nos había causado un profundo daño. Y yo, pues lo valoré. Me pareció que era positivo y fui sin una gran expectativa, pero vi en él una gran actitud de reconstrucción, de decir: ‘oiga, sí, les causamos mucho daño, no solo a usted, sino a tantas personas que estuvieron secuestradas y a sus familias’. Y esos gestos me parecieron muy valiosos en su momento.
¿Qué le dice a los que piensan votar por el no?
Que me dan pesar. Aquí no se trata de una cuestión política, sino del país. Es la primera [vez] que a los colombianos nos tienen en cuenta, nos involucran con el tema de la paz. Entonces, ¿cómo vamos a decir que no? En los 10 procesos [frustrados] de paz anteriores que hubo con tantos grupos nunca nos preguntaron si queríamos el sí, simplemente nos notificaron. Y estos acuerdos han sido públicos en todo momento. Me da pesar, pero igual les respeto su posición.
¿Cuál es su principal análisis del acuerdo?
Hay que analizarlos de manera íntegra. La gran apuesta está dada para dignificar el campo, ojalá que el Gobierno tenga la capacidad y los recursos suficientes para que esa apuesta al campo, que requiere una gran inversión y un gran apoyo técnico de muchas personas para lograr cambiarle la cara a esa otra Colombia. Ojalá puedan cumplir en el corto, mediano y largo plazo. El punto medular es este primero que empieza con el ‘Día D’ que es cuando ellos van a entregar las armas durante estos seis meses, y se van a fundir en tres estatuas, o tres obras de arte en Nueva York, en Cuba y Colombia. Esto va a ser un acto simbólico muy importante, y que va a permitir a los colombianos empezar a creer que esto es una realidad.
Sin duda, como lo dijo el comisionado de paz [Sergio Jaramillo] todos los acuerdos tienen un efecto trenza, la idea es que empiecen a funcionar en simultáneo. Hay una gran expectativa porque la jurisdicción especial para la paz empiece a funcionar y ojalá que el Gobierno reglamente prontamente esto, en el mismo Congreso vamos a tener esa labor, para que empiece a funcionar. Que se nombren los miembros del tribunal, que digan dónde van a funcionar, que reciban los expedientes. Que empiece a tener dinámica.
¿Cómo ve a Colombia después del acuerdo?
Este es otro país. Ya llevamos tres días amaneciendo en paz. Yo cada vez que lo pienso por las mañanas le doy gracias a Dios por estar viviendo este momento tan importante. Vamos a estar como en Panamá, que allá viven tan rico.
¿Qué puede decir del proceso de reparación a las víctimas?
Es complejo porque son muchas [ocho millones]. Pero lo más importante es que las víctimas logren tener una actitud proactiva. Que sepan que, sin duda, vendrá una ayuda del Estado pero que eso no es suficiente. Que lo más importante es afrontar la situación y querer armar su proyecto de vida. Que el pasado quedó atrás y lo más importante es el presente. Creo que tenemos que hacer un gran empeño.
¿En qué aspectos enfoca su labor en el Congreso colombiano?
Tres focos: los derechos humanos, la mujer y el tema de Bogotá. Fui elegida por la circunscripción de Bogotá, y a pesar de que Bogotá ha crecido tiene complejidades porque somos más de ocho millones de habitantes. Aquí vienen personas de todo el país y también hay gente que tiene unas condiciones muy precarias. Entonces lograr que Bogotá rompa esas brechas entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre miembros de diversas etnias y religiones y que sea una ciudad más comprensiva, más tolerante y ejemplo de civilidad para todo el país.
¿Cómo decidió meterse a la política?
Fue hace muchos años. Desde niña siempre me llamó la atención. Mis padres me inculcaron un gran amor por Colombia y se los agradezco, desafortunadamente ellos ya no están vivos pero queda la semillita, queda ese amor que me transmitieron y que también espero transmitirle a mis hijos.
Su relación con Ingrid Bethancourt?
En mayo ella vino a Colombia, participamos en un foro de reconciliación y tuvimos la oportunidad de estar un momento juntas, de expresar nuestro deseo de reconciliarnos. Y bueno, eso poco a poco se va dando. Más que todo fue como abrir la posibilidad de reunirnos, de escucharnos, de saber cómo estaban nuestras familias, de qué había sido de nuestras vidas, qué proyectos nuevos teníamos. Fue un diálogo muy cordial. Y bueno, de cuando en cuando nos enviamos uno que otro correo.
Martín Sombra, el carcelero
Por años, el nombre Martín Sombra se escuchaba todos los días en los hogares colombianos. Eran épocas en que el secuestro, las muertes, los asesinatos convertían al país vecino casi que un estado fallido. No se podía andar por las carreteras por el temor a las famosas “pescas milagrosas”, retenes que ponían las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en cualquier lugar para secuestrar a los ciudadanos.
No discriminaban. Se llevaban a ricos y pobres, a blancos y negros, a gordos y flacos. Entonces, el Gobierno colombiano emprendió una agresiva campaña publicitaria para localizar a los jefes máximos de las FARC, los más sanguinarios, los asesinos, los que ponían bombas. Y Martín Sombra era uno de ellos. Era un pez gordo, era el carcelero de las FARC. Cuidaba a los secuestrados, y se decía que se hablaba al oído con Manuel Marulanda [Tirofijo] y de Jorge Briceño [El mono jojoy].
Militó 44 años en las FARC y fue capturado por el Ejército colombiano el 27 de febrero de 2008 y, desde entonces, está preso, pero ha seguido con atención la dinámica del diálogo entre el Gobierno y las FARC.