Los cuerpos de rescate continuaban este domingo 2 de abril la búsqueda de personas desaparecidas luego que el desbordamiento de tres ríos en Colombia dejara más de 210 muertos, 203 heridos y 200 desaparecidos.
Tras una reunión de más de dos horas con autoridades del país, el presidente Juan Manuel Santos ofreció una conferencia de prensa y señaló que el número de fallecidos creció a 210. “Tres más (de los) que teníamos cuando iniciamos este balance, y hay 203 heridos. De los fallecidos ya hay 170 que han sido identificados y 112 están a disposición de la Fiscalía para ser entregados a sus seres queridos”.
Santos apuntó que entre los fallecidos hay 43 niños. El mandatario también señaló que un avión de la Fuerza Aérea Colombiana sobrevoló la zona afectada y no encontró ningún indicio de represamiento en ningún río ni quebrada.
“Eso lo digo porque mucha gente está asustada; asustada de la posibilidad de otra avalancha o de otra situación, pero quiero darles esa tranquilidad”, dijo.
Además, Santos anunció que los gastos de los servicios fúnebres de las víctimas correrían a cargo del Estado, pero no precisó cuándo serían las primeras exequias. Asimismo, dijo que tres plantas eléctricas y otras tres plantas purificadoras de agua llegarían pronto a la zona para atenuar la falta de energía y de agua.
Para ayudar a los damnificados por el desastre, el Banco Interamericano de Desarrollo, donará 200 mil dólares.
En el encuentro con la prensa, Santos dijo que en este momento hay mil 800 personas que prestan apoyo a los damnificados: soldados, policías, diferentes cuerpos de socorro, diez helicópteros y seis aviones.
A su vez, el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, dijo que 68 pacientes fueron llevados a varias ciudades del país. Cuarenta de ellas a la ciudad de Neiva y 28 a la ciudad de Popayán.
Mientras el número de muertos sigue aumentando, los familiares de cientos de desaparecidos por las inundaciones en el sur de Colombia pierden la esperanza por encontrar a los suyos con vida. Hombres con colchones al hombro, mujeres cargando sofás y adolescentes que trasladan botellas de gas vacían lo que queda de sus casas. Los árboles desarraigados se acumulan en los puentes y el río sigue corriendo por los suelos de negocios arruinados.
En la puerta del hospital, decenas buscan a sus familiares. Quienes no están en la lista, probablemente no volverán. En el borde del río, entre raíces de árboles, una mujer busca dos amigos que no encuentra. Los edificios que quedan en pie se aguantan sobre el lodo.
“Los familiares que fueron a ver su casa no encontraron sino el piso”, dice Gilma Díaz, una campesina de 42 años de Orito que busca un primo que hace siete años salió del pueblo para buscarse la vida en la ciudad. Como ella, decenas se agolpan a las puertas del hospital para ver si encuentran un nombre conocido. En la misa del domingo, rezan por las almas que quedaron en esta inundación.
Entretanto van y vienen camionetas con colchones y mesas, gente cargando bombonas y bomberos con perros buscando cuerpos. Juana Chanchí de Ruiz, de 74 años, mira la gente mudarse con los muebles en la acera. Su casa se salvó, aunque los ríos pasaban a lado y lado.