Colombia está a punto de poner fin a medio siglo de derramamiento de sangre este jueves 23 de junio cuando el presidente del país, Juan Manuel Santos, se una a los rebeldes de izquierdas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para la firma de un alto el fuego y un acuerdo de desarme en una ceremonia plagada de mandatarios que se celebrará en Cuba.
Tras más de tres años de negociaciones, en ocasiones complicadas, en la capital cubana, el gobierno de Santos y las FARC anunciaron el miércoles que superaron sus últimas diferencias sobre la desmovilización de 7 mil combatientes y la entrega de armas tras la firma de un acuerdo que terminará con uno de los conflictos armados más largos de la historia, que marcó a generaciones y dejó millones de víctimas y pérdidas materiales.
El viaje de Santos a La Habana es una señal de que las negociaciones tocan a su fin. Junto al comandante de las FARC Rodrigo Londoño, alias Timoleón Jiménez o Timochenko, Santos desvelará los detalles del acuerdo de desarme en un acto al que asistirá el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, varios presidentes latinoamericanos y un enviado especial de Estados Unidos.
La confrontación provocó más de 220 mil muertos, miles de desaparecidos y millones de campesinos desplazados a las ciudades desde que se iniciaron las hostilidades en 1964.
En los últimos 15 años, el ejército colombiano, apoyado por el gobierno de Estados Unidos, desató una ofensiva que diezmó las tropas del movimiento insurgente y replegó a sus combatientes sin derrotarlos, lo que forzó al secretariado de la organización de corte marxista-leninista a sentarse a una mesa de negociación a pactar la paz en 2012.
Los rebeldes hallaron en Santos, un economista formado en Estados Unidos perteneciente a una de las familias más ricas del país, un socio fiable que, pese a proceder de la élite conservadora colombiana, no estaba marcado por sus prejuicios.
El impulso decisivo para terminar el proceso se produjo esta semana cuando el mandatario colombiano dijo que esperaba tener un acuerdo de paz completo listo para el 20 de julio, cuando el país celebra su independencia de España. Pero el último acuerdo va más allá de lo esperado.
Además de un marco para un alto el fuego, ambas partes dijeron el miércoles que habían acordado un plan de desmovilización que hará que las guerrillas se concentren en zonas rurales y entreguen las armas que durante muchos años fueron vistas como símbolos de los orígenes del movimiento, como una fuerza de autodefensa de campesinos ante ataques del estado controlado por la oligarquía.