Los españoles acudían a las urnas este domingo 10 de noviembre por cuarta vez en cuatro años, en un ambiente crispado por el bloqueo político crónico y una crisis catalana que ha alimentado a la extrema derecha de Vox.
Seis meses después de las legislativas de abril, que ganó sin mayoría absoluta, el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, volvió a pedir la confianza de los 37 millones de electores para poner fin a cuatro años de inestabilidad.
Tras votar en Pozuelo, noroeste de Madrid, Sánchez animó “a todos los ciudadanos a votar [para] que a partir del día de mañana podamos tener la estabilidad necesaria para poder formar gobierno y poder poner a España en marcha”.
Sin embargo, los sondeos apuntan a que volverá a ganar pero lejos de una mayoría absoluta en el Parlamento, necesitando de los apoyos de otros partidos para ser investido y luego sacar adelante las leyes.
A las 13:00 GMT, la participación era de 37.93%, 3.5 puntos menos que en las elecciones de abril (41.49%), según cifras oficiales.
En esta jornada electoral, que discurrirá hasta el cierre de los colegios a las 19:00 GMT, el conservador Partido Popular (PP) espera recuperarse del descalabro de abril (66 escaños, su peor resultado), y la gran sorpresa sería la extrema derecha de Vox, que podría erigirse como tercer grupo parlamentario, duplicando los 24 asientos actuales.
En un ambiente de fragmentación y polarización creciente, las encuestas no le dan mayoría ni a las derechas (PP, Ciudadanos y Vox) ni a las izquierdas (PSOE, Podemos y su escisión Más País), y sus líderes no han aclarado cómo piensan resolver el bloqueo.
“He votado a la derecha, porque las cosas más importantes son la unidad de España y (garantizar) las pensiones”, indicó a la AFP Rafael García, de 84 años, en el madrileño barrio de Hortaleza, donde las ventanas se adornan con banderas españolas.