Exguerrilleros, paramilitares, civiles y militares se unen para obra de teatro en Bogotá

Exguerrilleros, paramilitares, civiles y militares se unen para obra de teatro en Bogotá


Exguerrilleros, antiguos paramilitares, militares retirados, pobladores civiles: una obra de teatro en Bogotá reúne a todos los actores del conflicto que desangra a Colombia desde hace medio siglo, una apuesta a sanar heridas desde el arte.

"Victus II: la memoria", un proyecto nacido el año pasado en pos de la reconciliación y la paz, se presentará por primera vez al público a partir del martes con una puesta en escena con 17 víctimas y victimarios.

Una de las historias es la de Ferley Ruiz, de 30 años, reclutado en 1998 por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), un grupo paramilitar que surgió hace tres décadas para luchar contra las guerrillas de izquierda aparecidas en el decenio de 1960, y desmovilizado a instancias del gobierno en 2006.

"Cuando el auge de la guerrilla (FARC) en el sur de Bolívar (norte del país), mataron a una hermana de 13 años en combate, esto nos obligó a irnos más a la zona rural", cuenta Ruiz a AFP, al recordar como fue llevado por las AUC cuando su familia no pudo pagar una "vacuna" (extorsión) a ese grupo, que amenazó con matar a otra hermana.

"Esto no lo podía permitir y a los 13 años me fui con ellos", agrega, durante el lanzamiento de "Victus II" en el teatro Arlequín de Casa E.

Hasta que decidió huir, a los 17 años, Ruiz operó contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), principal guerrilla del país, que firmó la paz en noviembre pasado, y contra el Ejército de Liberación Nacional (ELN), único grupo grupo rebelde activo y actualmente en diálogos con el gobierno.

Sobre su experiencia teatral afirma: "Lo bonito fue conocerse (...), pues así uno venga de un grupo armado ilegal siempre tiene una parte humana".

Para la excombatiente Dayra Hernández, el proceso creativo ha sido positivo.

"Se han sanado las heridas, no se olvida, pero se sana. Ya no nos derrumbamos tanto como antes", señala sobre la obra dirigida por la actriz Alejandra Borrero.

La producción tuvo momentos duros, cuenta Borrero, sobre todo cuando se habló de los abortos forzados.

"Fue el día más horroroso, ahí terminamos todos llorando, nos sentamos a llorar y a llorar y a llorar porque no había nada más que hacer", afirma con lágrimas en los ojos.

"Lo que es sacarle un hijo a una mujer de ocho meses (de embarazo), un bebé formado", dice, y explica que en la obra solo los hombres hablan del tema: "Ellas no pueden".

Como víctima de secuestro, tortura, abuso sexual y desplazamiento forzado, Yulisa Mosquera, de 37 años y oriunda del convulsionado Chocó (noroeste), encarna lo más espeluznante de la violencia, que sufrió por oponerse al reclutamiento de jóvenes.

"Al principio fue muy doloroso encontrarme con mujeres que habían hecho parte de grupo (de las AUC) que me había violentado", asegura con voz firme.

"Fue muy duro entender las razones de ellas y poder colocarme en sus zapatos".Pero el arte ha aliviado su pena, dice. "Necesitamos que Colombia sepa la verdad, pero también que empecemos a reconciliarnos los unos con los otros", enfatiza.

El conflicto armado colombiano ha dejado en cinco décadas más de 260 mil muertos, 60 mil desaparecidos y unos 7.1 millones de desplazados.

"Nunca jamás pensé que iba a tener que encontrarme con mis verdugos", admite Antonio Erira, de 48 años, retirado hace tres del Ejército.

Para este sargento primero, que casi toda su carrera estuvo en la primera línea contra los grupos armados, "Victus" ha significado poder "abrazarse, charlar, almorzar" con quienes antes enfrentaba.

Borrero contó que fue un coronel quien le propuso hacer teatro con militares marcados por el conflicto.

Ella sugirió incluir al resto de los actores de la conflagración, y también a las víctimas. "¿Y sabe qué dijo él? 'Los militares estamos listos para oír la verdad'", cuenta.

Cuando los 17 protagonistas estaban seleccionados, Borrero los reunió.

"¿Tienen miedo?", les preguntó. "Y ellos dijeron: 'sí', pues ninguno sabía la identidad del otro", relata, aunque aclara que nunca debieron llamar a psicólogos.

"El arte y la educación son las herramientas del posconflicto, estoy segurísima", afirma Borrero, también convencida de que la memoria no está "tallada en piedra", sino "viva".

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