Unos 6 mil 500 vendedores exponían en sus puestos objetos de todo tipo desde el sábado en las calles de la ciudad de Lille, en el norte de Francia, donde se espera que más de dos millones de personas asistan hasta el domingo al mercadillo más grande de Europa.
Vinilos, vajillas, maletas, teléfonos fijos, ábacos, molinillos de café o antigüedades... son los objetos que se pueden encontrar en los puestos de los anticuarios que se extienden en un centenar de kilómetros por las calles de Lille.
Y aunque este gigantesco rastro dio comienzo el sábado a las 08H00 de la mañana y se terminará el domingo por la tarde, los primeros objetos a precio de saldo se conseguían como tradicionalmente desde el viernes por la noche.
En sus orígenes, que se remontan a la Edad Media, el mercadillo permitía a los sirvientes vender los objetos viejos de sus amos. Este rastro gigante perduró a través de los siglos para convertirse desde hace una veintena de años en un evento europeo.
El ayuntamiento quería que el mercadillo, como en la edición de 2017, fuera más "auténtico", con "prioridad para los habitantes y los comerciantes de Lille y, por supuesto, a los anticuarios que vienen del exterior", explicó a la AFP la alcaldesa Martine Aubry, que como cada año visitó el rastro el sábado por la tarde.
"La idea es conservar esta autenticidad que muchos reclamaban con razón", afirmó.
Después de haber sido anulado en 2016 por la amenaza terrorista, el mercadillo de esta edición contará, como en 2017, con el despliegue de 3 mil policías, gendarmes y militares del dispositivo Sentinelle. Varios helicópteros sobrevuelan además el sector y se inspecciona al público de manera aleatoria en los doce puntos de entrada a la feria.