OKUMA, Japón. (EFE). -Completamente a oscuras y con altísimos niveles de radiación, la sala de control de los reactores 1 y 2 de Fukushima se convirtió en el frente de batalla de una crisis que hace tres años atemorizó a Japón.
Coincidiendo con el aniversario del accidente, los dueños de la central mostraron hoy por primera vez a un grupo de periodistas, entre los que se encontraba EFE, la habitación restaurada sÍmbolo del heroísmo de sus trabajadores.
Durante varios días sin interrupción, solo con la ayuda de sus linternas, un puñado de ingenieros luchaba, exponiendo sus vidas, por controlar el apagón eléctrico que sumió a la central en foco de una crisis sin precedentes.
Aquella batalla fue ganada, aunque tres años después no se pueden ocultar los grandes retos que se siguen afrontando en Fukushima.
Llegar a la central, que el 11 de marzo de 2011 fue azotada fatalmente por un terremoto y un tsunami, es recorrer un paisaje fantas mal dominado por el abandono.
La crisis nuclear ha dejado localidades enteras desiertas, con casas en perfecto estado abandonadas, calles completamente vacías con coches aparcados que no utiliza nadie y supermercados con las estanterías llenas por los que no ha pasado un cliente en tres años.
Después del accidente, 200 mil personas fueron evacuadas. Hoy alrededor de 50 mil siguen sin poder volver a sus hogares en un radio de entre 10 y 20 kilómetros alrededor de la planta.
Aunque algunos han podido poco a poco volver a sus ciudades, y otros las pueden visitar durante el día, hay localidades como Namie o Tomioka que siguen pareciendo el escenario de una película de terror.
"Sentimos una gran responsabilidad por lo que sucedió, por eso nuestra misión es realizar el desmantelamiento de la manera más segura", explica el director de la central, Akira Ono, cuando es preguntado por qué nadie ha sido condenado a pesar de los errores.
Los estragos del tsunami y el gran terremoto son todavía evidentes en algunos de los edificios del recinto de la central, que ocupa una extensión de 77 mil metros cuadrados en un bonito paraje entre la montaña y el mar.