Henry Acosta: un mediador crucial en la sombra

Henry Acosta: un mediador crucial en la sombra


No figuró en las negociaciones entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), pero su papel fue determinante en el proceso de paz suscrito por ambas partes en Cartagena, el pasado 26 de septiembre.

Sin considerarse una figura reconocida, como suelen serlo aquellos a quienes acuden los presidentes, el empresario colombiano Henry Acosta se la jugó toda como enlace entre las Farc y dos mandatarios del país vecino: Álvaro Uribe y su sucesor inmediato, el presidente Juan Manuel Santos. Es un hombre de paz.

EL AMIGO DE 'CATATUMBO'

Henry Acosta estuvo en el lugar indicado el día indicado. O quizás al revés. Sentado en una Toyota Prado blindada nivel 5 -el estándar más alto de protección existente en Colombia-, se arregla el pin con forma de paloma que adorna su saco crema, antes de empezar a contar la historia de cómo se acercaron dos extremos de un país acostumbrado a los combates.

Corría 1998 y lo acababan de contratar a nivel privado para ayudar a replicar un proyecto de retención de desplazados, así que fue a verlo. Solo. ¿Por qué solo? No sabe.

Henry Acosta estuvo en el lugar indicado el día indicado. ¿O al revés? Sentado en una Prado blindada nivel 5 (el nivel más alto de blindaje que existe en Colombia), se arregla el pin en forma de paloma que adorna su saco crema y arranca a contar la historia.

Corría 1998 y lo acababan de contratar para ayudar a replicar un proyecto de retención de desplazados, así que fue a verlo. Solo. ¿Por qué solo? No sabe.

Entrando al corregimiento de Santa Lucía unos uniformados lo detuvieron. “Muy amablemente”, recuerda, le preguntaron qué hacía solo, y le pidieron seguirlos para hablar con “el camarada”.

“Yo estaba acostumbrado a ver esos retenes. Llegué a una hacienda habitada, con trabajadores, ganado… Salió un señor de civil, pantalón habano, camiseta blanca. Se disculpó: ‘qué pena haberlo hecho venir hasta acá, pero usted solo en ese carro tan elegante...”.

Julieta, la esposa de Henry, siempre le decía que tuviera una hoja de vida en el carro. “La saqué. Le llamó la atención que hubiera trabajado en Naciones Unidas. Y le dije que él no me había dicho quién era. Era [alias] Pablo Catatumbo. Le dije el nombre de su esposa, que él iba donde yo estudiaba…”. Y se sorprendió que supiera tanto de él.

Eran las 9:30 a.m. y las 11:00 p.m. seguían hablando. “Pablo, me voy; y me dijo ‘no, porque le cae una avanzada mía y se queda en el monte. Se va mañana’. Y me quedé. Me pusieron un colchón, me quité los zapatos y me acosté. A las 4:30 a.m. me despertaron los mugidos de las vacas y al ratito llegó Pablo con jugo de naranja. Se disculpó porque me despertaron. Pero yo duermo poco, máximo cinco horas al día. Nos despedimos y me dijo que volviera pronto, pero que le siguiera trayendo libritos. Él es muy buen lector de historia, pero yo le introducía temas de economía. Le decía que él era marxista y Marx era economista, no historiador”.

Pablo, cuenta Henry, es un narrador de primera. “Si le preguntas esta historia te la cuenta, pero en tres horas”, asegura.

‘EL FACILITADOR’

Henry y Pablo se siguieron viendo, pero el oficio de Henry como “facilitador”, que es como él se describe y las Farc y el gobierno lo llaman, empezó en 2002 con el secuestro de 12 diputados, entre ellos el hijo de Carlos Barragán, su amigo. “Yo llamo a Carlos el mismo día del secuestro y le cuento: ‘tengo esta conexión que de pronto sirve’”.

Barragán llamó a Luis Carlos Restrepo, entonces alto comisionado de paz, y se reunieron los tres. “Yo le digo: necesito una autorización escrita del presidente Uribe. Y Restrepo lo llama. Yo conocía a Uribe, porque en 1990 él fue senador. Me lo presentó Ernesto Samper. Uribe fue ponente de la ley de las cooperativas colombianas y yo era presidente de la junta nacional del Instituto Nacional de Cooperativos que agrupaba mil 200 cooperativas. Entonces cuando Restrepo lo llama le digo que me lo pase. Y me dice ‘hola Henry querido’ –así me dice siempre–, y me autorizó para que yo hablara con las Farc”.

Llevó a Barragán dos veces a que hablara con Catatumbo. La primera vez solo y la segunda, acompañado de los padres de otros dos diputados secuestrados. La segunda vez acordaron la liberación de esos tres secuestrados por razones humanitarias. “Le dije que era una lástima que a los demás los dejaran, pero que por algo se empezaba. Pero Carlos comete un error así como monumental. Citó a una rueda de prensa y contó. Y ahí se dañó todo.

Años después las Farc mataron a 11 de los 12 secuestrados. Pero Henry queda conectado con el comisionado de paz y con el expresidente Uribe.

Cambia radicalmente de tema. “En el libro que publiqué hace poco está todo. Uribe no aceptaba dialogar. ‘Henry’, decía, ‘yo no tengo que negociar con ellos eso que ellos llaman causas políticas, sociales, y económicas del conflicto, porque ellos son unos bandidos terroristas. Ellos se tienen es que rendir. El Estado es superior”.

El 16 de junio de 2006, sigue haciendo gala de su memoria infalible, se encontraron con Restrepo en el Hotel Intercontinental de Cali. 11:30 p.m.

“Él pidió que fuera Julieta. Hablamos hasta las 2:15 a.m. Yo traía anotadas algunas notas, pero empiezo un mensaje de memoria: ‘Presidente Uribe: le mandan a decir las Farc, Alfonso Cano y Pablo Catatumbo, que ellos no están por la toma del poder ni porque este sea un país socialista, sino porque este sea un país con economía de bienestar, tipo países escandinavos. Que ellos están convencidos de que ni usted podrá derrotarlos militarmente ni viceversa, y que lo mejor es que se termine este desangre y que negocien las causas sociales, políticas y económicas de esta guerra. Presidente, autorice a Restrepo a que suba conmigo para que se encuentre con ellos y comencemos a estructurar esto’. Y me dijo: ‘Henry, yo no puedo dejar a Restrepo reunido con unos bandidos sin que las fuerzas militares sepan dónde están. Me tiene que decir dónde van a reunirse’. Y le dije que era imposible. No sabía y si supiera no podía decirlo. Nos podía caer un operativo militar ahí o cuando nos retiráramos”.

¿Y Restrepo que decía? 

Que sí, que lo que quería era reunirse, que lo dejara subir conmigo. En el Intercontinental, cuenta, “le dije no los insulte [a las Farc], no les diga bandidos. Y me dijo: ‘dígales que no les volveré a decir bandidos, pero que los voy a seguir buscando’. Y se sentó a comer chontaduro [pivá] con miel.

Y le digo: ‘¿les digo eso?’

Y me dijo: ‘no, dígales que entreguen los fierros, que ya hable con Sarkozy y que él los recibe a todos allá’.

Y le dije: ‘yo no digo eso, porque eso acaba con la posibilidad de dialogar’. Y se los conté 15 días después”.

¿Por qué, si les dijo a Uribe que no lo contaría?

Les dije ‘les cuento esto, no que les mando este mensaje.

¿Cuál es la diferencia entre sentarse con Santos y hacerlo con Uribe?

La primera vez que me senté con Santos fue el 6 de septiembre de 2010. El mensaje se lo hice llegar a través de Frank Pearl, comisionado de la paz en ese momento. Santos me llamó desde el 30 de agosto hasta el 3 de septiembre, una llamada diaria, a preguntarme cuándo iba. Nos reunimos por tres horas. En esa reunión me dijo: ‘dígales que yo designo a Frank Pearl y a Enrique mi hermano para que se reúnan con dos del lado de ellos para que veamos cómo hacemos la paz. Y que si van Catatumbo y Cano, yo también voy. El mensaje fue verbal y yo tenía que redactarlo. El 14 de septiembre lo envié.

¿Cómo?

Personalmente a Pablo. Y el 18 me llegó un mensaje con fecha del 15, como de tres páginas, donde me dicen sí, aceptamos. Ese fue uno de los días más alegres de mi vida.

Henry dice no ser político. Pertenece al Partido Liberal “desde recién nacido”, pero no es activista. Dice que no se mete en asuntos políticos, así como tampoco le comentó nunca a pablo nada de su “oficio”. Él es mediador. Solo mediador.

A los encuentros Henry, que se jacta de tener la mayor colección de tangos de Colombia, va con su esposa. Ella, cuenta, no se sentía tranquila en la casa si él iba solo. Y a todos lados van juntos. Con sleeping bag y bacinilla, por si acaso.

Dulcinea, le puso como apodo Catatumbo a Julieta. Y a él, el Quijote de la Paz. Con Julieta tienen dos hijos y tres nietos. “Sí, en los mensajes se le ocurrió eso. Como yo era Quijote, ella era Dulcinea. Y era simpático. En los mensajes él también me decía Manuela. Apreciada Manuela, decía. Él decía que era para despistar”.

Santos también le dice Dulcinea a Julieta. Y ella, cuenta Henry, “una vez le contestó que yo no era el Quijote sino Sancho Panza, por la panza”.

Una de las contadas veces que no fue a ver a Catatumbo con su esposa se llevó el susto más grande de su vida. “Se me aparecieron en la vía unos camuflados y yo dije ‘estos no son guerrilla. Estos son los paras. Y empiezan a hacerme preguntas. Y yo dije ‘nos mataron’. Resulta que llevaba una caja de licor fino para regalarle a Pablo. Me encontraron la caja en la camioneta y me dijeron ‘¿cierto que va donde el camarada?’, y dije: “¿qué más hago?”. Y me dicen: “llevábamos dos días esperándolo y lo supimos por la caja”. No me dio medio. Me dio terror. Pánico. Hubo otros momentos: encontrábamos muertos en la via…”.

¿Nunca le aconsejó a Pablo que dejaran de matar gente?

Es que la matada de gente es porque hay un conflicto, y mataban gente en combate  o bombardeos, y mataban gente todos. El tribunal especial, cuando se instale, va a juzgar a todos.

¿Pero usted nunca, como su amigo, le dijo que pararan de matar y de secuestrar?

No, es que uno ahí no puede hablar de secuestrar, sino de retener. No, yo no, porque yo no me metía en ese asunto, porque yo no me meto tampoco en asuntos políticos. Pero Henry Acosta no era solo un mensajero. Con él se sentaban el gobierno, y también las Farc, a preguntarle: “Henry, ¿qué les decimos?”. Lo cuenta él mismo.

Henry tiene guardados decenas de libretas y correos. “Los correos los tengo bautizados. Los que me mandaban las Farc se llaman mensajes. Y los que yo mandaba se llaman chaskis. Están por escrito y eso no significa que yo los mandaba siempre por escrito, sino que por si de pronto no nos pudiéramos ver, yo siempre los llevaba por escrito. Muchas veces yo subía y me decían que el camarada no me podía ver, entonces yo entregaba el mensaje. Y en las reuniones yo anotaba en una libreta los tips de las conversaciones para luego redactar”.

Todo con citas, según se desprende de su libro. ¿Por qué?

Y con clave de lectura y escritura, y Pablo tenía las mismas claves. Por seguridad.

¿Nunca se equivocó dando un mensaje?

No, nunca. Incluso una vez Pablo le dijo a Alfonso Cano que yo había dicho tal o cual cosa. Y cuando yo subí él me dijo “señor, Alfonso se puso molesto”. Y yo le dije “hermano, yo le dije otra cosa. Y está por escrito”. Y revisó y me dijo “tienes toda la razón”. Era que el consejero político de Estados Unidos me había mandado a llamar y en presencia de un obispo de la Iglesia le mandó unos mensajes a las Farc, pero en la publicación en el Wikileaks salió que Pablo Catatumbo me había mandado a buscar al consejero político, y Cano creyó eso, pero afortunadamente cuando yo vine de la reunión con el consejero político redacté un informe y se lo mandé a Uribe y a Alfonso Cano y a Pablo. Y meses después, cuando apareció el Wikileaks, le dije que no fue así, le dije que él me mandó a llamar a través del padre. El hábilmente ante sus jefes escribió que era yo el que lo había buscado, pero no fue así.

¿Y cuando Santos le dijo que aclarara que su hermano no era amigo de Cano y de Catatumbo sino conocido?

Yo decidí dejar amigo en el informe, porque Catatumbo me decía siempre que las cosas debían ser de tal manera que faciliten, no que entorpezcan. Y eso facilitaba. Era que en la reunión del 6 de septiembre de 2010 él me dijo que habían sido amigos cuando eran jóvenes del Partido Comunista.

¿Es verdad que tiene muchos teléfonos?

Si, como 5. [Saca dos]. Este es con el comandante del Bloque Occidental. Y este es otro, donde usted me llamó. Otro con el comandante de la Ricardo Céspedes, otro con un comandante de otra columna, otro con otro comandante, otro con Sergio Jaramillo, el alto comisionado. Tenía otro con el presidente, pero él dejó de tener teléfono. Ahora llamo a Casa de Nariño y pido que me lo comuniquen y me lo comunican en cualquier parte del país.

A muchos les genera suspicacia su cercanía con las Farc. ¿No le aplica lo de ‘dime con quién andas y te diré quién eres?

[Se incomoda pero responde] ¿Por qué no les genera suspicacia ser amigo del presidente Uribe y del presidente Santos? Póngalo… Para ser facilitador tengo que ser de confianza de los dos lados.

¿El gobierno o las Farc le han pagado por sus servicios?

No. Cualquiera de los dos que me pague va a considerar que soy de ese lado. A mí me paga una organización privada los viajes a La Habana, los viajes, hotel, taxis.

¿Qué organización?

Dejémosle así. Es una solicitud del gobierno que lo haga así.

¿Y los dos contratos que le dio el gobierno en 2006, más otros 10 contratos concedidos el mismo día de 2007?

Es que el presidente Uribe y Restrepo dijeron tenemos que permear la base social campesina. Llevémosle unos regalos a los campesinos, y se propuso que yo hiciera unos proyectos para distribuirles semillas, crías de terneros, conejos, todo eso. Y eso es. Pero todo debidamente analizado por todo el mundo.

¿Y lo del robo del carro de su esposa? ¿Qué paso ahí?

Me salieron cuatro encapuchados en Buga y me bajaron de la camioneta.

Pero en los mismos días que su esposa reportaba el robo usted recibía llamadas de las Farc pidiéndole llevar repuestos para un carro igual y meses antes la Presidencia le había pagado a su esposa por el alquiler de esa camioneta…

Daniel [Coronell, autor de la columna en la que se destapó ese episodio] dice que un guerrillero me llamó desde Buga para decirme que llevara unas pastillas para la camioneta que valían 120 mil pesos. Primero, unas pastillas para una Pathfinder valen como 600 mil pesos. En Buga no hay guerrilleros. Y si estaba en Buga, ¿por qué no fue y las compró él? ¿Por qué me llama a Cali? Era Coronell atacando a Uribe y el elemento creíble era yo.

Se muestra visiblemente incómodo el economista especializado en cooperativismo que acaba de lanzar su libro El Hombre Clave, que escribió usando el programa que convierte la voz en palabras y que ya está por lanzar la segunda edición de seis mil ejemplares. Dice que ya casi tiene que irse, pero no se levanta. Seguimos.

¿Qué papel tenía usted en La Habana?

Solo facilitador entre el Presidente y la delegación de las Farc. Y a veces entre las Farc y sus comandantes en la montaña.

¿Es optimista a pesar de lo que pasó en el plebiscito?

Sí, porque la solución es ajustar el acuerdo original y con eso se cumple legalmente con lo que dijo la Corte Constitucional de que hay que ajustarlo. Una vez Santos oiga a todos va a conversar con las Farc y convenir con ellos.

Según Acosta, lo fácil ya pasó y lo difícil viene ahora. “La prueba es que se firmó el acuerdo y mire lo difícil que está. Y después va la reincorporación, la justicia, el tribunal, la parte política…”.

¿Cree que las Farc van a cumplir?

Sí, la parte de ellos es dejar las armas: dejar de ser guerrilla. Y le voy a decir algo que me dijo Timoleón [Timochenko] hace unos cinco meses: que las tropas guerrilleras se están desmovilizando mentalmente. Eso es muy importante, porque no basta con desmovilizarse armadamente, sino mentalmente. Pensar “ya no somos guerrilla, sino campesinos”.

¿Cree que todo lo convenido en el acuerdo se cumplirá?

No, yo no creo. Eso pasa en todo… Pero lo fundamental, de las dejar las armas, el tribunal para juzgar a todos los que cometieron delitos y la ley de amnistía e indulto, sí.

¿Qué opina de los 10 puntos propuestos por Uribe para modificar el acuerdo?

¿10? 65 propuso el primer día que se sentaron. Que él haya hecho públicos 10 ahora, no sé. Uribe está proponiendo ni más ni menos que reconstruir todo el acuerdo, y eso se llama proponer un imposible. Y uno tiene que ser medianamente inteligente para saber que no se pueden proponer imposibles.

¿Cuándo habló por última vez con Uribe?

Por teléfono, noviembre 27 de 2015 a las 7:00 a.m. 46 minutos hablé con él. Nos habíamos puesto una cita cerca del aeropuerto de Cali. Lo llame siete veces antes para saber dónde nos veíamos y no me contestó. A las 7 me llamó y me dijo ‘para qué me necesita’. No le dije nada. Le dije ‘presidente, para que hablemos de la Patria’. ‘¿Y como qué sería, Henry?’. Y le dije: ‘Para que hablemos, presidente, de cómo le ayudo a que usted se suba con dignidad al tren de la historia de este país’. Y me dijo que la historia no le interesaba. Le dije que fuéramos a La Habana, que nadie tenía que enterarse, y me dijo que no. Tuvo la oportunidad de hacer cambios y no fue. Y yo estaba autorizado para hacer esa invitación.

¿Se podrán las Farc adaptar a la vida civil?

Eso pasa por la desmovilización mental. Tendrán, pero no va a ser fácil. En las cosas más fáciles. En pagar el bus, esperar para que los atiendan… muchos de ellos nacieron allá.

Como empresario, ¿usted estará dispuesto a emplear a guerrilleros?

Yo sí, pero el sector empresarial, la gran mayoría no. Pero ellos no están dispuestos a venir como empresarios ni del sector público ni del privado. Se quieren quedar como cooperativas rurales.

¿Eso da plata?

No sé, tendrán que ser asesorados. En eso trabajaré, autorizado por el presidente Santos y las Farc.

¿Cuál es la mayor preocupación de las Farc ahora que el país le dijo no al acuerdo?

No, ellos no están preocupados, están esperando que Santos les diga hagámosle unos ajustes al acuerdo. Obviamente que el tiempo corre, y eso tiene que ser antes del 15 de noviembre. El congreso cierra antes del 15 de diciembre y habrá que aprobar 43 leyes en fast track [sin discutir, solo diciendo sí o no] para implementar el acuerdo final.

Conociendo a Catatumbo, ¿qué hará? ¿Política?

Yo creo que es más fácil que Pablo se quede con las cooperativas rurales con ellos como profesor. Él dice que termina haciendo lo que la organización le diga. Pero conociéndolo, creo que le gustaría más quedarse.

¿Le iría bien a las Farc en política?

Este país es tan cambiante… obviamente tienen que empezar, y desde ya. Pienso que les iría satisfactoriamente… no es que vayan a barrer, pero van a tener acogida.

¿Qué propuesta política tendrían?

La mayoría serían rurales, de créditos, fomento a los agricultores, garantía de la educación, de la salud…

¿Usted quiere ser político?

No, ya no. Me hubiera gustado. Tengo dos frustraciones en la vida: no haber sido abogado y no haber sido senador.

¿Cuál es su próximo paso?

Ayudar a la implementación de la reincorporación. Y es también gran preocupación de Jean Arnault [jefe de misión de las Naciones Unidas en Colombia]. Él y yo conversamos mucho. Porque si no se reincorporan con seguridad económica y social, volverían al gatillo como bandoleros. Y ahí sí apaga y vámonos.

También conversa con Vicenc Fisas…

Es uno de los hombres que más sabe de resolución de conflictos armados. Ha estado en los 56 conflictos armados que se han negociado en el mundo.

¿Qué porcentaje de las Farc cree que se mantendrán en la ilegalidad?

Por ahí el 5%.

Se le corta la voz cuando dice que si en esta tarea tiene que dar la vida, valió la pena haber vivido. ¿Su familia piensa igual?

Julieta se emberraca conmigo. Una vez lo dijo frente a Pablo y se fue, y él me dijo “vaya búsquela a la negrita”.

En consecuencia con lo anterior, ¿serviría usted de intermediario con el ELN?

Sí, Santos me nombró hace dos años, pero ellos no aceptan facilitador. Dicen que negocian directamente.

LAS MÁS LEÍDAS