El exdirector del FBI James Comey aseguró el jueves que el presidente Donald Trump lo despidió por interferir su investigación sobre los nexos de Rusia con la campaña del mandatario, y acusó tajantemente a la Casa Blanca de propagar "mentiras, simple y llanamente".
Comey también reveló que orquestó la difusión pública de la información sobre sus conversaciones privadas con el mandatario en un esfuerzo por hacer avanzar la pesquisa. El testimonio de Comey, en una anticipada audiencia ante el Congreso que capturó la atención del país, brindó un absorbente recuento de sus interacciones con Trump y subrayó la profunda desconfianza que había avinagrado su relación antes del sorpresivo despido del mes pasado.
En declaraciones ocasionalmente incendiarias, Comey presentó a Trump como un mandatario que desdeña la independencia del FBI, y dejó en claro que interpretó la solicitud del presidente de poner fin a la pesquisa sobre su exasesor de seguridad nacional como una orden que venía de la Casa Blanca.
Expresó su confianza en que las circunstancias de su despido, y el comportamiento en general de Trump hacia él, podrían ser investigados por el fiscal especial Robert Mueller como un posible acto de obstrucción de la justicia. Pero rechazó opinar sobre si esas acciones ameritan aplicar ese cargo.
El abogado privado de Trump, Marc Kasowitz, aprovechó el reconocimiento de Comey de que le dijo varias veces a Trump que él no estaba siendo investigado personalmente y sostuvo que el testimonio deja en claro que el mandatario "nunca, en forma o sustancia, ordenó o insinuó que el señor Comey dejara de investigar a nadie".
Kasowitz también aprovechó la revelación de Comey de que difundió detalles sobre sus conversaciones privadas con el mandatario y presentó al exdirector del FBI como uno de los "filtradores" que tienen como objetivo minar al gobierno de Trump. Sin embargo, no queda duda que el veterano funcionario policial representa un adversario formidable.
"A mi juicio, fui despedido por la investigación sobre Rusia", dijo Comey hacia el final de las más de dos horas de testimonio ante la Comisión de Inteligencia del Senado. "Fui despedido para, de alguna manera, cambiar, o intentar cambiar, la manera en que se realizaba la investigación sobre Rusia".
"Se trata de algo muy importante, y no solo porque me involucra", agregó. En cierto momento, prácticamente desafió a Trump a que difunda cualquier grabación de sus conversaciones, una posibilidad que el mandatario alguna vez insinuó en un tuit. "Dios, ojalá y haya grabaciones", dijo Comey al insinuar que esa evidencia respaldaría su versión por encima de la del presidente.
La audiencia del jueves fue la primera presentación pública de Comey desde su repentino despido del 9 de mayo y paralizó a Washington y a otras partes del país mientras los estadounidenses se mantenían pegados a sus pantallas, lo que hizo recordar las audiencias del caso Watergate que mantuvieron en vilo a la nación hace unas cuatro décadas.
Los republicanos, conscientes de la gravedad del momento, trabajaron arduamente por reducir cualquier daño al presidente provocado por la audiencia. Intentaron minar la credibilidad de Comey al emitir comunicados e incluso anuncios en los que se señala un caso en el pasado en el que el FBI tuvo que limpiar el testimonio del director ante el Congreso.