Miles de partidarios y de adversarios del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva aguardaban el miércoles en la ciudad sureña de Curitiba, bajo fuerte vigilancia policial, el interrogatorio del ícono de la izquierda latinoamericana por el juez anticorrupción Sergio Moro.
Lula llegó por la mañana en una avioneta al aeropuerto Afonso Pena de la denominada "capital de la Lava Jato", la investigación que desveló hace tres años una gigantesca red de sobornos en Petrobras.
Poco después, el exmandatario (2003-2010) se encaminó a una reunión con su sucesora Dilma Rousseff aunque, antes, se dio un baño de masas junto a sus seguidores, que gritaban "Lula guerrero del pueblo brasilero".
"Ya estoy en Curitiba para expresar mi solidaridad total al presidente Lula (...). La verdad se impondrá", tuiteó Rousseff, destituida el año pasado por el Congreso acusada de manipular las cuentas públicas.
Los seguidores de Lula, que podría ver frustradas sus ambiciones de presentarse a las elecciones de 2018 en caso de ser condenado, empezaron a llegar la víspera en autobuses y aviones desde todo Brasil y cientos de ellos acamparon en parques.
La movilización fue organizada por el Partido de los Trabajadores (PT), el Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra (MST) y diversas entidades sindicales y sociales.
La policía montó una operación de gran escala para separar a los grupos antagónicos y levantó un cerco en torno al edificio de la Justicia, donde solo se permitirá el ingreso de las partes involucradas.
"Para mí, es inocente. Si hubiese algo concreto en su contra, ya estaría preso. Lo que aquí se plantea es una lucha de clases", dijo a la AFP Gerson Castellano, un militante sindical del sector petrolero de 50 años.